lunes, 17 de diciembre de 2007

HITLER Y LAS FICCIONES SOBRE ALEMANIA; Los asesinos están entre nosotros

Adolfo Vásquez Rocca [*]


Prólogo

Sin duda el potencial iconográfico de la política nazi fue un aspecto esencial del éxito sobre un pueblo que no tardó en erigir a su Führer como el centro de su verdad y el sostén narcisístico de su imagen, con un precio muy alto a pagar, por supuesto. Considero además muy atinada la relación de la realización paroxística de elementos del arte vanguardista con las prácticas de manipulación habituales en la política de hoy día a través de las imágenes, las presentaciones histriónicas, y también el uso del lenguaje. Estas prácticas se han hecho hoy habituales en la política, donde se prioriza lo mediático en desmedro del contenido programático. Recuerdo aquí una frase de Harold Pinter en su discurso de agradecimiento al Nobel cuando refiriéndose a Bush, dice: “El lenguaje se usa hoy en día para mantener controlado al pensamiento. Las palabras “el pueblo americano” producen un cojín de tranquilidad verdaderamente sensual. No necesitas pensar. Simplemente échate sobre el cojín. El cojín puede estar sofocando tu inteligencia y tu capacidad crítica pero es muy cómodo.” Tesis perturbadora y original -ésta que presentamos- desarrollada con una perspicacia filosófica poco habitual y un estilo literario marcado por las metáforas sugerentes.

Lic. Rosa Aksenchuk
Psicoanalista. Universidad de Buenos Aires.


Estética y Teoría del Arte

1.- El artista como dictador social

Tomemos un par de ideas, la del artista como dictador social o lo que parece su reverso, la del político como artista, pero no en el sentido clásico del arte de lo posible, sino en el sentido común del término. De este modo supongamos que nos estamos refiriendo al político como escenógrafo. Veamos qué obtenemos al aplicar este concepto a Hitler. Aquí, intentaré complementar ideas esbozadas en otros Artículos, y que hasta ahora han sido generalmente mal interpretadas; por ello aquí se requiere leer con atención y analizar con precaución las ideas que a continuación expondré. Una de ellas es el modo cómo los problemas estéticos están a la base de cambios ideológicos y sociales, así como la concepción de la política como obra de arte. Comencemos a diseñar el escenario para ilustrar la provocativa tesis acerca del valor cognoscitivo de la ficción, en particular de la historia novelada a partir de sobreinterpretaciones. Hitler posee una biografía bastante singular, generalmente ignorada. Desde muy pequeño Hitler sufrió los maltratos de su padre, llamado Alois Hitler el cual luego de varios matrimonios fallidos se caso con la que sería su madre Klara Polz, ella fue una de las dos mujeres que el amo mas en todo el mundo y a la que acompaño hasta el día de su muerte, de hecho se dice que el mantuvo durante toda su vida un retrato de su madre al lado de su cama, desde muy pequeño, alrededor de los 17 postulo a su única vocación que era la pintura pero su admisión es rechazada por la academia de bellas artes, sin darse por vencido vuelve a intentarlo el próximo año cosechando los mismos resultados. A los 47 años su madre muere de cáncer y queda completamente solo ya que su padre había muerto un par de años antes, por ser menor de edad, le correspondía un cupo en la pensión de huérfano la cual cedió a su hermana Paula, que fue su única hermana por ambos lado, luego de esto se dedico a vagar por las calles de Viena y vivía gracias a algunos dibujos que lograba vender, como comentaban algunos de los mas cercanos, al joven Hitler nunca pudo cuajar una amistad de verdad y ni siquiera tenia relaciones con el sexo opuesto. Nunca tuvo interés por inscribirse al servicio militar de Alemania ya que era visto como débil, pero viéndolo como única alternativa postulo siendo rechazado por tener un físico inadecuado para portar armas. Al estallar la primera guerra mundial decide inscribirse como voluntario, quedando en dos ocasiones gravemente herido. Llego tiempo después a considerarse, en un sueño megalómano, como el elegido para conducir el destino de Alemania; de esta manera, gradualmente, logra subir de nivel en los puestos de su país, no fueron cargos que tomo el mismo por la fuerza, si no que fueron correctamente obtenidos por votaciones electorales. Hecho poco atendido por la historia La gran pregunta es como un hombre que desde pequeño no destacaba en ningún ámbito, un hombre más bien vulgar y corriente, pudo alcanzar tal nivel de poder como el que obtuvo y cómo pudo lograr que una nación entera, tan culta como la alemana, le rindiera pleitesías, y lo viese como un el gran líder que volvería a Alemania a su época de máximo esplendor, el Tercer Reich duraría mil años –eran sus palabras-. Es claro que la coyuntura económica de Alemania no explica por sí sola el éxito de Hitler. Ahora bien, aquí comenzamos a poner en juego una de nuestras interpretaciones o sobreinterpretaciones: Hitler, según confesión propia, nunca dejo de pensar en sí mismo como un artista que sacrificó el ejercicio de su talento estético en aras del deber. Aun cuando se podría decir, bajo ciertos términos, que no lo sacrificó, simplemente lo lanzó a una dimensión hasta ahora incomprendida por la historiografía. Para leer el mundo y sus sucesos sospechosamente – y establecer sobreinterpretaciones – es necesario haber elaborado algún tipo de método obsesivo. La sospecha, en sí misma, no es patológica: tanto el detective, el científico, como el historiador sospechan en principio que algunos elementos, evidentes pero en apariencia insignificantes, puede ser indicio de otra cosa que no es evidente y, sobre esta base, elaboran una nueva hipótesis que hay que fundamentar. Sin embargo, se considera que el indicio es signo de otra cosa sólo cuando cumple tres condiciones: que no pueda explicarse de forma más económica; que apunte a una clase limitada de causas posibles y no a un número indeterminado de causas diversas; y que encaje con los demás indicios Porque, ¿Qué son sus experimentos médicos con presos, las mutilaciones, los ensayos de metamorfosis? O el exterminio masivo de reclusos en las cámara de gas, donde muchos morían de asfixia por aplastamiento antes que se liberara el gas letal. Tampoco podemos olvidar esas "performances" que eran los desfiles militares y los mítines. Sin duda alguna las manifestaciones dadaístas, surrealistas y situacionistas, comparadas con la "poesía" hitleriana, fueron un "simple arrebato neorromántico". La mayoría de historiadores, artistas e intelectuales, cierran los ojos ante la evidencia histórica. Esto –que– haría enfurecer a André Bretón, sin embargo-que duda cabe- es una paradójica verdad; aquí el papa del surrealismo es engañado por su propio truco. André Bretón cae en todo tipo de contradicciones. André Bretón, el hombre que sólo aceptaba como arte el libre fluir del inconsciente sin ningún tipo de censura estética, moral o lógica; el hombre que había proclamado que el acto surrealista por excelencia era bajar a la calle empuñando un revólver y disparar al azar contra la muchedumbre, este mismo hombre, expulsa a Dalí del surrealismo por pintar El enigma de Hitler, y se escandaliza cuando otro miembro del grupo surrealista, sin ningún tipo de motivación, quema la puerta de su casa, con grave riesgo de provocar una gran catástrofe. Tampoco pueden leerse las memorias de Luis Buñuel1 sin sentir un poco de vergüenza por su idiotez ejemplar. En ellas nos cuenta como la gente vio lirismo y poesía (se refiere a la película Un chien andalou) donde sólo había una vehemente apología del asesinato. Más allá de las ironías supuestas, debemos reconocer que sí bien los dadaístas fueron los primeros, los originales, los creadores de la expresión más pura y violenta del arte del siglo XX, es también necesario reconocer que Adolf Hitler fue el dadaísta más colosal, el más espectacular y, como no, el más siniestro y macabro. Fue precursor del body-art, de la performances, de los happenings thanaticos. Un situacionista aventajado, para el cual la vida diaria era una locura desatada; un payaso para el que sólo existía una única realidad y, por tanto, todo debía tomarse en serio: ejemplo proteico de un sintético, indivisible, que no observó jamás que pudiera haber diferencia alguna entre la vida, la política y el arte. ¿Cómo un asesino en masa pudo ser quien anticipará estas ideas que están a la base de la posición de cierta vanguardia nihilista?

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2.- El político como escenógrafo.

Hitler, que tenía veleidades de pintor y arquitecto, abordo la política siempre con referencia a imágenes, sus planes, pese a su mediocridad como artistas, siempre tuvieron una dimensión estética e iconográfica. En esto fue muy sistemático. Puede decirse que su política era insustancial en términos de contenidos programáticos, pero era particularmente densa en la convocatoria mediante las imágenes. El ingrediente visual y artístico de su política fue un aspecto esencial de su éxito. Su política no apelaba a la razón, a la capacidad de entendimiento, sino a la emoción y a la fantasía, cosa que se hace mucho mejor con imágenes o efectos oratorios que con discursos sustanciosos. El corazón y la sensibilidad de las masas eran su objetivo. Y lo lograba porque se comunicaba con el alemán medio apelando a las imágenes y símbolos nacionales: os bosques brumosos, las aldeas campesinas, las valquirias ecuestres que habían sido impuestos por un siglo de propaganda nacionalista. En este sentido es que su política era profundamente antiliberal: despreciaba y procuraba sumir al individuo en la comunidad. Lo importante era la unidad y la fuerza de la nación nos las opiniones o la libertad de cada individuo. La política de Hitler era, en definitiva, como la música de Richard Wagner, desmesuradamente emotiva, dominada por climas sugestivos para el oyente más por ideas musicales originales o sustanciosas. Sus discursos no delineaban un programa ni hacían promesas reclamaban un compromiso. Para él la política era un juego de movilización de voluntades, los que suponía anular las individualidades. El oyente le rendía su voluntad a él, el líder, que se la devolvía fortalecida. Como él mismo, lo explicó: “El hombre que se incorpora a ese mitin dudando y vaciándolo, lo abandona reforzado: se ha convertido en un eslabón de la comunidad”. En el capitulo sexto de su libro Mi lucha, Hitler escribió que el propósito de toda propaganda es “presionar y limitar el libre albedrío del hombre”. Y para ello apeló a una meticulosa escenografía en sus actos políticos. Fue el primer político que apareció el real poder de la amplificación y el efecto emocional de los focos, lo que aplicó de forma sistemática en sus masivos mítines nocturnos. Ahora bien, no tiene nada de disparatado la comparación entre los públicos de rock and roll y los actos de masas de los nazis. Cualquier cosa que pueda congregar a ese número de personas es política -diría William Burroughs. Por otra parte, en su carácter de estrella de esas óperas políticas que eran sus actos, ensayaba hasta el detalle. Siempre estudiaba la acústica de las salas donde hablaba, practicaba frente a un espejo y encargaba a un fotógrafo del partido que lo tomara en todos los detalles para luego poder estudiar las tomas. La estética wagneriana de la política sirvió a Hitler para seducir a los alemanes, el pueblo más instruido de Europa en ese tiempo. Al respecto es también relevante el testimonio de Feyerabend, testigo de época. Según su descripción1los actos de Hitler –en su ascenso al poder– seguidos por muchos austriacos, poseían una coreografía perfecta. “Bandas militares tocaban melodías conocidas. Paraban, comenzaban, paraban, volvían a empezar: Hitler nunca fue puntual, De pronto, la Badenweilermarsh, la marcha preferida de Hitler. Un griterío entusiasta se escuchaba a lo lejos, se acercaba, subía de volumen hasta que toda la audiencia era una masa rugiente de júbilo. Uno o dos discursos de Goebbels, Hess, Goering o alguno de los dirigentes nazis locales y, finalmente, Hitler. Comenzaba lentamente, titubeante, con voz baja y sonora: “Volksgenossen und Volksgenossinnen” (Compatriotas, hombre y mujeres). Muchas personas, jóvenes y viejas, hombres y mujeres, mi madre entre ellas, eran hipnotizados por su voz. Bastaba con oírle para que se sintieran paralizadas. “Amaba a Hitler”, escribe Ingmar Bergman en su autobiografía, contando sus impresiones de estudiante adolescente en intercambio. “El único rostro entre hombres sin rostro”, fue la reacción de Heidegger. “Es un fenómeno: qué lástima que yo sea judío y él antisemita”, dijo Joseph von Sternberg, el descubridor de Marlene Dietrich, director de El ángel azul y de muchas películas de Hollywood después. Hitler aludía a los problemas y los logros locales; hacía chistes, algunos de ellos bastante buenos. Gradualmente cambiaba el tono del discurso; al abordar los obstáculos y los reveses, Hitler aumentaba la velocidad y el volumen. Los estallidos que eran las únicas partes de sus discursos que el mundo conocía estaban cuidadosamente preparados, bien escenificados y aprovechados en un tono más calmado cuando habían pasado. Eran resultado del control, no de la cólera, el odio o la desesperación, al menos mientras Hitler estuvo en una buena forma física y al frente de los acontecimientos.

3.-Wagner y Hitler: ficciones sobre Alemania.

Este escrito, como una lectura desatenta podría sugerir, no es una apología de Hitler. En mi opinión pone en cuestión la rebeldía y el potencial rupturista de las vanguardias artísticas de principios de siglo al compararlas con el despliegue político-escenográfico de Hitler. En este sentido es que afirma que Hitler fue precursor del body-art, de la performances, de los happenings thanaticos, dando a todos estos elementos del arte vanguardista una realización paroxística y, lo que es más fundamental, llevada a cabo sin un freno moral burgués, capitalista, tal y como se proponían los programas del surrealismo y del dadaismo en sus respectivos manifiestos. De este modo en el texto se destaca el potencial iconográfico de la propaganda nazi, en desmedro de sus programas políticos, vale decir, la preponderancia que otorgaba a la manipulación en masa de las voluntades y las emociones a través de las imágenes y presentaciones públicas en las que destacaban sus capacidades histriónicas de agitador de masas al modo operático wagneriano. De allí que Wody Allen dijera: “escucho música de Wagner y me dan ganas de invadir Polonia”. Estas practicas se han hecho hoy habituales en la política, donde se prioriza lo mediático en desmedro del contenido programático. –Cuando Hitler nace todo lo demás muere. Con él nacen los nuevos temas y formatos artísticos dotados por vez primera de una efectiva y placentera dimensión estética. Recogiendo el testigo de una tradición que se remonta hasta el incendiario Nerón y sus megalómanos delirios destructivos. Hitler devolverá al arte el sustrato épico y total que acabará dinamizando toda su obra -sí, es ese mismo "teatro total" con el que Artaud había soñado-, y fundirá, ya para siempre, vida y representación: realidad y ficción. Hitler, como sabemos, nunca dejó de pensar en si mismo como una especie de artista que sacrificó el ejercicio de su talento estético en aras del deber. Nosotros hoy, podemos decir que se equivocaba: las acuarelas de sus primeras actividades creativas han sido sustituidas por campos de concentración y su violencia voraz. Aquí cabe un último cuestionamiento: si la verdadera patria (Alemania) no está en los genes ni en los mapas, sino en las ficciones mediante las cuales se pretende dar lugar a un pueblo, ¿por qué hemos de considerar más auténtica la historia oficial que nuestras pequeñas ficciones. O ¿por qué, respecto a Alemania hemos de preferir la ficción de Hölderlin a la de Hitler?

Adolfo Vásquez Rocca PH. D.

[*]
Dr. Adolfo Vásquez Rocca PH. D.
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Pensamiento contemporáneo y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello, Facultad de Arquitectura, UNAB. Crítico de Arte y Director de Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Profesor asociado al Grupo Theoria Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado.
Editor Asociado de Psikeba, Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires, ISSN 1850-339X http://www.psikeba.com.ar
Miembro del Consejo Editorial Internacional de la Fundación Ética Mundial de México
Miembro del Consejo Editorial Internacional de 'Cuadernos del Seminario' - Revista del Seminario del Espacio ISSN 0718-4247 Vicerrectoría de Investigación y Estudios Avanzados Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. ISSN 1669-9092 http://www.konvergencias.net/
Columnista y colaborador permanente en Staff de Revistas y publicaciones españolas, entre las que se cuentan:
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EIKASIA Revista de Filosofía, ISSN 1885-5679 - Oviedo, España
DEBATS Revista de Filosofía y crítica cultural, ISSN 0212-0585, Institució Alfons el Magnànim, Universidad de Valencia.

El artista como dictador social y el político como escenógrafo - Adolfo Vásquez Rocca http://www.psikeba.com.ar/articulos/AVRartista.htm



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