Estética de la virtualidad y deconstrucción del museo como proyecto ilustrado
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Formato: | eBook |
Lenguaje: | Spanish |
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[Madrid] :
Universidad Complutense de Madrid,
2008.
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SLOTERDIJK Y EL IMAGINARIO DE LA GLOBALIZACIÓN; MUNDO SINCRÓNICO Y CONCIERTOS DE TRANSFERENCIA
ESTÉTICA DE LA VIRTUALIDAD Y DECONSTRUCCIÓN DEL MUSEO COMO PROYECTO ILUSTRADO -
Breton aseguró que en su poesía «vuelve a oírse la voz de Lautréamont, pura, joven, que alimenta el fuego que ha empezado a surgir de mis profundidades»; Ferlinghetti lo calificó de «visionario» y ese himno letárgico de Ginsberg titulado Aullido es deudor de su manera de entender la poesía. Hablamos de Philip Lamantia (1927-2005), puntal beat, gema surrealista, llama mística. Sus versos, proféticos, alucinados, telúricos, apenas han sido traducidos al castellano. Ahora, la editorial Varasek publica en dos tomos una Selección de poemas, con un formidable estudio introductorio a cargo de Vicenç Quera. La poeta y conocedora de la poesía beat Mónica Caldeiro ahonda en la proyección, importancia y eco de este colosal poeta.
- Philip Lamantia, ¿se encuadra mejor en el misticismo, el surrealismo o la poesía beat?
- Lamantia es una intersección entre esos tres ejes, aunque me inclinaría por afirmar que, sobre todo, se sitúa entre los dos primeros. No se puede entender a Lamantia sin su influencia surrealista y tampoco sin su misticismo extático. Aun así, me aventuraría a asegurar que en su obra general existe cierta independencia de lo beat, aunque ciertamente viviera esa etapa.
“Lo beat es la antítesis de un modo de vida dictado por la sociedad”
- Y en cuanto a modo de vida, ¿encajó el planteamiento beat de ejercitar una constante rebeldía?
- Lo beat es una clara rebelión contra todo lo que significaba la cultura norteamericana en los años cincuenta y el modelo ideal de vida estable, vivienda en las afueras y familia nuclear. Lo beat es la antítesis de un modo de vida dictado por la sociedad, pero que también responde al concepto de «beatitud», en el sentido de la búsqueda de lo trascendental no solo en lo cotidiano, sino también en lo marginal. La representación de ese ethos tomó diversas formas en los escritores beat, y Lamantia desarrolló su propia forma de «desencajar» y de habitar la marginalidad.
- La rebeldía de Philip Lamantia y otros poetas beat, ¿es una condición, una impostura, una necesidad? ¿Llegaron a domesticarse?
- La rebeldía beat es una necesidad que nació de un grupo de artistas que expresó el malestar de toda una generación. Es fundamental comprender que no se trata de una pataleta temporal ni de rebeldía adolescente, sino de la búsqueda de otras formas de vivir fuera de un sistema opresivo para la vida y el arte.
No creo que los beat llegaran a domesticarse, sino que cada uno de ellos encontró diferentes formas de encarnar esa marginalidad. Algunos lo hicieron poniendo en riesgo su propia vida, otros perecieron por el camino, y los que siguieron, encontraron maneras de seguir escribiendo desde su propio lugar. Si se hubieran doblegado de algún modo, dudo que siguieran suscitando el interés que aún hallamos en sus obras.
- Esa visión tan de Blake, visionaria, la contundencia de sus versos, el aroma de espiritualidad que los sacude… ¿Qué destacaría de su poesía?
- Para mí, Lamantia es un torrente inagotable de imágenes con luces estroboscópicas, es como si su poesía te obligara a ver algo parpadeante, luminoso y único. Es una poesía exigente que requiere que el lector se sumerja en la explosión de cada una de sus evocaciones. No da tregua: obliga a mirar de cerca en las palabras la representación de lo trascendente.
“Todo acto poético es político”
- El registro político en la poesía de Lamantia no está tan presente como en otros autores beat, salvo la causa del pacifismo, acaso, ¿a qué se debe?
- Ninguna escritura es inocente y todo acto poético es político. No creo que se deba infravalorar a Lamantia en ese aspecto. Dedicarse plenamente al misticismo y la trascendencia es una posición política que huye de la producción del capitalismo. Para poder dedicarse a la visión es necesario detenerse, y para detenerse es necesario dejar de producir.
Por otro lado, tampoco hay que olvidar su participación en el Libertarian Circle de San Francisco. Por lo general, la literatura de Lamantia no es abiertamente panfletaria ni necesita serlo, pero su anarquismo pacifista quedó patente en su modo de vida y en su forma de vivir la poesía. Cuando hablamos de poesía y política, es necesario separar la poesía del panfleto. Lamantia no necesitaba expresar con palabras sus ideas políticas para ser anarquista y ecologista, aunque sus libros Narcotica y Meadowlark West sean profundamente políticos.
- ¿Qué explicaría que siendo él en un primer momento, el poeta beat —o en su órbita— más conocido pasase a un eterno segundo plano?
- Lamantia estuvo más interesado en escribir, aprender y vivir que en darse autobombo. Hay otros ejemplos de autoras beat a las que les sucedió algo parecido, como a Joanne Kyger. Kerouac y Ginsberg fueron muy mediáticos y eso propulsó su fama (para bien o para mal), pero no todos los escritores beat escogieron el mismo camino. ¿Afecta eso al acercamiento al público lector? Por supuesto. Pero, por otro lado, la exposición también influye en la mirada de quien lee e incluso a la recepción de la obra, por lo que creo que Lamantia pudo tener menos lectores, pero más auténticos.
“La poesía de Lamantia se basa en la búsqueda de lo visionario y lo trascendente”
- ¿De qué modo el abuso de sustancias psicotrópicas afectó a su poesía? ¿Y su enfermedad, su trastorno bipolar?
- La poesía de Lamantia se basa en la búsqueda de lo visionario y lo trascendente por diferentes vías, y una de ellas fue la experiencia extática mediante el uso de sustancias. No obstante, Lamantia era muy consciente de que su abuso no era algo que necesariamente beneficiara a su poesía. Concretamente, su adicción a la heroína hizo mella en él, pero consiguió curarse gracias a una terapia de LSD con Timothy Leary. Supongo que las sustancias eran un doble filo dada su enfermedad maníaco-depresiva: con algunas buscaba salir de sus fases depresivas, pero otras podían exacerbar el problema.
- El concepto de lo sublime, de lo maravilloso surrealista está muy presente en la vida y obra del poeta. ¿Qué disposición de ánimo se requiere para encontrarlo?
- Creo que esta es una pregunta para Philip Lamantia.
- ¿Qué supuso el descubrimiento del «método paranoico-crítico» para el joven Lamantia?
- Debió de ser lo suficientemente impactante como para que experimentase con él y aplicase ya la superposición de imágenes en sus primeros poemas, de los cuales podemos encontrar «The Touch of the Marvelous» [El toque de lo maravilloso] en la antología ahora publicada por Varasek. Como ejemplo, me remito a los versos que abren el poema: «Las sirenas han venido al desierto / están levantando un tocador junto al camello / que yace a sus pies de rosas». En estos versos, Lamantia crea una imagen aparentemente antitética en la que se superponen planos de al menos dos imágenes distintas.
- El que, en un determinado momento, quemase parte de su obra pasada, ¿fue un acto de contrición, de psicomagia?
- Lo que me parece un acto de psicomagia (y también, en cierto modo, un exorcismo) fue que destruyera parte de su obra y después escribiera otro libro titulado Destroyed Works. Quizá había alguna faceta que quería dejar atrás, quizá estuvo motivado a hacerlo por alguna de sus fases depresivas o tal vez fue un acto de llevar al extremo lo que ya había hecho en la lectura de la Six Gallery: quitarse a sí mismo de en medio.
- De entre los muchos y buenos amigos de Lamantia (Paul Bowles, Breton, Leonora Carrington, John Hoffman, Ernesto Cardenal, Kerouac, Allen…), ¿Quién resultó el más decisivo?
- Diría que Kenneth Rexroth y John Hoffman, sobre todo en sus primeros años como poeta. Rexroth fue una figura decisiva tanto en los círculos del San Francisco de la época como lo fue para el joven Lamantia. Con Hoffman desarrolló una amistad que le dejó una profunda huella; de hecho, en el mítico recital de la Six Gallery que antes mencionaba, leyó los poemas de su amigo fallecido en vez de los suyos. A pesar de los años, siempre le tuvo presente.
“Lamantia fue un lorquiano a la americana”
- Con la cantidad de datos que tenemos sobre el poeta, ¿cómo es que apenas si sabemos de su primer matrimonio, con Lucile Dejardin?
- Tal vez se deba al hecho de que fue un matrimonio relativamente breve (apenas duró cuatro años) y se desconoce si Dejardin tuvo alguna filiación literaria concreta. Si no es el caso, no creo que saber más sobre su matrimonio pueda contribuir a arrojar más luz sobre la obra de Lamantia.
- A su juicio, ¿cuál es el gran poemario de Lamantia?
No sé si «gran poemario» es el término adecuado, pero reconozco que me parece muy bella la edición de City Lights en la que aparecen Tau de Lamantia y Journey to the End de John Hoffman, donde se publican los poemas que Lamantia leyó la noche de la Six Gallery. Quizá, si tuviera que quedarme con un libro de Lamantia, me quedaría con Tau: no solo es representativo de su etapa beat, sino que fue de los pocos manuscritos que él mismo salvó de la destrucción de su obra.
- Vivió durante varios periodos en distintos puntos de España. ¿De qué poeta español podríamos encontrar ecos en Lamantia, de haberlo?
- No puedo afirmarlo con plena seguridad, pero me apostaría un brazo a que Lamantia fue un lorquiano a la americana llevado a lo más extremo de la experiencia.
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SLOTERDIJK Y EL IMAGINARIO DE LA GLOBALIZACIÓN; MUNDO SINCRÓNICO Y CONCIERTOS DE TRANSFERENCIA
- 2009
Adolfo Vásquez Rocca
Adolfo Vásquez Rocca *
Se intenta aquí superar la tradicional antinomia entre arte y tecnología. En cambio, se propone una comprensión del arte
posmoderno a partir de la inscripción del artista en el seno de una cultura de la información. Es así como asistimos a un cambio de
paradigma en el estatuto del arte, a una revolución en la escena artística y de nuestros regímenes de visibilidad, de allí la necesidad
de explorar el desarrollo de las estéticas de la virtualidad que nos instalan en nuevas lógicas de producción de verdad, emancipadas
del museo como instancia última de legitimación artística.
Palabras clave: museo, régimen de visibilidad, verdad del arte, pliegue.
Intenta-se aqui superar o tradicional contraste entre arte e tecnologia. Entretanto, propõe-se uma compreensão da arte pós-
moderna a partir da inscrição do artista em base à cultura da informação. É assim como assistimos a uma troca de paradigma no
estatuto da arte, a uma revolução na cena artística e de nossos regimes de visibilidade, daí a necessidade de explorar o desenvolvimento
das estéticas da virtualidade que nos traz novas lógicas de produção da verdade, emancipadas do museo como instância última de
legitimação artística.
Palavras-chaves: museo, regime de visibilidade, verdade da arte, pliegue.
We try to surpass the traditional antinomy between art and technology. We propose an understanding of the postmodern art from
the inscription of the artist in the core of a culture of information. We assist to a change of paradigm in the status of the art; to a
revolution in the artistic scenario, and in our visibility regimes. Hence the necessity to explore the development of the aesthetics of
virtuality that puts us in new logics of the production of truth, which are emancipated from the museum as the last instance of
artistic legitimating.
Key words: museum, visibility regime, truth of the art, fold.
sor del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Departamento de Artes y Huma-
nidades de la UNAB y profesor asociado al grupo Theoria, proyecto europeo
de investigaciones de postgrado, UCM. E-mail: adolfovrocca@gmail.com
ORIGINAL RECIBIDO: 30-I-2008 – ACEPTADO: 22-II-2008
nomadas@ucentral.edu.co • PÁGS.: 122-127
Dibujo EMBERA: Astrid Ulloa
123
transformación del
estatuto del arte y
cultura global
En la ciudad global, en la mega-
lópolis hiper-conectada y sus carrete-
ras de la información –entre el flujo y
la densidad de las unidades de datos–
nos desplazamos a través de figuras y
entidades híbridas, espectros de una
cultura post-humana, capturadas y
encapsuladas en bloques de bits.
Las nuevas mega-ciudades
con sus sofisticados proyectos
de desarrollo urbano, basados
en su prioritaria preocupación
por la conexión inmediata con
otras ciudades globales y el de-
sarrollo de megaestructuras
arquitectónicas multifuncio-
nales y autosuficientes, han
provocado la desertificación
del entorno y gestionado el
hábitat sofocado de los nuevos
centros comerciales, recintos-
feriales y estadios cubiertos.
Son los nuevos invernaderos,
caparazones para una vida que
apunta –en la era del capita-
lismo integral– a la total ab-
sorción del mundo exterior
en un interior planificado en
su integridad1 .
Asistimos así a la transfor-
mación del estatuto de lo real y a la
diversificación de las formas de produc-
ción de verdad y de circulación de ideas
y obras, con la consiguiente acelera-
ción de su difusión telemática, así
como a los procesos de descentramien-
to que instalan el arte en un nuevo
horizonte de interactividad y resonan-
cias políticas globales.
Es en este contexto donde cabe
revisar las funciones del museo, prin-
cipalmente en su papel de archivo que
fija la verdad del arte, esto es, como
el dispositivo fundamental de la auto-
reflexión en orden a construir un
imaginario epocal en el cual recono-
cerse, ejercicio verticalista desde el
cual se pauta la cultura y se adminis-
tra el gusto.
Hoy, en nuestras sociedades líqui-
das del flujo y la deriva de la identi-
dad, el arte no puede ser fijado e
inmovilizado para ser objeto de pro-
cesos de indexación. Hoy –como nun-
ca– arte y vida se codeterminan y se
copertenecen (Vásquez, 2006), y ha
sido precisamente la digitalización de
las imágenes, su tránsito e incluso su
constante y aleatoria modificación por
parte de usuarios que comparten en
la Red sus licencias creativas, lo que
configura nuevas formas de transferen-
cia de conocimientos y circulación de
imágenes en una nueva comunidad
virtual sin centro y sin periferia. Una
Red que se articula a partir de un en-
tramado de navegaciones o trayectos
enlazados y federados: multilíneas en
paralelo que pueden ser contempla-
das en su conjunto, de modo hori-
zontal. Esto funda un nuevo orden de
visibilidad abierto a los puntos de
contraste y fractura con los discursos
canónicos, unidimensionales y políti-
camente correctos, a la vez que propi-
cia la creación cooperativa y la acción
colectiva de inteligencias. Es precisa-
mente aquí donde el descentramiento
aparece como la estrategia
más efectiva para deconstruir
la lógica del discurso único,
de “la verdad del arte”, que
precisamente el museo
tradicional lucha por pre-
servar. Así pues, se enfrenta-
rán esta memoria despótica,
archivística y docu-monu-
mental del museo con la
memoria relacional, inter-
productiva, de las tecnologías
informáticas.
2. Virtualidad,
producción
simbólica y
régimen de
visibilidad
Debe resaltarse, por más
museo no siempre ha estado
ahí, ni seguramente estará ahí eterna-
mente. Como cualquier otra institu-
ción humana debe situarse social,
histórica y epistémicamente, ya que
pertenece a un determinado proyec-
to cultural, civilizatorio cabría decir,
y cobra sentido como parte de un
conjunto de prácticas de representa-
ción y asentamiento de la verdad es-
pecíficas de una época. El museo,
como institución epocal, no puede
por tanto ser ajeno a las transforma-
Pedro José Figueroa, “Bolívar y la alegoría de América”, 1819, óleo/tela, 125 x 97 cm
(detalle). Colección Casa Museo Quinta de Bolívar, Ministerio de Cultura
NÓMADAS124 NO. 28. ABRIL 2008. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA
ciones tecnológico-comunicativas, ni
a los modos de producción artística
y cultural derivados de dichas trans-
formaciones, al modificarse las for-
mas de representar simbólicamente,
de construir la verdad y la memoria,
notas identitarias que le permiten al
ser humano su autocomprensión y
–con ello– su sentido de pertenencia
e inclusión en las comunidades con
las que se identifica y en las que se
reconoce (Marchán, 2006).
En las sociedades informatizadas
y globalizadas, el museo ha sido des-
plazado de su papel hegemónico como
administrador del régimen de visibili-
dad de una cultura, de dispositivo de
verdad, para dar paso a nuevas prácti-
cas artísticas de producción simbóli-
ca de imágenes y relatos –asociadas con
la digitalización y la virtualidad–, es-
trategias de reconocimiento siempre
provisionales propias de las identida-
des en fuga y del tránsito constante
del animal que se desplaza en asenta-
mientos nómadas. Este activismo a la
vez político y medial que propician los
dispositivos digitales de interacción
social, genera modos de comunicación
directa entre los ciudadanos, no me-
diados por el interés de las industrias
culturales o los aparatos del Estado.
La introducción en el imaginario
colectivo del ciberespacio, abre nue-
vos horizontes políticos y nuevas re-
laciones de poder. Espacios de
redefinición constante de las prácti-
cas discursivas y ensayo de nuevas
subjetividades.
Así, en ausencia de patrias, los
hombres fijan sus huellas y gestan ima-
ginarios tribales –en los que recono-
cen filiaciones acotadas y pertenencias
locales a determinados nichos comu-
nitarios–. De modo que nuestros des-
plazamientos en la Red debieran
propiciar nodos capaces de introducir
en nuestra experiencia interconectada,
reflexividad, interacción y diálogos
mínimos en el gueto de nuestra ciu-
dadanía internaútica.
No estamos, por tanto, ante la
idea de un todo simultáneo y su re-
presentación correspondiente. La
idea de redes refiere a múltiples tra-
yectos individuales –que se entre-
cruzan, a menudo chocan, y otras
veces se interrelacionan– más que a
la pertenencia a un conjunto homo-
géneo y estable. Aquí se subraya so-
bre todo el carácter constructivista
que asume la navegación por la Red.
Esto es determinante para todo
el discurso posmoderno, abierto a los
puntos de contraste, fractura y sos-
pecha sobre todo texto y –por qué
no señalarlo– sobre el autor que lo
ha articulado. Es precisamente aquí
donde el descentramiento aparece
como la estrategia más efectiva para
deconstruir la lógica del discurso úni-
co, la tiranía del principio de no con-
tradicción y la voluntad de sistema a
él adherida.
3. Valor de verdad
del arte y la
deconstrucción del
proyecto de museo
ilustrado
Sin duda, el cuestionamiento del
museo como el lugar del valor de ver-
dad del arte está vinculado con toda
la crítica que la vanguardia realiza del
proceso de fetichización del que el
propio museo forma parte (Marchán,
2006). Para las vanguardias, esta insti-
tución tiende cada vez menos a ser ese
lugar de realización de la verdad del
arte y a ser concebida más como el
lugar de su muerte, de su falsificación.
La consigna adorniana de museo
como “mausoleo” da cuenta de este
distanciamiento de las vanguardias, así
como toda la tradición del museo sin
paredes o del arte público –sacado a
la calle– que explicita esta desconfian-
za creciente en el arte museográfico,
concentrado cada vez más en la lógica
del espectáculo y la industria cultural
y menos en su potencial de produc-
ción cognitiva, de verdad.
Aquí no podemos dejar de apun-
tar lo paradojal que resulta el hecho
de que si bien las vanguardias históri-
cas anatematizaban el museo como
panteón del arte, ellas sólo se vieron
consagradas cuando fueron acogidas
en sus salas, únicas garantes de la rele-
vancia de la obra y, en consecuencia,
sacralizadoras del arte: exactamente la
función tan denostada por los auto-
res de las obras que colgaban de sus
muros. Esta observación, pese a todo,
no contradice nuestra tesis central acer-
más bien la confirma.
museo han sido socavados desde va-
rios frentes: éste que hemos venido
analizando, el desmantelamiento del
concepto de museo operado desde la
crítica cultural, ha removido parte
importante de las bases del panteón,
pero los procesos de banalización de
la cultura han hecho también su par-
te; la deriva del museo al territorio
de la industria cultural y el entreteni-
miento ha propiciado esa particular
dinámica de percepción propia del
turismo cultural, aquella que Benja-
min teorizará al dar cuenta de cómo
se introduce una inclinación a la per-
cepción distraída, no reflexiva.
En la era digital el museo ha sido
–también– objeto de una desterritoria-
lización; con la emergencia de las gale-
125NÓMADASVÁSQUEZ ROCCA, A.: ESTÉTICA DE LA VIRTUALIDAD Y DECONSTRUCCIÓN DEL MUSEO COMO PROYECTO ILUSTRADO
rías virtuales y la desmaterialización del
arte, la circulación de bienes cultura-
les ha asumido nuevas formas, desar-
ticulando el hegemónico circuito de
exhibiciones, y dando paso a una nue-
va escena artística, donde el arte pue-
de estar en todas partes a la vez, sin
centro y sin periferia.
El museo es heredero del mismo
programa ilustrado de la Enciclopedia.
Caracteriza a los conocimientos el he-
cho de que se acumulen como
un capital: un capital que per-
tenece a una humanidad ilus-
trada en su conjunto y que
adquiere el sentido de verdad por
obra de teóricos y privatizadores
del saber, sobre todo, por las
clases gobernantes y sus porta-
dores de secretos. Las ciencias
empíricas –con sus géneros li-
terarios filiales– se registran en
el gran libro de la teoría neo-
europea; fueron los franceses
ilustrados los que con su carac-
terístico genio práctico, ya a me-
diados del siglo XVIII llevaron
a cabo el proyecto de la Enciclo-
pedia (Sloterdijk, 2004). Del
mismo modo, la concepción
moderna del museo es un hecho
relativamente reciente, también
surgido con caracteres precisos de
autoconciencia y de voluntad progra-
mática a partir de la mitad del siglo
XVIII, como parte de la afirmación y
difusión de la cultura ilustrada. El paso
del carácter privado al público de las
colecciones de arte transcurre de di-
versos modos en la Europa del siglo
XVIII, relacionado con la consolida-
ción del concepto de patrimonio artís-
tico como bien de la colectividad. El
decreto por el cual la Asamblea Na-
cional transformaba las colecciones
reales del Louvre en el Musee Central
des Arts asume el valor de inicio de una
nueva era en la historia del museo.
El archivo, como depósito de
memoria, es pues hijo directo del
racionalismo ilustrado, que aspira a la
clasificación total del saber. El museo,
como invención del siglo XVIII inspi-
rada en el espíritu de la Ilustración,
parte del principio de ordenación del
saber. La transformación de la colec-
ción palaciega en museo no significa
sólo el paso de los objetos de arte de
una estancia en palacio, y por tanto
de carácter privado, a un edificio des-
tinado a tal efecto y con finalidad pú-
blica, sino la aplicación de los princi-
pios enciclopédicos a la clasificación
y catalogación de las obras de arte, de
modo tal que las funciones del mu-
seo están estrechamente vinculadas a
la Academia y a la empresa ilustrada
de la formación de un gusto público,
esto en la ciega creencia en la universa-
lidad del arte y la cultura.
No parece necesario mostrar aquí
cómo este sueño ilustrado ha sido roto
en la posmodernidad con el desmon-
taje del cuadro y del rito contemplati-
vo de la pintura (de la sacralización del
aura, de la fetichización de la pieza úni-
ca) realizado mediante la crítica de la
tradición aristocratizante de las Bellas
Artes y el cuestionamiento del marco
institucional de validación y consagra-
ción de la “obra maestra”, de las histo-
rias del arte y del museo. No obstante,
sí cabe atender la génesis del proyecto
museo ilustrado dado que éste en sus úl-
timos enclaves de resistencia sigue vin-
culado con intereses de clase y de
dominación cultural, cumpliendo su
función hegemónica conser-
vadora de salvaguarda del es-
tablishment cultural, de
administrador interesado y
parcial de un imaginario
particular, que intenta pre-
sentarse despóticamente ho-
mologado con la cultura
perenne, resistente a los ava-
tares del tiempo y, sobre
todo, a las embestidas de las
vanguardias con su agitación
y sus propuestas de ruptura
en el plano político-estéti-
co, irrumpiendo como lo
han hecho con un nuevo
régimen de visibilidad y
produciendo las transforma-
ciones de lo artístico.
4. Las
transformaciones
del estatuto
de lo artístico
Como vemos, y esto no sólo en
la esfera de la virtualidad, lo artístico
ha alcanzado un estatuto ontológico
propio como instancia de interpela-
ción de lo real. Esto acontece con el
arte que ha devenido un ejercicio crí-
tico, cercano a la propuesta concep-
tual y a los performances, movimientos
que se han constituido en una resis-
tencia frente a la estetización de lo ba-
nal amparada por un proceso de
Pedro José Figueroa, “General Santander”, c. 1825, óleo/tela (detalle).
Colegio de San Bartolomé. Archivo fotográfico: ICC, 1960.
NÓMADAS126 NO. 28. ABRIL 2008. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA
masificación del gusto y del juicio es-
tético, así como por la pérdida de sen-
tido histórico hasta convertir las obras
en objetos cosméticos y ornamentos
superficiales, averiados en su sentido.
El proceso de globalización del
consumo de arte, donde el gusto ha
devenido “elitismo de masas”, ha dado
lugar a una “cultura estetizada” en la
que proliferan las multitudes de turis-
tas que invaden los museos y galerías,
que consumen información artística
con una actitud de shopping propia de
la sociedad del espectáculo y el impe-
rio de la moda, devorando las
producciones artísticas –sobre
todo las audiovisuales que
exigen un menor esfuerzo–. Pro-
lifera así una estética que reivin-
dica el “mundo del arte”, es
decir, “todo lo que tiene que
ver con el arte exceptuando el
arte mismo” (Gardner, 1996):
la empresa cultural que gira en
torno al artista, desde los críti-
cos conciliadores, los curadores
convertidos en súper-estrellas,
pasando por los compradores,
hasta los snobistas, la farándu-
la y los pseudo-intelectuales
(Fajardo, 1999).
De forma paralela a estas
elitistas prácticas mercantiles
y al obsceno gusto decorati-
vo e indigesto en auge, se produce
una tendencia a aligerar el arte de
su contenido crítico, de su actitud
transgresora, innovadora y –por mo-
mentos– corrosiva. Se trata de una
particular tendencia a despolitizar el
arte, restándole toda fuerza de rup-
tura e innovación. El arte contempo-
ráneo ha dejado de ser cáustico como
lo fueron las vanguardias de los años
veinte. No se debe ser ingenuo y sub-
estimar la habilidad con la que el sis-
tema de convenciones institucionales
ha logrado reingresar constantemen-
te el gesto iconoclasta al inventario
calculado (razonado) de las desviacio-
nes permitidas, neutralizando así el
ademán irreverente y reeducando el
exabrupto (Vásquez, 2005).
5. El arte se repliega
en sí mismo
Como lo señala Sloterdijk en “El
arte se repliega en sí mismo”: “Los
museos, bienales y galerías son las ins-
tituciones actuales para la producción
de visibilidad estética, y la misma
producción estética se halla irremisi-
blemente colonizada museística y
galerísticamente. Allí donde hay una
galería, hacia ella fluye el arte de gale-
ría” (Sloterdijk, 2002).
De este modo, la producción ar-
tística gira en torno a la elaboración
de exposiciones. El aparato moderno
de mediación del arte se ha instalado
como una máquina de mostrar que
desde hace ya largo tiempo es más po-
derosa que cualquier obra individual.
De allí también el protagonismo que
han adquirido los curadores, dado que
se les asigna el papel de editar, esto es,
de dar un sentido a un conjunto de
producciones que si no fuera por la
unidad dada por el crítico como in-
térprete super-dotado, aparecerían en
su radical autonomía, dispersas, sin
ánimo de suscribir ninguna teoría del
arte, ni adscribirse a tendencia alguna
que le reste peso de realidad a su radi-
cal voluntad expresiva –necesariamen-
te individual– insurrectas y resistentes
a su subsunción en un catálogo
homogeneizador. La produc-
ción de exposiciones, con su
correspondiente tranza bur-
sátil, su núcleo mercantil y
la puesta en escena fashion,
son parte de las estrategias
socializadoras con que el
mercado del arte y la socie-
dad del espectáculo coque-
tean con una clase intelectual
cada vez más farandulera, se-
ducida por los flashes y la
ocasión socialite ampliada en
las páginas sociales de algún
prestigioso matutino. Esta
corte con sus flancos publi-
citarios, sus sistemas de in-
fluencia y especulación se ha
vuelto autónoma por enci-
ma del valor de las obras ex-
puestas y no muestra en
última instancia ningún otro poder
creativo que el suyo propio, el de la
exposición misma. Como certera-
mente apunta Sloterdijk (2002), el
negocio del arte tiene como conflicto
hacerse visible. El negocio del arte es
así un sistema de celos y exhibicionis-
mo. En él, el deseo de las obras con-
siste en convertirse en objetos de
deseo. El mercado las hace sensuales,
el hambre de deseo las hace bellas, la
obligación de llamar la atención gene-
ra lo interesante (Ibíd.).
Luis García Hevia, “Muerte del General Santander”, óleo/tela, 1841
(detalle). Colección del Museo Nacional. Fotografía: ICC.
127NÓMADASVÁSQUEZ ROCCA, A.: ESTÉTICA DE LA VIRTUALIDAD Y DECONSTRUCCIÓN DEL MUSEO COMO PROYECTO ILUSTRADO
Pero en su fuero íntimo las obras
desean sustraerse al régimen de visi-
bilidad, es decir, replegarse sobre sí
mismas. Casi nada en ellas ofrece su-
perficies vulnerables a la mirada. La
obra permanece plegada, enrollada en
sí misma, encuadernada en sí misma,
por así decirlo, cerrada. Su día de
exposición y despliegue no es hoy, tal
vez ya no lo sea nunca, tal vez no lo
sea aún. No obstante, tiene una for-
ma de existencia, aunque no una del
tipo habitual. La presencia de la obra
no es ni la presencia de su valor ni de
aquello que contiene de visible. No
se revela en su plenitud, se mantiene
en un ángulo agudo respecto al mun-
do. La curiosidad no puede leerla
hasta el final y consumirla, la mirada
choca con las cubiertas. En algunos
casos el pliegue es tan denso que uno
ni siquiera puede estar seguro de si
en realidad hay obras en el interior.
¿Dónde está la pared blanca en la que
pueda ser extendida la totalidad de
superficies plegadas? ¿No sería bueno
que existiera una pared así? ¿O esas
obras han rehusado por su cuenta
dicha pared? ¿Se han resignado ante
su imposibilidad de ser descubiertas?
¿Están enfadadas con la pared blan-
ca? En aquella otra pared hay un cua-
dro blanco sobre fondo blanco o sólo
un espacio, el vacío de un cuadro
robado por su propio pintor.
6. El negocio del arte
como sistema de
celos y
exhibicionismo
Las obras no dejan percibir nada
sobre sus experiencias con paredes y
galerías. Su historia previa cuenta
poco en el momento. Su estar por
ahí tiene algo de repentino y casual.
Ahora permanecen plegadas en sí
mismas ante nosotros, no alegan nada
en su defensa, no muestran enojo, no
toman ninguna iniciativa contra sí
mismas, se preservan. Reclaman algo
de espacio al margen, sin jactarse de
su existencia. Están en el margen,
humildes como estanterías en una
bodega; puestas, no expuestas; colo-
cadas unas junto a otras, no presen-
tadas en primer plano (Sloterdijk,
2002).
¿Están tristes esas obras? ¿Tienen
nostalgia de las grandes paredes va-
cías? ¿Se sienten no realizadas en su
íntimo ser-para-la-compra? ¿Simulan
ante las grandes exposiciones una ca-
pacidad para el exilio de la que se
arrepienten secretamente?
¿Pueden los artistas ensimismarse y
convertirse en autistas, abandonar el
arte sin exponer? Pero qué es lo que
tendrían que abandonar realmente,
tal vez sólo el sistema de galerías y
visualidad social. Es decir, aquello en
lo que ya no está el arte, sino más
bien donde se le encubre y enmascara.
Este fue, sin duda, el sentido del
gesto iconoclasta de Beuys con su
declaración de abandono del arte,
con el que puso en operación el sue-
ño vanguardista de la disolución del
arte en la vida. Quizás haya que fraca-
sar como artista para avanzar como
hombre. Quizás deban descansar in-
cluso los mismos poderes creadores
de obra como terrenos ya demasiado
explotados durante largo tiempo. Los
desmontajes de la felicidad creativa
muestran al arte la dirección para
hacerse a un lado.
Pese a todo, éste no es un tiem-
po del cual esperar mucho. Pronto
saldremos también de esta sala. Nin-
guna distancia habla ebria de una fu-
tura gran felicidad. Pero lo visto es lo
visto. ¿Qué es visibilidad? Quizás la
cotidianeidad de la revelación. ¿Qué
es entonces revelación? Que algo nos
ilumine con su visibilidad. Cuando
estamos al aire libre. Cuando estamos
tan afuera que el mundo se muestra.
Cita
1 Particularmente en las artes se obser-
va un refuerzo del papel de las insti-
tuciones directamente ligado a pro-
gramas de promoción de las ciuda-
des, como la implantación de gran-
des museos que albergan exposicio-
nes internacionales, inmensas edifica-
ciones que contribuyen a la es-
pectacularización de las ciudades y al
turismo cultural, lo que conduce, a
su vez, a un redimensionamiento de
la producción artística concebida
para esos espacios.
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SLOTERDIJK, Peter, 2002, “El arte se re-
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