BAUDRILLARD Por Adolfo Vásquez Rocca
-VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "JEAN BAUDRILLARD; DE LA METÁSTASIS DE LA IMAGEN A LA INCAUTACIÓN DE LO REAL", En ARQCHILE.CL ©
-VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "JEAN BAUDRILLARD; DE LA METÁSTASIS DE LA IMAGEN A LA INCAUTACIÓN DE LO REAL", En ARQCHILE.CL ©
 - VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “BAUDRILLARD; CULTURA, SIMULACRO Y RÉGIMEN DE 
MORTANDAD EN EL SISTEMA DE LOS OBJETOS”, En Cuaderno de Materiales, Nº 
23, 2011, 705-714 / ISSN: 1139-4382, Universidad Complutense de Madrid UCM.  http://www.filosofia.net/materiales/pdf23/CDM45.pdf
- VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "BAUDRILLARD; DE LA METÁSTASIS DE LA IMAGEN A LA INCAUTACIÓN DE LO REAL", En EIKASIA. Revista de Filosofía, OVIEDO, ESPAÑA. ISSN 1885-5679, año II, Nº 11 (julio 2007) pp. 53-59.
<http://www.revistadefilosofia.com/11-02.pdf>
- VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO Y EL ODIO A LOS INTELECTUALES", CLARÍN, CULTURAL - Nº 24 - 2017 - Buenos Aires.
BAUDRILLARD Por Adolfo Vásquez Rocca
Baudrillard por Adolfo Vásquez Rocca
      ¿Cuál es en última instancia 
      el entramado ideológico del sistema de los objetos? ¿Qué ideario encarna este 
      sistema cuyos principios son la caducidad y
      la obsolescencia —el imperativo de la novedad—,
      
      
      la ley del ciclo y otros 
      
      automatismos semejantes? Baudrillard
      
      
      [1] dirá que son dos: el principio personalizador, que se articula como 
      democratización del consumo de modelos por la vía de la serialidad y la ética 
      novedosa del crédito y la acumulación no productiva.
      
      Hoy el glamour de las mercancías aparece como nuestro paisaje natural, allí 
      nos reconocemos y nos encontramos con «nosotros mismos», con nuestros ensueños 
      de poder y ubicuidad, con nuestras obsesiones y delirios, con los desperdicios 
      psíquicos en el escaparate de la publicidad —verdadero espejo que nos devuelve 
      nuestra imagen deformada— una verdadera 
      
      
      summa 
      
      espiritual de nuestra civilización, el repertorio ideológico de la desinhibición.
      
      El carácter distintivo del
      American way of life, de la última sociedad primitiva contemporánea 
      se escenifica en las formas del distanciamiento, en el paisaje 
      
      
      
      [2], en los grandes desiertos y carreteras de ese país que deja entrever 
      una profunda soledad, las inclinaciones que yacen bajo el optimismo americano; 
      la decrepitud del capitalismo tardío en la tierra de las oportunidades, del 
      american dream convertido en el insomnio incontenible de la banalidad 
      y la indiferencia; los Estados Unidos han realizado la desterritorialización 
      de la identidad, la diseminación del sujeto y la neutralización de todos los 
      valores y, si se quiere, la muerte de la cultura bajo el régimen de la mortandad 
      de los objetos.
      
      
      En este sentido es una cultura ingenua y primitiva, no conoce la ironía, no 
      se distancia de sí misma, no ironiza sobre el futuro ni sobre su destino; 
      ella sólo actúa y materializa su política de Estado. Norteamérica realiza 
      así sus sueños y sus pesadillas. 
      
      Los norteamericanos repudian la sofisticación. El anti-intelectualismo subyace 
      a la idea de América. En lugar del intelectual —del teórico— el ciudadano 
      medio americano tiene en mayor estima al hombre de sentido común y de conocimientos 
      prácticos
      
      
      [3]. Una figura al estilo de Edison. En cada americano hay un empresario. 
      La disposición para el trabajo práctico impera junto al afán de logro, la 
      disciplina y las observancias religiosas. Un colegio que pusiera su acento 
      en la erudición y la sensibilidad artística más que en el fortalecimiento 
      de la personalidad y el pragmatismo sería visto con reticencia.
      
      Así, en los inicios de la historia norteamericana las humanidades, la literatura 
      y el conocimiento teórico y especulativo en general, fueron estigmatizados 
      como una prerrogativa de la aristocracia. La cultura pragmática a la americana 
      induce a la supresión de las asignaturas de humanidades de los planes de estudio 
      antes o durante la universidad. Los Máster son americanos o inspirados en 
      Estados Unidos. Los jóvenes sueñan en culminar su preparación en USA mientras 
      la universidad europea ha tomado una deriva empresarial a su semejanza. 
      Maś allá de la 
      
      
      «sociedad del espectáculo»
      
      
      [7] y «el imperio de lo efímero» se instala la «norma de consumo» en el 
      plano de las necesidades sociales, también gobernadas por dos mercancías básicas: 
      la vivienda estandarizada, lugar privilegiado de consumo, y el automóvil como 
      medio de transporte compatible con la separación entre el hogar y el sitio 
      de trabajo. Ambas mercancías —y en especial, desde luego, el automóvil— fueron 
      sometidas a la producción masiva y la adquisición de ambas exige una «amplia 
      socialización de las finanzas» bajo la forma de nuevas o ampliadas facilidades 
      de crédito (compra a plazos, créditos, hipotecas, etc.). Más aún, «las dos 
      mercancías básicas del proceso de consumo masivo crearon complementariedades 
      (crédito hipotecario y automotriz) que producen una gigantesca expansión de 
      las mercancías, apoyada por una diversificación sistemática de los valores 
      de uso. El individuo se ve obligado a elegir permanentemente, a tomar la iniciativa, 
      a informarse, a probarse, a permanecer joven, a deliberar acerca de los actos 
      más sencillos: qué automóvil comprar, qué película ver, qué libro leer, qué 
      régimen o terapia seguir. El consumo obliga a hacerse cargo de sí mismo, nos 
      hace «responsables», se trata así de un sistema de participación ineludible
      
      [8].
      El dispositivo que activa este sistema de «obsolescencia acelerada» —que impera 
      a consumir compulsivamente— consiste en convencer al consumidor que necesita 
      un producto nuevo antes que el que ya tiene agote su vida útil y funcionalidades. 
      Ésta es una de las tareas de los diseñadores: acelerar la obsolescencia. A 
      este respecto el automóvil ha sido un caso paradigmático de las obsolescencias 
      decretadas del estilo, asociadas a las imágenes de prestigio y estatus que 
      le rodean.
      Por una parte está el individuo que colecciona desde sellos de correos hasta 
      alfombras persas, y se siente así impulsado a «realizarse» en el placer que 
      supone la posesión de un conjunto de objetos, donde la idea misma de colección 
      está directamente vinculada a la posesión —no funcional— por encima de la 
      necesidad, es decir, a la riqueza y por otra las maneras de «usar» el excedente 
      como desperdicio. Aquí es posible identificar otra forma de mitología, la 
      de ciertas lógicas capitalistas, según la cual a épocas de prosperidad, cuando 
      la economía se expande y el crecimiento del producto es sostenido, le debiera 
      seguir o suceder tiempos donde el beneficio —en razón de los excedentes— alcance 
      a toda la población, incluso a la más desfavorecida, esto de acuerdo a la
      conocida estrategia 
      de «crecimiento y chorreo» que dominó el «paraíso» neoliberal del Chile de 
      los '80. Pero en realidad esto nunca sucedió, 
      en su lugar advino la acumulación —incluso— del excedente; nuevas formas de 
      codicia y de fraude fiscal terminaron por ahogar esta promesa escatológica 
      del libre mercado.
N O T A S
      
          
          
          
          [1]
          
          BAUDRILLARD, Jean, 
          El sistema de los 
          objetos, 
          Siglo XXI Editores, 1999.
[2] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Edward Hopper y el ocaso del sueño americano, en Heterogénesis N.º 50-51 (Swedish-Spanish) Revista de arte contemporáneo. Tidskrift för samtidskonst, http://heterogenesis.se/Ensayos/ Vasquez/Vasquez2.htm
[3] VERDÚ, Vicente, El planeta americano, Ed., Anagrama, Barcelona, 1999, p. 105
[4] ZIZEK, Slavoj, La suspensión política de la ética, Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005, p. 77
[5] VEBLEN, T. Teoría de la clase ociosa, Fondo de Cultura Económica, México, 1999.
[6] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Baudrillard; Alteridad, seducción y simulacro, En PSIKEBA Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales de Buenos Aires, 2006; http://psikeba.com.ar/articulos/AVRbaudrillard.htm
[7] Existen dos intentos recientes de utilizar el concepto de fetichismo de la mercancía para explicar la cultura capitalista del siglo XX. Uno de ellos es, desde luego, la crítica a la «industria de la cultura» elaborada por Horkheimer y Adorno en Dialéctica de la Ilustración, y el segundo es el análisis desarrollado por Guy Debord y otros miembros de movimiento situacionista en los años sesenta. Parodiando la frase con que se inicia El capital, Debord afirma que «toda la vida de las sociedades donde reinan las condiciones modernas de producción se anuncia como una acumulación inmensa de espectáculos», y agrega que el espectáculo «en todas sus formas específicas, como información o propaganda, publicidad o consumo directo de entretenimiento», debe ser visto como «una relación social entre las personas mediada por imágenes». Como tal, la «sociedad del espectáculo» es «la realización absoluta» del «principio del fetichismo de la mercancía». Si bien Baudrillard admite la influencia de los situacionistas, rechaza sin tapujos sus ideas: «No vivimos ya la sociedad del espectáculo... como tampoco los tipos específicos de alienación y represión que ésta conlleva». Podemos presumir que ello se debe a que conceptos como los de alienación y represión presuponen la existencia de algo alienado o reprimido. Debord afirma decididamente que la sociedad del espectáculo implica un forma distorsionada de relación social, habla de «la praxis social global escindida entre realidad e imagen» y dice que «dentro de un mundo puesto realmente de cabeza, lo verdadero es el movimiento de lo falso». Todo lo anterior es rechazado de plano por Baudrillard, para quien realidad e imagen, falso y verdadero, se confunden de manera endémica en el mundo hiperreal de la simulación.
[8] LIPOVETSKY, Gilles, L'Ere du vide, París, 1983, pp. 7, 14
[9] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Coleccionismo y genealogía de la intimidad, en Almiar (Margen Cero), Madrid, 2006,
[10] BAUDRILLARD, Jean, El sistema de los objetos, México, Siglo XXI, 1985; p. 74.
[11] BAUDRILLARD, Jean, Amérique, París, 1986, pp. 21 y sgtes.
[12] BAUDRILLARD, Jean, La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras, Ed. Plaza y Janés, Barcelona, 1974.
[13] EWEN, Stuart, Todas las imágenes del consumismo; la política del estilo en la cultura contemporánea, Ed. Grijalbo, México, 1998, p, 284.
[2] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Edward Hopper y el ocaso del sueño americano, en Heterogénesis N.º 50-51 (Swedish-Spanish) Revista de arte contemporáneo. Tidskrift för samtidskonst, http://heterogenesis.se/Ensayos/ Vasquez/Vasquez2.htm
[3] VERDÚ, Vicente, El planeta americano, Ed., Anagrama, Barcelona, 1999, p. 105
[4] ZIZEK, Slavoj, La suspensión política de la ética, Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005, p. 77
[5] VEBLEN, T. Teoría de la clase ociosa, Fondo de Cultura Económica, México, 1999.
[6] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Baudrillard; Alteridad, seducción y simulacro, En PSIKEBA Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales de Buenos Aires, 2006; http://psikeba.com.ar/articulos/AVRbaudrillard.htm
[7] Existen dos intentos recientes de utilizar el concepto de fetichismo de la mercancía para explicar la cultura capitalista del siglo XX. Uno de ellos es, desde luego, la crítica a la «industria de la cultura» elaborada por Horkheimer y Adorno en Dialéctica de la Ilustración, y el segundo es el análisis desarrollado por Guy Debord y otros miembros de movimiento situacionista en los años sesenta. Parodiando la frase con que se inicia El capital, Debord afirma que «toda la vida de las sociedades donde reinan las condiciones modernas de producción se anuncia como una acumulación inmensa de espectáculos», y agrega que el espectáculo «en todas sus formas específicas, como información o propaganda, publicidad o consumo directo de entretenimiento», debe ser visto como «una relación social entre las personas mediada por imágenes». Como tal, la «sociedad del espectáculo» es «la realización absoluta» del «principio del fetichismo de la mercancía». Si bien Baudrillard admite la influencia de los situacionistas, rechaza sin tapujos sus ideas: «No vivimos ya la sociedad del espectáculo... como tampoco los tipos específicos de alienación y represión que ésta conlleva». Podemos presumir que ello se debe a que conceptos como los de alienación y represión presuponen la existencia de algo alienado o reprimido. Debord afirma decididamente que la sociedad del espectáculo implica un forma distorsionada de relación social, habla de «la praxis social global escindida entre realidad e imagen» y dice que «dentro de un mundo puesto realmente de cabeza, lo verdadero es el movimiento de lo falso». Todo lo anterior es rechazado de plano por Baudrillard, para quien realidad e imagen, falso y verdadero, se confunden de manera endémica en el mundo hiperreal de la simulación.
[8] LIPOVETSKY, Gilles, L'Ere du vide, París, 1983, pp. 7, 14
[9] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Coleccionismo y genealogía de la intimidad, en Almiar (Margen Cero), Madrid, 2006,
[10] BAUDRILLARD, Jean, El sistema de los objetos, México, Siglo XXI, 1985; p. 74.
[11] BAUDRILLARD, Jean, Amérique, París, 1986, pp. 21 y sgtes.
[12] BAUDRILLARD, Jean, La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras, Ed. Plaza y Janés, Barcelona, 1974.
[13] EWEN, Stuart, Todas las imágenes del consumismo; la política del estilo en la cultura contemporánea, Ed. Grijalbo, México, 1998, p, 284.
 ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA.
      
      Doctor 
      en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso;
      Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, 
      Teoría del Conocimiento y Pensamiento
      Contemporáneo. Áreas de Especialización: Antropología y Estética. Profesor 
      de Postgrado
del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología, Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB.
Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado.
del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología, Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB.
Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado.
BAUDRILLARD: CULTURA, SIMULACRO - Revista UCM
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