sábado, 22 de diciembre de 2007

LA INFLUENCIA DE NIETZSCHE EN BATAILLE Y KLOSSOWSKI Por Adolfo Vásquez Rocca

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LA INFLUENCIA DE NIETZSCHE EN BATAILLE Y KLOSSOWSKY

Dr. Adolfo Vásquez Rocca

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso – Universidad Complutense de Madrid


Acéphale

Georges Bataille, Roger Caillois, Pierre Klossowski,

André Masson, Jules Monnerot, Jean Rollin y Jean Wahl.

Caja Negra, 2005.

182 páginas.

Acéphale



Introducción


Se publican por primera vez en español los cuatro números de la legendaria revista "Acéphale" —"Acéfalo"— fundada en 1936 por Georges Bataille, Pierre Klossowski y otros pensadores, donde luego participan André Masson, Michel Foucault e, indirectamente, Maurice Blanchot, quienes bajo el signo de Nietzsche, se oponían a limitar al hombre a una existencia estrictamente racional. El presente texto, testimonia, además, la encendida "Discusión sobre el pecado", que mantuvieron —entre otros— Bataille, Sartre y Jean Hyppolite en 1944. Aquí, un recorrido por esos materiales que todavía encienden furiosas polémicas.

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En el marco del antifascismo no democrático de Acéphale se acomoda el extenso ejercicio de pensamiento y de vida alrededor de la figura de Nietzsche. Bataille muestra en toda la revista una obsesión particular por rescatar a Nietzsche de la utilización nazi-fascista. Klossowski, en cambio, mucho más allá de las urgencias teóricas de la hora, escribe verdaderas piezas de arte acerca de la vida del filósofo y sus resonancias con el pensamiento de Sade y de Kierkegaard. Despuntan allí no pocos hilos de lo que será su libro Nietzsche y el círculo vicioso, publicado en los 60.


Los demás (Monnerot, Caillois, Rollin) buscarán en Dioniso el nexo entre la filosofía nietzscheana y esa existencia sagrada soterrada en todas las épocas. Hay lugar también para una interpretación de Jean Wahl, cuyo pensamiento no es próximo al de Acéphale, y para reseñas de los libros de Karl Löwith y Karl Jaspers sobre Nietzsche.


  • I —

Ferozmente religiosos


Somos ferozmente religiosos y, en la medida en que nuestra existencia es la condena de todo lo que hoy se reconoce, una exigencia interior reclama que seamos igualmente imperiosos. Lo que emprendemos es una guerra. Es tiempo de abandonar el mundo de los civilizados y su luz. Es demasiado tarde para pretender ser razonable e instruido, pues esto condujo a una vida sin atractivos. Secretamente o no, es necesario convertirnos en otros o dejar de ser". El 24 de junio de 1936, con el título de "La conjuración sagrada", Georges Bataille y Pierre Klossowski se declararon con furia en contra de la modernidad en momentos en que Europa estaba por entrar en la peor de sus pesadillas: ese año Mussolini ya lleva trece en el poder; Hitler, tres, y estalla la Guerra Civil española.


La revista Acéphale ("Acéfalo"), que tuvo apenas cuatro números y no duró más allá de 1939, fue el órgano de esta proclama. Con eso le alcanzó para convertirse en una experiencia mística para sus autores y mítica para la historia del pensamiento contemporáneo. Las críticas furibundas y los efusivos elogios que recibieron los miembros de Acéphale de varias de las principales figuras intelectuales del siglo XX imitan la intensidad de su apuesta.


La publicación de la revista completa en español en formato de libro, con las ilustraciones en facsímiles, marca el lanzamiento de la editorial Caja Negra.


"Acéphale sigue ligado a su misterio. Los que participaron en él no están seguros de haber formado parte de él. No han hablado, o los herederos de su habla han mantenido una reserva todavía firmemente sostenida", escribió Maurice Blanchot en La comunidad inconfesable (1983).

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Por sus temas, por las firmas, por la referencia a pensadores contemporáneos, Acéphale podría ser vista hoy como una revista de vanguardia en su época. Pero la potencia y densidad de sus escritos, la oscuridad y el exceso de sus palabras la hacen también atemporal. Como dice Martínez en el prólogo, hay en Acéphale "una rara cinética del espíritu capaz de oscilar entre lo sagrado arcaico y moderno para entrar en una espiral vertiginosa que eleva de un golpe la locura del exceso y el afán de gloria al rango de primer motor inconfesable".


La aventura de Acéphale tuvo que esperar un tiempo para que aparecieran las voces que la destacaran. Quien habló más fuerte en este sentido fue Michel Foucault. Su "Prefacio a la transgresión", homenaje a Bataille en ocasión de su muerte, es una oportunidad para realzar en su figura lo que puede ser extensivo a la revista, la última de sus criaturas colectivas: la elevación del exceso, la transgresión, la tensión hacia los límites del lenguaje para expresar lo inexpresable, la experiencia. Más tarde, hace un homenaje a Klossowski, con la edición de La moneda viviente. En ambos casos, Foucault señaló una tríada de "pensadores malditos": Bataille, Klossowski y Maurice Blanchot, quien no participó de Acéphale pero fue muchas veces el extremo del cono donde se desató el remolino de la revista.


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Pierre Klossowski por Adolfo Vásquez Rocca

Al reivindicarlos, al atacar luego a Sartre, Foucault quiso a la vez fijar un nuevo linaje del pensamiento contemporáneo que tuviera a Nietzsche como faro. Bataille mismo había escrito en Acéphale que, así como los nazis habían querido apropiarse de Nietzsche, el fascismo en general obedeció mucho más al movimiento del pensamiento de Hegel; una nueva provocación para el pensamiento de izquierda.

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II —

Acéphale” o, en su formulación cripto-religiosa, “La conjuración sagrada” tiene un carácter notoriamente místico. Bataille, Klossowski y otros pensadores inician una suerte de cruzada contra la cultura ilustrada en el contexto histórico de consolidación del fascismo italiano y el nazismo alemán. La demanda de lo acéfalo –antimoderna y antiilustrada– es una guerra declarada en el campo antropológico, en vistas a la transformación del hombre de acuerdo al ideario nietzscheano. Así, si el hombre es una cosa que ha de ser superada para que advenga el superhombre, entonces se ha de comenzar por una capital supresión anatómica.


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El cuerpo deliberadamente acéfalo es, en este sentido, un símbolo de provocación política hacia los tiempos en los que las decapitaciones se convirtieron en la ejecución favorita de los instauradores del nuevo régimen de la Revolución francesa; como se sabe, esta es la época en la que nace la hoy usual diferenciación político-partidista entre derechas e izquierdas, facciones que hoy han entrado en proceso de mixtura e hibridación desde la caída de los socialismos reales. Sin embargo, en los tiempos de “Acéfalo” esta polarización de cuño ilustrado, demasiado ilustrado, y de tintes civilizadamente parlamentarios y democráticos, había engendrado, como uno de sus factores principales, a grandes masas-nacionales infantilizadas que no podían ser sino víctimas de un oscuro caudillaje como de hecho sucedió en gran parte de Europa. El cuerpo sin cabeza es la estrategia para abandonar el mundo de los civilizados y su luz; es, si se quiere, la nueva completitud anatómica, por cuanto el acéfalo no puede ser un hombre decapitado, atrapado en el entramado de la legalidad política establecida y su implacable operatividad, sino la proclama de un nuevo hombre en su integridad. El mensaje cripto-anatómico acefaliano plantea una inversión del principio de identidad del sujeto tradicional moderno en la convicción de que “ser otro es ser acéfalo”. En este sentido, la figura acéfala posee un ingente potencial simbólico-interpretativo, cuyas crípticas claves de lectura radican en la concepción del cuerpo como recinto de lo sagrado. Así, la criatura acéfala, liberada naturalmente de lo que degeneró en un apéndice profano: la cabeza, está más allá y más acá de la gestión militar y religiosa de las energías sociales por parte de los fascismos.


El intento de “Acéfalo” es el de desbaratar la gestión de la catástrofe nihilista a la que han conducido izquierdas y derechas, desactivar la maquinaria bélica e ideológica que recorre Europa, desvincular la cabeza del cuerpo como lugar físico del cerebro y simbólico de la racionalidad; en suma el intento de escamotearle de las manos la irracionalidad a los fascistas. En este intento, Bataille desarrolla una guerra personal, algo así como una guerrilla interpretativa que es también desde otra perspectiva una guerrilla de cánones; mostrando en todas las ediciones de “Acéfalo” una obsesión por rescatar a Nietzsche de la manipulación ideológica nazi-fascista. El propósito de Bataille era, aparentemente, escamotarle a los fascistas la asistematicidad nietzscheana. Bataille tuvo que haber intuido algo que con la distancia de hoy se hace claro, esto es, que los fascistas tenían la gestión sistemática de la acéfala asistematicidad nietzscheana. Pese a todo semejante apropiación no dejaba de discutirse precisamente entre los ideólogos fuertes del nazismo. Ernst Krieck, por ejemplo, previene sarcásticamente frente a una adaptación de Nietzsche: “En resumen, Nietzsche era enemigo del socialismo, y lo era también del nacionalismo y del pensamiento racial. Si se prescinde de estas tres direcciones intelectuales, quizás habría podido salir de él un nazi destacado”


Ahora bien, “la fuerza agresiva” de la que habla Bataille en el último número de “Acéfalo” es la capacidad de dar una forma o, si se quiere, un sentido a las siempre presentes fuerzas simbólicas de los seres humanos. Por lo tanto, sigue tratándose de una cuestión de energía o, más precisamente, de la gestión de la energía; una tesis común a Nietzsche y Freud, y, lamentablemente, una práctica común a los fascismos. De esta energía o de esta particular voluntad de dominio o apropiación no podía surgir sino el talante del dictador, del que a través del dominio de la técnica y de las masas, intenta convertir a los hombres en lo que el mismo anuncia como el hombre por venir o si se quiere, en terminología de Nietzsche, los “últimos hombres”, aun cuando el resultado haya terminado siendo el decrecimiento de la intensidad que hoy constatamos en el hombre como animalitas fracasada, condición en la cual lagrimea el fracaso del intento de superarse, estableciénose -ya de retorno- en sus moradas y en su pequeña felicidad, y con una brutalidad sorda -la misma del milagro alemán- se defienden contra toda merma de su seguridad y sus estados de posesión.


Es Georges Bataille quien comprende con rapidez que este tipo de limitaciones y las paradojas que enfrentaban la política y el arte en el siglo xx sólo podían encontrar una verdadera salida poniendo en cuestión la autoridad del pensamiento dialéctico; aunque esa salida no supusiese sino la puesta en riesgo de sí, la puesta en crisis de todos los valores, la imposibilidad. Y sólo Nietzsche (su recuperación, relectura e incorporación francesa definitiva) era la vía teórica que hacía posible un desplazamiento semejante. Los cinco números de la revista coinciden históricamente con los años de la Guerra española: el gesto de por sí riesgoso, aumenta su peligrosidad y disfruta de la posibilidad del malentendido. Se pone en crisis el paradigma hegeliano-marxista de la vanguardia oficial a partir de la recuperación de Nietzsche -de las malas lecturas que recibió, de las identificaciones con el nazismo. Acéphale es el testimonio de esa búsqueda filosófica. Su valor radica en que configura e instala, para el pensamiento francés contemporáneo un nuevo entramado teórico –otra lectura de la modernidad. Luego vendrán Sobre Nietzsche (1945) de Bataille y Nietzsche y el círculo vicioso (1969) de Klossowski (además de sus traducciones de Nietzsche al francés): resultado ambos libros de estas primeras lecturas en Acéphale, el de Bataille supone de nuevo un riesgo: un diario nietzscheano de la experiencia de la Segunda Guerra.


Para Bataille muchas de las prácticas políticas derivadas del principio de la "voluntad de poder" eran claramente inconciliables con la emancipación de la moral propuesta por Nietzsche. Pese a ello el mismo Nietzsche se alineó en el sentido de esa voluntad. Bataille no duda que si Nietzsche no hubiese sentido la necesidad de pisotear la moral recibida, hubiera cedido al asco que inspiran los métodos de la opresión -de un Estado policiaco. El deseo de ubicarse Más alla del Bien y del Mal puede entenderse en Nietzsche como la condición misma de la libertad. Personalmente, Bataille se sintió opuesto a todo tipo de coerción, aún cuando no por eso dejo de proponerse el mal como objeto de una refinada búsqueda moral. Y es que el mal es lo contrario de la coerción - la cual, en principio, se ejerce con vistas a un bien-. El mal no es, sin duda, lo que una hipócrita serie de malentendidos ha querido hacer de él: en el fondo, ¿no es una libertad concreta, la turbia ruptura de un tabú?


El anarquismo también irritaba a Bataille, sobre todo las doctrinas vulgares que hacen la apología de criminales de derecho común. Las prácticas de la Gestapo puestas a la luz del día muestran la profunda afinidad que une al hampa con la policía: nadie más inclinado a torturar, a servir cruelmente al aparato de la coerción que hombres sin fe ni ley. Odiaba incluso a esos débiles, de espíritu confuso, que piden todos los derechos para el individuo: el límite de un individuo no está solamente dado por los derechos de otro, sino aún más duramente lo está por los del pueblo. Cada hombre, en opinión de Bataille, es solidario del pueblo, comparte sus sufrimientos o sus conquistas, sus fibras son parte de una masa viva.


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Pierre Klossowski por Adolfo Vásquez Rocca

I I I —


En el marco del antifascismo no democrático de Acéphale se acomoda el extenso ejercicio de pensamiento y de vida alrededor de la figura de Nietzsche. Bataille muestra en toda la revista una obsesión particular por rescatar a Nietzsche de la utilización nazi-fascista. Klossowski, en cambio, mucho más allá de las urgencias teóricas de la hora, escribe verdaderas piezas de arte acerca de la vida del filósofo y sus resonancias con el pensamiento de Sade y de Kierkegaard. Despuntan allí no pocos hilos de lo que será su libro Nietzsche y el círculo vicioso, publicado en los 60.


Los demás (Monnerot, Caillois, Rollin) buscarán en Dioniso el nexo entre la filosofía nietzscheana y esa existencia sagrada soterrada en todas las épocas. Hay lugar también para una interpretación de Jean Wahl, cuyo pensamiento no es próximo al de Acéphale, y para reseñas de los libros de Karl Löwith y Karl Jaspers sobre Nietzsche.


La impronta nietzscheana es clara. Es un intento de negar todo iluminismo, toda idea de razón. Volverse completamente diferentes o dejar de ser: heterogeneidad, pura diferencia. Se trata de un modelo radicalmente otro de negatividad: la negatividad sin resto, del gasto improductivo, del derroche, del potlach. Lo inorgánico de la figura: un Surrealismo sin cabeza –un Surrealismo sin Breton– que desde el epígrafe de Nietzsche postula (por ello la referencia a la amistad, al otro –Masson–) una idea de comunidad. Ante el principio surrealista de un arte al alcance de todos, una experiencia para pocos. Ante la necesidad surrealista de una “coartada literaria”, la acefalía como pura ebriedad. Las paradojas de la experiencia del Surrealismo no son resueltas: simplemente son llevadas al límite. Acéphale aparece como un modo de volver al Surrealismo (lo surrealista) un ademán que se acaba en su propio movimiento, en una busca que supone el alcance del éxtasis y la disolución.


Por sus temas, por las firmas, por la referencia a pensadores contemporáneos, Acéphale podría ser vista hoy como una revista de vanguardia en su época. Pero la potencia y densidad de sus escritos, la oscuridad y el exceso de sus palabras la hacen también atemporal. Como dice Martínez en el prólogo, hay en Acéphale "una rara cinética del espíritu capaz de oscilar entre lo sagrado arcaico y moderno para entrar en una espiral vertiginosa que eleva de un golpe la locura del exceso y el afán de gloria al rango de primer motor inconfesable".


La aventura de Acéphale tuvo que esperar un tiempo para que aparecieran las voces que la destacaran. Quien habló más fuerte en este sentido fue Michel Foucault. Su "Prefacio a la transgresión", homenaje a Bataille en ocasión de su muerte, es una oportunidad para realzar en su figura lo que puede ser extensivo a la revista, la última de sus criaturas colectivas: la elevación del exceso, la transgresión, la tensión hacia los límites del lenguaje para expresar lo inexpresable, la experiencia. Más tarde, hace un homenaje a Klossowski, con la edición de La moneda viviente. En ambos casos, Foucault señaló una tríada de "pensadores malditos": Bataille, Klossowski y Maurice Blanchot, quien no participó de Acéphale pero fue muchas veces el extremo del cono donde se desató el remolino de la revista.


Al reivindicarlos, al atacar luego a Sartre, Foucault quiso a la vez fijar un nuevo linaje del pensamiento contemporáneo que tuviera a Nietzsche como faro. Bataille mismo había escrito en Acéphale que, así como los nazis habían querido apropiarse de Nietzsche, el fascismo en general obedeció mucho más al movimiento del pensamiento de Hegel; una nueva provocación para el pensamiento de izquierda.


Como lo expresó Foucault, el desgarro de esa "comunidad de afinidades electivas", menos cálida que desoladora, alcanzó la escritura. Los textos de Acéphale son espesos, difíciles de asir incluso en su lengua. Martínez escribe con pudor: "La traducción es otra forma de la hermenéutica; tanto más si los originales juegan al claroscuro de lo ambiguo". Pero otros traductores se han quejado de tal dificultad. Fernando Savater lo hizo acerca de Sobre Nietzsche, de Bataille, y el argentino Axel Gasquet, de La moneda viviente. Los miembros de los que no querían tener cabeza, los que se consideraban prójimos de Nietzsche —y de Sade—, buscaron llegar con la escritura a las puertas de la locura que atravesó el pensador alemán. Y la lengua rechinó, del mismo modo en que los sujetos que la extremaban sucumbían a la experiencia de un rayo. Así como se constituyeron, se disolvieron. Se opusieron a una época en la que las oposiciones eran distintas a las que ellos planteaban. Y abrieron un camino difícil de divisar, pero fácil de intuir. Aún hoy.


Adolfo Vásquez Rocca PH. D.


Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización: Antropología y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología, Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB. Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural —Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias— http://www.escaner.cl/ y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas, Argentina. ISSN 1669-9092 http://www.konvergencias.net/;

Miembro del Consejo Editorial Internacional de la Fundación Ética Mundial de México,

Miembro del Consejo Editorial Internacional de 'Cuadernos del Seminario' - Revista del Seminario del Espacio ISSN 0718-4247 Vicerrectoría de Investigación y Estudios Avanzados Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.


adolfovrocca@gmail.com


Ver:

Artículo "Joseph Beuys 'Cada hombre, un artista'; Los Documenta de Kassel o el Arte abandona la galería" (Reedición) En Revista Almiar, MARGEN CERO, MADRID, Nº 37 - diciembre de 2007 - Margen Cero © , Fundadora de la Asociación de Revistas Culturales de España, ISSN 1695-4807
http://www.margencero.com/articulos/new/joseph_beuys.html

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