martes, 16 de junio de 2015

LOS TONICOS DE LA VOLUNTAD: REGLAS Y CONSEJOS SOBRE INVESTIGACION CIENTIFICA POR SANTIAGO RAMON Y CAJAL _ Dr. ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA




LOS TONICOS DE LA VOLUNTAD: REGLAS Y CONSEJOS SOBRE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA (En papel)
SANTIAGO RAMON Y CAJAL , EDITORIAL GADIR, 2005
 Los tónicos de la voluntad, reglas y consejos sobre investigación científica, de Santiago Ramón y Cajal (1Mb)
 
ISBN 9788493443979
Datos del libro
Nº de páginas: 373 págs.
Encuadernación: Tapa dura
Editorial: EDITORIAL GADIR
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788493443979
Filosofía de la ciencia


1.
Reeditada continuamente desde su aparición, en español y en numerosos idiomas, desde el alemán hasta el japonés, Los tónicos de la voluntad sigue siendo considerada hoy como una obra indispensable por científicos de todo el mundo. Existen innumerables testimonios de lectores a quienes este libro ha marcado de por vida, desd e Juan Negrín hasta Ortega y Gasset, o que consideraron estos consejos «luminosos e incomparables».Los tónicos de la voluntad es también un texto autobiográfico y una obra polivalente, cuyo interés trasciende con mucho el ámbito de la investigación científica: muchos de sus consejos son de aplicación cotidiana por todos los interesados en la aventura del espíritu humano.Gadir presenta una nueva edición de Los tónicos, cuya preparación ha corrido a cargo de Leoncio López-Ocón, autor de Breve historia de la ciencia española. Fruto de su labor investigadora son la introducción y los diversos anexos, iconográficos y documentales, que acompañan el texto de Ramón y Cajal.

 
2.-


Agotada hace más de tres años la edición costeada por la generosidad del doctor Lluria, nos hemos visto obligados, para satisfacer las demandas de América, a permitir la reimpresión de este folleto en dos revistas científicas americanas. Íbamos ya a otorgar la misma licencia a una Corporación científicoliteraria de España, cuando nos hemos percatado de que este abandono del librito a iniciativas ajenas revela pecado de negligencia, susceptible de acarrear algunos inconvenientes”, leemos en el “Prólogo de la tercera edición. Madrid, enero de 1912” correspondiente a la edición de Los tónicos de la voluntad de Santiago Ramón y Cajal, Editorial Espasa-Calpa, colección Austral, undécima edición, Madrid, 1986. “Conservamos esencialmente en esta tercera edición el texto de 1897” –continuamos leyendo–. La presente edición encierra varios capítulos nuevos, entre ellos uno final donde señalamos, según nuestro humilde entender, la obra que las instituciones docentes españolas, y singularmente la ‘Junta de Pensiones y Ampliación de Estudios en el Extranjero’, están llamadas a realizar para que en el más breve plazo posible nuestra Patria colabore, en la medida de sus fuerzas mentales y de sus recursos financieros, en la empresa de la cultura y civilización universales”.




Este libro reproduce el célebre discurso de ingreso del eminente histólogo Santiago Ramón y Cajal en las Academias de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. A lo largo de los nueve primeros capítulos, Ramón y Cajal –con la convicción de que toda obra grande es el resultado de una gran pasión puesta al servicio de una gran idea– concede una serie de consejos y advertencias a los jóvenes estudiantes, intentando promover su entusiasmo por los trabajos de laboratorio. Porque, en efecto, para Cajal “todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”. Ya en los postreros capítulos, el sabio investigador analiza los deberes del Estado con la ciencia y sus obligaciones ante la indispensable promoción del científico.


Iniciamos la lectura de “las consideraciones sobre los métodos generales” y la “infecundidad de las reglas abstractas”. E igualmente de la “necesidad de ilustrar la inteligencia y de tonificar la voluntad”. En seguida nos habla de las “preocupaciones enervadoras del principiante”, junto con la “admiración excesiva, el agotamiento de la cuestión, la devoción a la ciencia práctica así como la deficiencia intelectual”. En el capítulo III desarrolla sus ideas acerca de las “cualidades de orden moral que debe poseer el investigador”, para, en el siguiente, indicar “lo que debe saber el aficionado a la investigación biológica”.


Don Santiago Ramón y Cajal, quien naciera en Petilla de Aragón, en Navarra, en 1852, falleció en Madrid en 1934. Estudió Medicina y desde sus comienzos siente atracción por la Histología y principia sus investigaciones dentro de este ámbito específico del cuerpo humano. Catedrático de Anatomía en Valencia, con posterioridad ocupa las cátedras de Histología de las Universidades de Barcelona y Madrid. Y en 1906 recibe el Premio “Nobel de Medicina” por sus investigaciones sobre “la estructura del sistema nervioso”. Asimismo nos muestra “las enfermedades de la voluntad” al igual que “las condiciones sociales favorables a la obra científica”. También la “marcha de la investigación y la redacción del trabajo científico”. Y, en fin, “el investigador como maestro”.


3.
Pienso que periódicamente es aconsejable mirar hacia el pasado, no buscando tiempos mejores que nos consuelen de las dificultades de los actuales, sino para encontrar claves que nos permitan tomar impulso hacia el futuro. Admítanme, estimados lectores, que les pida que se trasladen en el tiempo cien años hacia atrás.


¿Ya han llegado? Santiago Ramón y Cajal publicaba entonces la tercera edición ampliada de Reglas y Consejos sobre Investigación Científica, libro del que, el también premio Nobel Severo Ochoa opinaba que debía ser lectura obligatoria de todos los estudiantes de bachillerato. Un libro que su autor subtituló Los tónicos de la voluntad, ya que en él no reflexiona solo sobre ciencia, sino que también lo hace sobre principios y valores universales, y sobre virtudes y defectos de la sociedad española, por lo que yo, modestamente, también recomiendo su lectura a los que no lo hayan hecho.


Cajal, con inmensa clarividencia, analiza los motivos de que España se encontrase por detrás de otros países más avanzados, achacándolo, entre otras razones, al deficiente cultivo de la ciencia y a la falta de creación e incorporación de conocimientos y tecnologías propios; y da las claves de cómo remontar ese gravísimo atraso. Muchas de esas claves siguen teniendo total vigencia cien años después. Insiste Cajal en que «no hay otro camino que crear, cueste lo que cueste, ciencia, industria y arte originales», convencido de que «la posteridad duradera de las naciones es obra de la ciencia y de sus múltiples aplicaciones al fomento de la vida y de los intereses materiales».


Cuando hoy nuestro país, y de forma más acusada la Región de Murcia, invierten en investigación, desarrollo tecnológico e innovación (I+D+i) mucho menos de lo que recomienda la Unión Europea, nuestro eminente Nobel ya señalaba hace un siglo, dedicándole todo un capítulo, que desarrollar una política científica ambiciosa es una de la «obligaciones inexcusables del Estado», advirtiendo de que, para las naciones, atenerse «a rutinas del pasado es ruinoso hasta la bancarrota», expresando, con una frase muy gráfica y por desgracia de plena actualidad, que es el destino para «aquellos que producen a la antigua y gastan a la moderna».


Cuando hoy en España, y por ende en nuestra Región, la falta de innovación empresarial es el principal déficit estratégico del sistema Ciencia-Tecnología-Empresa, limitando gravemente la transformación de los avances científicos y técnico en beneficios socioeconómicos, ya también Cajal apuntaba «cuánto ganaría la riqueza nacional si nuestros fabricantes y pequeños industriales se persuadieran de que el beneficio positivo y duradero brota exclusivamente de la originalidad, de la perfección y de la constante innovación». Pero si esto es cierto, también lo es que, sin investigación de calidad „que en España se lleva a cabo mayoritariamente en las universidades públicas„, no habrá nuevos conocimientos y tecnologías interesantes que transferir a las empresas, y raramente surgirá innovación relevante.


Hace ya cien años, Cajal explicó en ese libro el imprescindible papel que podían y debían jugar buenas universidades para el progreso de nuestro país, preguntándose «¿habrá alguno tan menguado de sindéresis que no repare que allí donde los principios o los hechos son descubiertos brotan también las aplicaciones?». Un siglo después, los estudios e informes de distintos organismos multilaterales siguen destacando la importancia de las universidades y de las inversiones en I+D+i como motores fundamentales e indispensables para lograr ese progreso.


La responsabilidad de los universitarios, a pesar de tener que realizar actualmente nuestra labor en un sombrío escenario de incertidumbre financiera y normativa, será no sucumbir a las enfermedades de la voluntad y sí, como aconseja nuestro premio Nobel, recurrir a sus tónicos, perseverando en dar lo mejor de nosotros mismos. La responsabilidad de las Administraciones públicas será proporcionar un marco económico y legal que propicie que las universidades podamos cumplir nuestro cometido investigador y docente con excelencia, y exigirnos que lo hagamos con eficacia.


¡Que Ramón y Cajal nos ilumine! Y que cada cual asuma su responsabilidad para que no haya que esperar otros cien años para poner en práctica sus sabias recomendaciones con la necesaria determinación.





Adolfo Vásquez Rocca

Doctor en Filosofía
Director de Revista Observaciones Filosóficas
Eastern Mediterranean University
Multiversidad Mundo Real Edgar Morin
Valparaíso,
Web:  www.danoex.net/adolfovasquezrocca.html
Academia.edu: emui.academia.edu/AdolfoVasquezRocca



 


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