La Posmodernidad Dr. Adolfo Vásquez Rocca
1.- De la destotalización del mundo a la obsesión epistemológica por los fragmentos
Lo
que se denomina «posmodernidad» aparece como una conjunción ecléctica
de teorías. Esa amalgama va desde algunos planteamientos nietzscheanos e
instintivistas hasta conceptos tomados del Pragmatismo anglosajón hasta
pasar por retazos terminológicos heideggerianos, nietszcheanos y
existencialistas. Se trata, pues, de un tipo de pensamiento en el que
caben temáticas dispersas y, a , conjuntadas sin un hilo teórico .
El
término posmodernidad nace en el domino del arte y es introducido en el
campo filosófico hace tres décadas por Jean Lyotard con su
La condición moderna (1983). La noción se ha difundido ampliamente pero
en general su uso indiscriminado conduce a confusión, ya que en
realidad pueden distinguirse tres actitudes posmodernas.
La
primera, la de aquellos que van a la zaga de la escuela neomarxista de
Frankfurt; los Habermas, los Adorno, los Eco, etc., que critican a la
modernidad en aquello que le faltó llevar a cabo como proyecto moderno
de los filósofos del Iluminismo. En una palabra, su crítica a la
modernidad radica en que no acabó su proyecto.
La
segunda, es la de aquellos representantes del pensamiento débil, los
Lyotard, Scarpetta, Vattimo, Lipovetsky, etc., que defienden un
postmodernismo inscrito en la modernidad. Es decir que son los autores
que en su crítica a la modernidad proponen una desesperanzada
resignación. Pero sin abandonar su confianza en la razón entendida al
modo moderno.
Finalmente,
la tercera actitud es la de aquellos pensadores como R. Steuckers, G.
Fernández de la Mora, M. Tarchi, P. Ricoeur, G. Locchi y otros que,
someten a crítica la modernidad con un rechazo de la misma. No sucede en
este caso como en el denominado pensiero debole, que es un hijo
desencantado de la modernidad, sino que aquí la oposición es frontal y
además ofrece propuestas de superación.
2.- La condición postmoderna
El
término posmodernidad puede ser identificado, como lo hace Habermas,
con las coordenadas de la corriente francesa contemporánea de Bataille a
Derrida, pasando por Foucault, con particular atención al movimiento de
la deconstrucción de indudable y notoria resonancia en la intelectualidad local.
La
era moderna nació con el establecimiento de la subjetividad [2] como
principio constructivo de la totalidad. No obstante, la subjetividad es
un efecto de los discursos o textos en los que estamos situados [3]. Al
hacerse cargo de lo anterior, se puede entender porqué el mundo
postmoderno se caracteriza por una multiplicidad de
de lenguaje que compiten entre sí, pero tal que ninguno puede reclamar
la legitimidad definitiva de su forma de mostrar el mundo.
Con
la deslegitimación de la racionalidad totalizadora procede lo que ha
venido en llamarse el fin de la historia. La posmodernidad revela que la
razón ha sido sólo una narrativa entre otras en la historia; una gran
narrativa, sin duda, pero una de tantas. Estamos en presencia de la
muerte de los metarrelatos, en la que la razón y su sujeto ?como
detentador de la unidad y la totalidad? vuelan en pedazos. Si se mira
con más detenimiento, se trata de un movimiento de deconstrucción del
cogito y de las utopías de unidad. Aquí debe subrayarse el irreductible
carácter local de
discurso, acuerdo y legitimación. Esto nos instala al margen del
discurso de la tradición literaria (estética) occidental. Tal vez de ahí
provenga la vitalidad de los engendros del discurso periférico.
Debo
insistir en el carácter local de todo discurso, acuerdo y legitimación.
Aquí se podría hablar de un concepto de razón pluralista, lo que remite
a la autonomía de los múltiples e intraducibles juegos de lenguaje del
segundo Wittgenstein, enredados entre sí, no reductibles unos a otros;
por formularlo como regla: «juega... y déjanos jugar en paz».
El
problema hoy no viene presentado por un exceso de proyectos de
unificación, sino por la desintegración de legalidades autónomas que,
como sustitutivos de la totalidad, exigen para sí el monopolio de un
ámbito teórico o práctico específico.
La
destotalización del mundo moderno exige eliminar la nostalgia del todo y
la unidad. Como características de lo que Foucault ha denominado la
episteme posmoderna podrían mencionarse las siguientes: deconstrucción,
descentración, diseminación, discontinuidad, dispersión. Estos términos
expresan el rechazo del cogito que se había convertido en algo propio y
característico de la filosofía occidental, con lo cual surge una
«obsesión epistemológica» por los fragmentos.
La ruptura con la razón totalizadora supone el abandono de los grands récits,
es decir, de las grandes narraciones, del discurso con pretensiones de
universalidad y el retorno de las petites histoires. Tras el fin de los
grandes proyectos aparece una diversidad de pequeños proyectos que
alientan modestas pretensiones. Aquí me permito insistir en el
irreductible pluralismo de los juegos de lenguaje, acentuando el
carácter local de todo discurso, y la imposibilidad de un comienzo
absoluto en la historia de la razón. Ya no existe un lenguaje general,
sino multiplicidad de discursos. Y ha perdido credibilidad la idea de un
discurso, consenso, historia o progreso en singular: en su lugar
aparece una pluralidad de ámbitos de discurso y narraciones.
Deseo
llamar aquí la atención sobre este cambio en el ámbito de la producción
y disponibilidad del saber. El análisis del saber en las sociedades
informatizadas ?dominadas por la lógica de las
de datos? nos lleva a decir adiós al «proyecto de la modernidad», que
consistía en aferrarse a las conquistas de la Ilustración (unidad de la
razón, emancipación de los seres humanos, etc.). La modernidad,
caracterizada por la pretensión de validez universal del discurso
racional y científico, está enredada en un discurso de legitimación
cuyas aspiraciones no puede satisfacer.
Además
de señalar que la desmitologización de los grandes relatos es lo
característico de la posmodernidad, es necesario aclarar que estos
metarrelatos no son propiamente mitos, en el sentido de fábulas.
Ciertamente tienen por fin legitimar las instituciones y prácticas
sociales y políticas, las legislaciones, las éticas. Pero, a diferencia
de los mitos, no buscan esta legitimación en un acto fundador original,
sino en un futuro por conseguir, en una idea por realizar. De ahí que la
modernidad sea un proyecto.
El
postmodernismo aparece, pues, como resultado de un gran movimiento de
des-legitimación llevado a cabo por la modernidad europea, del cual la
filosofía de Nietzsche sería un documento temprano y fundamental.
La posmodernidad puede ser así entendida como una crítica de la razón ilustrada tenida lugar a
del cinismo contemporáneo. Baste pensar en Sloterdijk y su Crítica de
la razón cínica [5], donde se reconoce como uno de los rasgos
reveladores de la Posmodernidad la nostalgia por los momentos de gran
densidad crítica, aquellos en que los principios lógicos se difuminan,
la razón se emancipa y lo apócrifo se hermana con lo oficial, como
acontece según Sloterdijk con el nihilismo desde Nietzsche, y aun desde
los griegos de la Escuela Cínica.
La
ruptura con la razón totalizadora aparece, por un lado como abandono de
los grandes relatos ?emancipación de la humanidad?, y del
fundamentalismo de las legitimaciones definitivas y como crítica de la
«totalizadora» ideología sustitutiva que sería la Teoría de Sistemas.
La
posmodernidad ha impulsado ?al amparo de esta crítica? «un nuevo
eclecticismo en la arquitectura, un nuevo realismo y subjetivismo en la
pintura y la literatura, y un nuevo tradicionalismo en la música» [6].
La repercusión de este cambio cultural en la filosofía ha conducido a
una manera de pensar que se define a sí misma, según he anticipado, como
fragmentaria y pluralista, que se ampara en la destrucción de la unidad
del lenguaje operada a través de la filosofía de Nietzsche y
Wittgenstein.
Lo
específicamente postmoderno son los nuevos contextualismos o
eclecticismos. La concepción dominante de la posmodernidad acentúa los
procesos de desintegración. Subyace igualmente un rechazo del
racionalismo de la modernidad a favor de un juego de signos y
fragmentos, de una síntesis de lo dispar, de dobles codificaciones; la
sensibilidad característica de la Ilustración se transforma en el
cinismo contemporáneo: pluralidad, multiplicidad y contradicción,
duplicidad de sentidos y tensión en lugar de franqueza directa, «así y
también asá» en lugar del univoco «o lo uno o lo otro», elementos con
doble funcionalidad, cruces en lugar de unicidad clara [7]. Así, con la
posmodernidad se dice adiós a la idea de un progreso unilineal,
surgiendo una nueva consideración de la simultaneidad, se hace evidente
también la imposibilidad de sintetizar formas de vida diferentes,
correspondientes a diversos patrones de racionalidad.
[...]
[...]
La
posmodernidad, como proceso de descubrimiento, supone un giro de la
conciencia, la cual debe adoptar otro modo de ver, de sentir, de
constituirse, ya no de ser, sino de sentir, de hacer. Descubrir la
dimensión de la pluralidad supone descubrir también la propia inmersión
en lo múltiple.
Vattimo
en su obra a explica lo que debe entenderse por ?pensamiento débil?.
Básicamente ve a esto como el resultado de la disolución de la
metafísica, como una respuesta al nihilismo contemporáneo que habrían
tematizado y vaticinado sus dos referentes filosóficos más importantes:
Nietzsche y Heidegger. Vattimo piensa que este ?debilitamiento? no
solamente se refiere a lo que ya Lyotard había denominado ?el fin de los
metarrelatos?, sino (sobre todo) al ?fin del eurocentrismo? (algunas
ideas sobre esto y algo de lo demás pueden verse en mis únicos otros dos
posts sobre Vattimo: Gianni Vattimo sobre la sociedad posmoderna y
Posmodernidad y política emancipatoria).
La
idea es abandonar la pretensión de poder dar cuenta de visiones de la
historia que afirmen que existe un punto de vista privilegiado y/ o
neutral. Ya no hay el antagonismo entre ?moderno?/ ?primitivo?,
?civilización?/ ?Barbarie?, por lo menos no como era utilizado por los
que se consideraban modernos o civilizados. Obviamente Vattimo considera
que el pensamiento débil no hace estas aseveraciones con pretensiones
metafísíco-teoréticas, ya que ello sería recaer en el mismo error. En
pocas palabras, cuando se rechaza la posibilidad de un tratamiento
científico y sistemático del ser y de los fundamentos últimos, ello no
se hace con la pretensión de hacer de fundamento. Con qué tipo de
pretensión ello se haga es otro problema, problema que no fue abordado
por cuestiones de tiempo, pero que Vattimo desarolla en sus escritos. En
todo caso, Vattimo utiliza un ?razonamiento? análogo al hecho por
Nietzsche en el Crepúsculo de los ídolos, en el clásico texto: ?De cómo
el mundo verdadero acabó convirtiéndose en una fábula. Historia de un
error?.
La Posmodernidad - Presentado por: Adolfo Vásquez Rocca
NOTAS:[1] LYOTARD, Jean-François., La Condition Postmoderne. Paris: Minuit, 1979.[2] HABERMAS, Jürgen, El pensamiento postmetafisico, Editorial Taurus, Madrid, 1990, p. 85.[3] El
dominio del sujeto se ve subvertido por el hecho de que siempre nos
encontramos situados de antemano en lenguajes que no hemos inventado
(donde la Razón es equiparada a una subjetividad dominante, a una
voluntad de poder) y que necesitamos para poder hablar de nosotros
mismos y del mundo.[4] «La épistémè no
es una teoría general de toda ciencia posible o de todo enunciado
científico posible, sino la normatividad interna de las diferentes
actividades científicas tal como han sido practicadas y de lo que las ha
hecho históricamente posibles». Cf. FOUCAULT, Michel, La vie: L?expèrience et la science, en Revue de Métaphysique et de Morale, 1 enero-marzo de 1985, R. 10. «En una cultura en un momento dado, nunca hay más que una sola épistémè,
que define las condiciones de posibilidad de todo saber. Sea el que se
manifiesta en una teoría o aquel que está silenciosamente envuelto en
una práctica». FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas, Ed. Gallimard, París, 1966, p. 179.[5] SLOTERDIJK Peter, Critica de la razón cínica I y II, Ed. Siruela, 2004.6] INNERARITY, Daniel, Dialéctica de la Modernidad, Ediciones Rialp, Madrid, 1990, p. 114.[7] «Ni sí ni no, sino todo lo contrario. El último reducto posible para la filosofía». En Discurso de Guadalajara, en Nicanor Parra tiene la palabra, Compilación de Jaime Quezada, Editorial Alfaguara, Santiago, 1999.[8] Augenblick puede traducirse como ?parpadeo?, ?abrir y cerrar de ojos?.[9] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, La ficción como conocimiento, subjetividad y texto; de Duchamp a Feyerabend, En PSIKEBA Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Nº 1- 2006.[10] RICOEUR, Paul, Historia y narratividad, Editorial Paidós, Barcelona, 1999, p. 138.11] Escritor,
pensador estratégico y cineasta francés nacido en París. En 1958 fundó
la organización revolucionaria Internacional Situacionista y la revista
del mismo nombre y carácter, que dirigió hasta su autodisolución en
1972. Entre sus libros destaca sin duda La sociedad del espectáculo
(1967), 221 tesis dirigidas frontalmente contra el reinado autocrítico
de la demencia económica y las nuevas técnicas de gobierno que lo
refuerzan de varias formas (urbanismo, ideología, cultura, etc.). En
este texto autobiográfico se impone la visión lúcida de un autor que se
enfrenta a la voluntad imperialista de los criterios comerciales,
dispuestos a invadir cualquier reducto de la intimidad o la
inteligencia. Sus memorias escritas en 1989 con el nombre de Panegírico,
son un autorretrato a la deriva y sin concesiones a lo que el buen tono
de nuestra época admite como válido. Debord se quitó la vida en 1994,
cuando estaba a punto de cumplir 63 años, disparándose un tiro en el
corazón.12] DEBORD, Guy, La sociedad del espectáculo, Editorial Pre-textos, Valencia 1999.[13] Filósofo francés, nacido en París (1944- ). Profesor en Grenoble, en 1983 desató la polémica con su obra La era del vacío.
Ensayo sobre el individualismo contemporáneo, donde afirmaba la
necesidad de estudiar con más detenimiento la cultura de masas y sus
efímeros movimientos. En El imperio de lo efímero. La moda y su destino en las sociedades modernas
(1987) insiste en ese despegue de la tradición filosófica para atender
al relativismo que subyace en el individualismo contemporáneo.[14] LIPOVETSKY, Gilles, El imperio de lo efímero, Editorial Anagrama, Madrid, 1990.
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