NIETZSCHE
Y EL CRISTIANISMO; EL ABANDONO DE LAS PALABRAS.
Notas
sobre la mística de Nietzsche
Dr.
Adolfo Vásquez Rocca
El
presupuesto (¿pero hay un
presupuesto o capas sucesivas de presupuestos?) es el cristianismo
que como mensaje
de Cristo
(para “los creyentes o no” creyentes) resultó incomprendido “en
su novedad” por el cristianismo histórico, ortodoxo.
Vitiello afirma que “Incluso Nietzsche, que fue el más feroz y
agudo adversario que tuvo el Cristianismo histórico en la
modernidad, no escapó a este destino de incomprensión. Y esto por
cuanto el Cristianismo que conoció y combatió fue el Cristianismo
histórico que no comprendió a Cristo” (p. X – XI). En realidad
no estoy seguro de que Nietzsche no haya distinguido entre las dos
interpretaciones del mensaje de Cristo, que no haya comprendido la
diferencia entre el “mensaje” de Cristo y el Cristianismo
histórico: no sólo me llama la atención su analítica del
paulismo sino, ante todo, algunos textos de El
anticristo, en
los que muestra una comprensión
in profundis
del mensaje cristiano (véase los capítulos XXXIII, XXXIV, y XXXV,
que podrían sintetizarse en esta cita: “El Reino de los Cielos es
un estado
[cursivas mías] del corazón, no un estado fuera
de la tierra
o después de la muerte[ … ] El Reino de Dios no es una cosa que
se espera, no tiene ayer ni mañana, no vendrá dentro de mil
años, es
una experiencia
[cursivas mías] del corazón, está en todas partes y en ninguna”,
lo que concuerda con Lucas, 17,20: “El Reino de Dios está en
vosotros”). Tendría que analizarse como algo fundamental el
influjo de su amistad con Overbeck. Charles Andler, en Nietzsche.
Sa vie et sa pensée
(Gallimard, p.592 y 594), sostiene que “Nietzsche ataca a la
Iglesia porque la Iglesia ha elegido lo contrario de todo lo que
enseñó Jesús con su vida […]”; y que “Jesús se parece
singularmente a un ‘espíritu liberado’ nietzscheano. Pues él
cree que la ‘letra’ mata; por lo tanto no es intelectualista.
No fija su pensamiento en fórmulas ni en una fe. La ‘luz’, la
‘verdad’ y la ‘vida’, se reducen para él a un sentimiento
fluido y puro, que anima una práctica extraña al mundo. Ese
cristianismo auténtico y primitivo será posible en todos los
tiempos”.
Analizo
este problema
más en detalle en mi libro El
abandono de las palabras,
p. 337 y ss. (“Notas sobre la mística de Nietzsche”). No se
trata, pareciera obvio decirlo, de cristianizar a Nietzsche, pero sí
de seguir su compleja relación con el cristianismo, tanto con el
cristianismo “histórico” – al que apunta justamente Vitiello
-, como con el cristianismo “originario”.
Y
hemos aprendido en Nietzsche- a darle un nombre: voluntad, voluntad
de poder. A veces busca Nietzsche, con un verdadero y auténtico
salto mortal del pensamiento, subordinar la propia voluntad de poder
–subyacente a toda interpretación y perspectiva a la
interpretación y al perspectivismo, sosteniendo que hasta la
interpretación del ser como voluntad es justamente interpretación
(véase JGB;
III 669) . Pero esta tesis no contrasta con la afirmación-objeción
del carácter no perspectivo del perspectivismo, del carácter
“metafísico” de la voluntad de poder, sino que refuerza aquélla.
En
la voluntad ascética hay una contradicción insanable: ella emplea
“la fuerza para obstruir los manantiales de la fuerza”; un amor
por la vida que se inclina contra la vida. Pero el asceta no es un
género especial de hombre, es el hombre mismo, el hombre histórico.
Toda la historia ha estado dominada por el ideal ascético: ésta es
la conclusión de la Genealogía
de la moral. Nietszche
no quiere ser el continuador de tal historia, sino quien le “dé la
vuelta”. De hecho, Nietzsche opone al ideal ascético del hombre
histórico su interpretación laica, terrestre, mundana de la vida,
su total aceptación del mundo, del juego del mundo que está hecho
del bien y del mal, ser y no-ser, nacimiento, muerte, dolor,
sacrificio, y a la vez alegría y placer egoísta. El sufrimiento no
es justificado, sino aceptado.
______________________
Introducción
Artículo sobre Nietzsche; Notas preparatorias para clase.
La
idea misma del hombre como sujeto de una razón con la que se regula
y regula la naturaleza, resulta para Nietzsche una pura ficción: el
conocimiento mismo está motivado por la voluntad de poder, expresa
el deseo de dominar una cierta zona de la realidad para ponerla al
servicio de esa voluntad. La voluntad de saber es en realidad
voluntad de poder y el objetivo del conocimiento no es saber por
saber sino saber para controlar. La realidad es un devenir, un fluir
informe, somos nosotros quienes la transformamos en ser, imponiéndole
normas, fórmulas, esquemas, orden, forma, y lo hacemos para poder
dominarla, gobernarla, controlarla. Exactamente igual hacemos con
nosotros mismos: el concepto del yo, del sí mismo, es la ficción
que imponemos a nuestro devenir, los límites con que lo encauzamos
para poder enfrentarnos a la vida, a
fin
de cuentas los seres que no ven correctamente tienen ventajas
respecto a los que ven que todo fluye, el hombre que mira en un solo
sentido, y siempre hacia adelante, avanza más deprisa que aquel que
dispersa, con curiosidad, su mirada. La concepción que Nietzsche
tiene del sujeto no se limita a la supeditación de su razón a su
voluntad de poder, ni a su condición de lisiado por la educación y
la cultura, ni a la fijación del devenir de su vida en una máscara
social, también se expresa en la imagen del tránsito y del ocaso.
"Oh hermanos míos -dice Zaratustra- lo que yo puedo amar en el
hombre es que es un tránsito y un ocaso" (383). En su estado
actual "el hombre es algo que debe ser superado" (81),
superado en dirección al hombre superior, y desde éste superado
hasta alcanzar la condición de superhombre. Nietzsche propone por
consiguiente un nuevo egocentrismo, una nueva subjetividad, la del
superhombre, pero éste sólo podrá nacer de los escombros del
lisiado sujeto de la civilización occidental.
Adolfo Vásquez Rocca - Doctor en Filosofía
Nietzsche
y el contravalor del cristianismo: Übermensch y aristocracia
RESUMEN:
La obra de Friedrich Nietzsche contiene, como uno de sus elementos
más esenciales, la crítica al cristianismo. Vertebrándose en un
análisis hermenéutico y existencial, Nietzsche contrapone la moral
cristiana a la moral aristocrática que alcanzaría en el Übermensch
su máxima expresión. La ontología de Nietzsche supera la
moral cristiana con su concepción del hombre aristocrático, cuyo
logro máximo es el Übermensch, el ‘sentido de la tierra’.
En este ensayo se analizan aspectos nucleares
de la crítica nietzscheana a la religión cristiana en su relación
dialéctica y contrapuesta con respecto a los hombres superiores y al
Übermensch,
poseedores de la eticidad aristocrática.
PALABRAS
CLAVE: sacerdote, decadencia, superhombre, aristocracia.
La
visión ontológica del mundo de Friedrich Wilhelm Nietzsche está
centrada en el ente hombre, enmarcado en una Weltanschauung
del ente como totalidad que para el propio Nietzsche consiste en la
vida. El hombre cristiano, fruto de una cultura de más de dos mil
años, es un ser que se ha de trascender (transcendieren), en
un ‘ir más allá’ (die Grenzen überschreiten). Este ‘ir
más allá’ es el ideal del Übermensch que Nietzsche
concibe como el ‘sentido de la tierra’. Para ello es necesaria la
‘muerte de Dios’ y la extinción del ‘último hombre’
cristiano. En este punto alcanza Nietzsche una metamorfosis que pasa
de la mera moral o eticidad a una interpretación ontológica del ser
existencial hombre.
La
libertad es ser indeterminado. Nietzsche combate contra la
determinación moral religiosa cristiana de la conciencia alienada
por el concepto de ‘fe’ que representa una colonización
heterónoma de la conciencia realizada por la doctrina
religioso-cristiana. El Übermensch es la sustitución
del ideal religioso habido hasta el presente. Este ideal ha de ser
sustituido por otro ideal inmanente al mundo, a lo-que-es: el
Übermensch. La debilidad del supramundo ha de ser cambiada
por la fortaleza del mundo (Welt). La ‘Ley’ (Gesetz)
del mundo es el Übermensch, el ser no de una ontología
trascendente (transzendent) sino de una ontología inmanente
(immanent) al mundo-vida (Welt-Leben). El ser del mundo
es el Übermensch, máxima expresión (Ausdruck)
lograda del ser humano.
Para
alcanzarse el Übermensch
ha de perecer el cristianismo con el ‘último hombre’ (el limen,
el eschatón
de la historicidad). El cristianismo se hunde en el ‘ocaso de los
dioses’ (Götterdämmerung)
para alumbrar (beleuchten)
la nueva aurora (Morgenröte)
del Übermensch.
La ‘mentira santa’ da paso a la ‘verdad profana’ y lo llamado
‘profano’ es ya la ‘sacralidad’ del Übermensch
que es la sacralidad sustancial de la vida, pues el Übermensch
es
la vida, no la suplantación
de la vida en forma de ‘Vida Eterna’ en el ‘Más Allá’
sobrenatural
(übernatürlich),
en el ideal-Dios1,
aniquilación de la fuerza vital que contiene en sí la vida. En este
sentido, Dios es concebido por Nietzsche como el mayor atentado
posible contra la vida.
El
Übermensch ha de emerger (auftauchen) de la vida misma
como su más plena realización, como su más alto logro, pues él es
la vida que se muta a sí misma. El Übermensch es la
exuberancia (Üppigkeit) de la vida y como la vida en el
anthropos es vida-razón, en el Übermensch se alcanza
la más alta forma de inteligencia acaecida hasta el presente. El
Übermensch es el ‘Espíritu de la Vida’, el ‘sentido de
la vida’ (der Sinn des Lebens) frente al ‘espíritu de la
muerte’.
El
‘mundo verdadero’ del cristianismo no es sino una fábula, un
relato mitomaniaco que ha suplantado el mundo de la vida por ese
‘mundo verdadero’ que no es más que quimera y locura y cuya
moral representa una contranaturaleza con respecto a la
auténtica existencia y al hombre mismo, por lo cual la moral
cristiana se convierte en una moral de la décadence.
Nietzsche
dará el título definitivo a su obra cumbre sobre la esencia del
cristianismo: El
Anticristo. Maldición sobre el cristianismo (Der
Antichrist.
Fluch
auf das Chritenhhum).
En el hablar de Nietzsche acerca del Anticristo
podemos leer un fragmento del filósofo que supone la antítesis que
hace Nietzsche de sí mismo con respecto a la figura de Jesucristo:
«Yo soy el antiasno
par excellence,
y, por tanto, un monstruo en la historia universal; yo soy dicho en
griego, y no sólo en griego, el Anticristo…»2
Cuando
Nietzsche escribe sobre el Übermensch
deja
claro lo siguiente: «Ese
hombre del futuro, que nos liberará del ideal existente hasta ahora
y asimismo de
lo que tuvo que nacer de él,
de la gran náusea, de la voluntad de la nada, del nihilismo, ese
toque de campana del mediodía y de la gran decisión, que de nuevo
libera la voluntad, que devuelve a la tierra su meta y al hombre su
esperanza, ese anticristo y antinihilista, ese vencedor de Dios y de
la nada — alguna
vez tiene que llegar...»3.
El Anticristo es el toque de campana del mediodía y de la gran
decisión que metamorfoseará el mundo. Sólo el Übermensch
puede
tomar la ‘gran decisión’ de la
transvaloración de todos los valores.
Se
trata de la redención del ideal existente hasta ahora, id est,
de la redención de lo que ese ideal esconde en su seno: la nada y la
nihilidad a través del vencimiento de Dios por medio de la
realización del Anticristo y del antinihilista que no
se rinden ante la negación mundanal liberando nuevamente la voluntad
de existencia y de realidad pues es necesario devolver a la tierra su
meta y al hombre su esperanza, la esperanza de la tierra; la vuelta
al seno materno del suelo nutricio que alimenta la planta hombre.
Nietzsche
es un Minotauro en el laberinto de la cultura cristiana. Dos mil años
de esta cultura ha convertido a la sociedad cristiana en una
arborescente planta que asfixia todo atisbo de libertad.
Considerándose un hiperbóreo
dice: «Nosotros somos hiperbóreos, […] Nosotros hemos descubierto
el camino, nosotros encontramos la salida de milenios enteros de
laberinto.»4
El hombre moderno está perdido en ese laberinto cuyo trazado tan
bien conoce Nietzsche hasta el punto que es capaz de salir de él. El
filósofo ha explorado todos los rincones y recovecos de ese
laberinto donde está encerrado el hombre de nuestro tiempo. Ese
laberinto tiene un nombre, se llama cristianismo.
Mentes
temibles trazaron el mapa de ese laberinto donde se encerró a los
hombres.
En
esa visión ontológica del mundo, Nietzsche considera a éste como
‘voluntad de poder’: «¿Qué es bueno? — Todo lo que eleva el
sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el
hombre. ¿Qué es más dañoso que cualquier vicio? — La compasión
activa con todos los malogrados y débiles — el cristianismo…»5
La
pretensión de Nietzsche de crear un nuevo tipo humano tal y como
aparece ya en su obra Así
habló Zaratustra se
mantiene en El
Anticristo
como maduración de su visión antitética con respecto al hombre
cristiano. El hombre cristiano es un final y se ha de querer un
hombre nuevo: «qué tipo de hombre se debe criar,
se debe querer,
como tipo más valioso, más digno de vivir […] y por temor se
quiso, se crió, se alcanzó
el tipo opuesto: el animal doméstico, el animal de rebaño, el
animal enfermo hombre, — el cristiano»6.
Ha
sido el temor a los hombres
superiores
lo que ha hecho que surgiera esa moral del rebaño pastoreada por el
Galileo («No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la
casa de Israel.»7).
El miedo hacia el hombre temido del que nos habla Nietzsche ha hecho
que se crease el hombre débil, el animal hombre de rebaño. El tipo
superior de hombre nietzscheano enlaza con el Übermensch:
«un
logro continuo de casos singulares, con los cuales un tipo
superior
hace de hecho la presentación de sí mismo: algo que, en relación
con la humanidad en su conjunto, es una especie de superhombre.»8
Es
el cristianismo el que ha hecho la guerra a muerte al tipo superior
de hombre. Aquél ha proscrito los instintos esenciales a ese tipo
superior, ha destilado al hombre malvado. El hombre fuerte ha sido
considerado como hombre reprobable; sobre él se ha lanzado una
maldición y una calumnia que lo ha extirpado y lo ha relegado a la
nada existencial. El instinto de venganza de los hombres inferiores
ha mancillado la nobleza de espíritu de los fuertes y enérgicos.
La
vida para Nietzsche es un instinto de crecimiento y de duración
donde se acumulan las fuerzas; la vida como un instinto de poder.
El Übermensch es el hombre con voluntad de poder dirigida
contra la decadencia que representa el cristianismo. Se trata de
contraponer la voluntad de poder nietzscheana a la voluntad de poder
de los representantes de la religión cristiana que es una voluntad
de poder mancillada, envilecida, apartada de la vida y del mundo,
alejada del cuerpo y de la sensualidad, colocada en el trasmundo
creado por la propia mente del profeta, del santo, del Mesías, del
sacerdote (hierus,
sacerdos).
Los ‘valores supremos’ son los valores metafísicos propios del
cristianismo; valores de la decadencia y nihilistas que
ejercen su dominio sobre el hombre.
El
compadecer (Mitleiden)
cristiano rebaja las fuerzas vitales del hombre y le somete a la
depresión; a un rebajamiento de la energía psíquica. A esa
compasión se le ha llamado piedad
como
virtud
según los criterios de la moral cristiana. Para la moral
aristocrática la compasión es una debilidad. Esta virtud de la
compasión es la virtud esencial de todas las demás virtudes en el
seno de una teología
que es nihilista al inscribirse como negación de la vida: «la
compasión es la praxis
del nihilismo»9.
La compasión conserva todo aquello que es miserable y ello
intensifica la décadence.
Ésta es una entrega a la nada, al nihilismo, al vacío absoluto. El
director espiritual no emplea la palabra ‘nada’; en su lugar
coloca los conceptos de ‘más allá’, ‘Dios’, ‘vida
verdadera’, ‘bienaventuranza’, ‘redención’, nacidos de la
concepción moral-religiosa cristiana. Estos conceptos suponen una
hostilidad a la vida en cuanto alejan del ‘mundo aparente’ y
acercan al ‘mundo verdadero’.
El
idealista teólogo, al igual que el sacerdote, portan en sus cabezas
todos los grandes conceptos que se contraponen al entendimiento, a la
buena vida, a los honores, a los sentidos, a la ciencia. Estos
conceptos existen en el teólogo y en el sacerdote como fuerzas
seductoras y dañinas; sobre ellas planea el espíritu de una
paraseidad (Fürsichheit). El clérigo ha sublimado
(aufgehoben) su voluntad de vida terrenal para situar todos
sus instintos en el reino suprasensible y con ello ha llevado a la
vacuidad toda existencia; ha arrastrado a la vida misma a la
nihilidad de la Nada como Espíritu o Dios.
Para
Nietzsche, el espíritu puro es la mentira pura. Esa mentira crea una
interpretación moral del mundo donde la castidad, la humildad, la
pobreza, id
est,
todo aquello que constituye al santo y la santidad, ha causado un
daño indescriptible a la vida: «…Mientras el sacerdote, ese
negador, calumniador, envenenador profesional
de la vida, siga siendo considerado como una especie superior
de hombre, no habrá respuesta a la pregunta: ¿qué es
la verdad?»10.
Se ha invertido
la verdad y se le ha colocado en las antípodas de la auténtica
verdad. Es al instinto del teólogo, en su formulación de la fe y de
la creencia, al que Nietzsche se enfrenta. Lo que éste llama pathos
del teólogo es justamente el concepto de fe.
La ‘verdad’ sacerdotal («y conoceréis la verdad y la verdad os
hará libres»11)
ha dominado y ha prevalecido sobre la auténtica verdad-de-lo-real y
sobre el hecho de que no existe Dios.
La
buena conciencia tiene los nombres de ‘Redención’, ‘Eternidad’,
‘Dios’; es la conciencia propia del teólogo y del sacerdote como
falsedad subterránea. Aquello que un teólogo siente como verdad es
propiamente falso. El teólogo emite su juicio de valor invertido con
respecto a la realidad. Lo que es dañino para la vida es llamado
verdadero, «lo que la alza, intensifica, afirma, justifica y hace
triunfar, es llamado “falso”…»12.
El idealismo alemán de J. G. Ficthe, F. W. J. Shelling y G. W. F.
Hegel13,
entre otros, es deudor del pensamiento propio de la teología
alemana. Como apunta Nietzsche «El párroco protestante es el abuelo
de la filosofía alemana, el protestantismo mismo, su peccatum
originale»14.
El protestantismo es la hemiplejia del cristianismo y de la propia
razón.
Es
en el Übermensch donde la razón discursiva inmanente a la
lógica interior de la mente, y esencializada lingüísticamente,
alcanza su más alta manifestación como superación (Überwindung)
de esos dos conceptos que según Nietzsche son los más malignos que
existen: ‘mundo verdadero’ y ‘moral’.
Tal
y como es entendida la moral asimilada a ese Dios del cristianismo
es, en efecto, una destilación de la concepción meramente
psicológica de Dios. En el Übermensch, no existe
ninguna moral sino que lo que tiene existencia es la destrucción de
toda moral y la identificación absoluta con la vida tal y como ésta
se manifiesta en la naturaleza: como a-moral.
La
acción del Übermensch
está
basada en una necesidad interna personal que ha sido elegida;
que se le ha impuesto a él y lo ha elegido;
algo
que brota de sí mismo, de su necesidad, de su vida misma y no
de ningún imperativo
categórico
o de algún tipo de deber que constriña la libertad. Como escribe
Nietzsche: «Cristiano es el odio al espíritu,
al orgullo, al valor, a la libertad, al libertinage
del espíritu»15.
Frente al espíritu
libre
del Übermensch,
el espíritu del rencor y de la venganza contra la vida se alza
vencedor en la historia y en la cultura.
Los
negadores de la vida son los creadores de la verdad, de esa
verdad que está puesta cabeza abajo. La moral, esa insuperable
exigencia del ‘tú debes’, se ha impuesto imperativamente en la
historia como el orden supremo en la conciencia moral del creyente.
Los débiles y enfermos han dominado a través de la moral, del
concepto de ‘pecado’ y del ‘tú debes’. Han arrojado sobre el
mundo sus imperativos categóricos, su tela de araña construida de
conceptos.
De
lo que Nietzsche es enemigo es de la idea
de Dios. Nietzsche quieres redimir
a los hombres de esa idea que tiene aprisionada sus conciencias. Lo
trascendental
no existe; no existe el dualismo
ontológico
sólo existe un mundo y éste es inmanente. La concepción de Dios
como ente trascendental es solamente una idea de los hombres, un
pensamiento desiderativo, un sentimiento de ilimitación en infinitud
frente a la finitud de la vida. En el cristianismo la moral y la
religión se alejan de cualquier contacto con la realidad mundanal:
«¿Quién es el único que tiene motivos para evadirse,
mediante una mentira,
de la realidad? El que sufre
de ella. Pero sufrir de la realidad significa ser una realidad
fracasada»16.
Nietzsche
caracteriza a la creación del pensamiento cristiano y a sus
atributos como frutos de la proyección absolutizada de los atributos
morales del hombre como «humanos, demasiado humanos»17.
No son sino conceptos
límites
propios de la psicología humana que son proyectados y hechos
absolutos
por el pensamiento desiderativo del hombre. La realidad fracasada del
hombre se debe a la preponderancia del dolor, de los sentimientos de
displacer
frente a los de placer. La vida ascendente,
«todo
lo fuerte, valiente, señorial, orgulloso»18
se ve rebajada por el concepto de Dios que se ha convertido en el NT
en el Dios-de-las-pobres-gentes que necesitan ser salvados y
redimidos.
Dios
se ha convertido en el gran cosmopolita atrayendo a su favor el gran
número; es el Dios demócrata, el demócrata entre los dioses que
siguió siendo judío, «siguió siendo el Dios de los rincones, el
Dios de todas las esquinas y lugares oscuros, de todos los barrios
insalubres del mundo entero»19.
Dios se convierte en metaphysicus,
transformándose en un ideal —también en una ideología— y en un
espíritu puro metamorfoseándose en un absolutum,
en cosa
en sí.
El
Dios cristiano es el Dios de los enfermos, el Dios araña,
el Dios espíritu.
Aquí se ha alcanzado la más alta corrupción del concepto de Dios,
el dios más decadente entre todos los dioses: «¡Dios, degenerado a
ser la contradicción
de la vida,
en lugar de ser su eterno si!»20.
En el concepto ‘Dios’ el sacerdote declara su hostilidad hacia la
vida y a su voluntad. Dios es la fórmula de toda falsificación
sobre el más
acá
y de toda mentira del más
allá.
Es el Dios de la nada; en el se diviniza la voluntad nihilista.
El
cristianismo representa todo odio a muerte contra los señores
de la tierra,
es decir, contra los aristócratas.
A las tres virtudes cristianas —fe, amor, esperanza— las llama
Nietzsche las «tres listezas
cristianas». El cristianismo es la consecuencia inmediata del
instinto judío21.
Es la última consecuencia lógica del judaísmo. Nietzsche ejecuta
la contraposición del concepto de moral aristocrática con la de la
moral del reseentiment
—moral judeocristiana— que emana de la negación de la primera:
«el instinto convertido en genio, del resentimiento tuvo que
inventar aquí otro
mundo, desde el cual aquella afirmación
de la vida
aparecía como el mal, como lo reprobable en sí.»22
La moral judía y la moral cristiana es «el azar, privado de su
inocencia; la infelicidad, manchada con el concepto “pecado”; el
bienestar, considerado como peligro, como “tentación”; el
malestar fisiológico, envenenado por el gusano de la conciencia…»23
El
orden moral sempiterno significa que hay una voluntad eterna y
absoluta de Dios que dicta las acciones o no acciones del hombre;
desde aquí, la valoración de un pueblo consiste en la mayor o menor
obediencia a su Dios. La voluntad
de Dios se manifiesta en su poder como dominación
y castigo o premio a través de la figura del hierus:
«una especie parasitaria de hombre que sólo prospera a consta de
todas las formas sanas de vida, el sacerdote,
abusa del nombre de Dios: a un estado de cosas en que el sacerdote es
quien determina el valor de las cosas lo llama “el reino de Dios”;
a los medios con que se alcanza o se mantiene en pie ese estado los
llama “la voluntad de Dios”.»24
El
sacerdote define con total precisión cual es la voluntad de Dios, id
est, cual es el poder y autoridad
que él quiere alcanzar. Con ello queda definidos todos los aspectos
de la existencia donde él es indispensable, desnaturalizando los
componentes naturales de la vida; el sacerdote los ‘santifica’ y
toda exigencia inspirada por el instinto de la vida es trasmutado por
el sacerdote —según el orden
moral del mundo— en algo que es un
contravalor
con respecto a los valores naturales.
En
el terreno social y cultural del judaísmo creció y se desarrolló
el cristianismo, «una forma de enemistad mortal, hasta ahora no
superada, a la realidad»25.
La nación santa, el reino sacerdotal26
de Israel era un pueblo cuyos valores máximos estaban impuestos por
el poder sacerdotal. Éste rechazaba como no
santo,
como pecado,
como mundo
los demás poderes que cohabitaban civilizatoriamente27
con el poder sacerdotal israelita. El pueblo
santo
llegó a negar, more
christianus,
incluso la forma final de realidad social del pueblo judío, el
pueblo
elegido:
«el pequeño movimiento rebelde bautizado con el nombre de Jesús de
Nazaret es el instinto judío una
vez más»28.
Jesús,
ese anarquista santo
que se dirigía al bajo pueblo, a todos los excluidos de la sociedad
de Palestina, a los pecadores, a los chandalas
judíos, al contradecir el sistema ordenado de dominación se
convirtió en un «criminal político». Según Nietzsche esto fue lo
que le condujo a la cruz y «murió por su
culpa», Iesus Nazarenus Rex
Iodaeorum.
La
cuestión que le preocupa a Nietzsche no es propiamente la verdad de
lo que Jesús hizo y dijo o de la forma como en realidad murió sino
si el tipo Jesús es imaginable, si estaba transmitido.
En este sentido, Nietzsche critica el libro de Renan29
en cuanto Renan introdujo dos conceptos claves de la psicología del
Redentor: el concepto de ‘genio’ y el de ‘héroe’ (héros).
El concepto ‘héroe’ es antitético a los Evangelios: «Cabalmente
la antítesis de toda pugna, de todo sentirse-a-sí-mismo-en-lucha se
ha vuelto aquí instinto: la incapacidad de oponer resistencia se
convierte aquí en una moral […] la bienaventuranza en la paz, en
la afabilidad, en el no-poder-ser-enemigo.»30
La
lógica de Jesús es un desprecio a toda realidad, como fuga a lo
inconcebible e inaprensible.
Jesús vive en un mundo fuera de la realidad, en un mundo sólo
interior, mental o psicológico al que Nietzsche llama «mundo
verdadero», el mundo sobrenatural tal y como el pensamiento de
milenios lo ha formulado, incluido el pensamiento griego31.
La
fórmula del crucificado, «el Reino de Dios está dentro de
vosotros»32,
da la medida de la psicología del Salvador; se trata de un mundo
interior, anímico, puramente mental que no tiene punto de contacto
con la realidad natural. Ya no hay oposición contra nadie, ni a la
propia desgracia ni al propio mal; se busca la buenaventura.
De estas realidades ha surgido la doctrina de la redención,
una forma de hedonismo enfermizo: «El miedo al dolor, incluso a lo
infinitamente pequeño en el dolor — no puede
acabar de otro modo que en una religión
del amor…»33
tal y como la profesa Jesús. Éste es la última consecuencia judía,
el resultado tardío de sufrimiento del pueblo de Israel.
El
espíritu
libre
del Übermensch
lucha contra la mentira
santa
en que consiste el ideario del cristianismo: la antítesis
del evangelio de Jesús. El proceso histórico del cristianismo34
condujo a que su fe
se volviese enferma, vulgar y baja: «— Los valores cristianos —
los valores aristocráticos35:
¡sólo nosotros, nosotros los espíritus que
hemos llegado a ser libres,
hemos restablecido esa antítesis de valores, la más grande que
existe!»36
Nietzsche
literalmente no soporta que en boca del sacerdote se emplee la
palabra verdad.
Cada proposición, cada frase que pronuncia un papa, un teólogo o un
sacerdote es una frase errada y no sólo errada sino una mentira.
No se miente por ignorancia o inocencia; el sacerdote sabe que ya no
existe un Dios ni un Redentor ni el pecado y sin embargo sigue con su
mentira santa:
el orden moral del mundo,
la voluntad libre
son mentiras.
En
opinión de Nietzsche, la misma palabra ‘cristianismo’ es una
tergiversación de la historia. Sólo ha habido un cristiano,
Jesús, y murió en una cruz; el evangelio, la buena nueva de
Jesús murió en la cruz. Todo cualquier otro evangelio es una
impostura, la antítesis de lo que Jesús había vivido, una
mala nueva, un disangelio.
Nietzsche
reconoce en el odio instintivo a toda realidad el elemento nuclear,
el motor que impulsa la esencia del cristianismo tal y como fue
desarrollado por Pablo de Tarso en las primeras comunidades
cristianas y, posteriormente, en toda la historia del cristianismo.
El auténtico evangelio, el evangelio de Jesús, quedó pendiente de
la cruz con la muerte ignominiosa del rabbí,
muerte destinada a la canaille.
La paradoja de esta muerte colocó a sus Apóstoles ante el dilema de
quién fue y qué fue Jesús37.
La
pequeña comunidad no había entendido el punto principal de la
predicación de Jesús: «lo ejemplar de ese modo de morir, la
libertad, la superioridad sobre
todo sentimiento de ressentiment»38.
Al
evangelio de Jesús le sucedió la mala
nueva,
Pablo de Tarso: «En Pablo cobra cuerpo el tipo antitético del «buen
mensajero», el genio en el odio, en la visión del odio, en la
implacable lógica del odio. ¡Cuántas
cosas
ha sacrificado al odio este disevangelista! Ante todo, el redentor;
lo clavó a la cruz suya.»39
Pablo
es el que dio el definitivo impulso a la mentira
del
Jesús resucitado.
Hizo otro
uso
de la vida de Jesús; necesitó la muerte en la cruz de éste pero
también la invención
de su resurrección con lo cual el Redentor seguiría viviendo: «Lo
que él mismo no creía, creyéronlo los idiotas entre los cuales
arrojó su
doctrina. — Su
necesidad era el poder;
con Pablo, una vez más quiso el sacerdote alcanzar el poder»40.
Conceptos
tales como ‘salvación del alma’ o ‘idénticos derechos para
todos’, han sido difundidos por el cristianismo; éste ha combatido
a muerte a todo sentimiento de distancia y de respeto entre los
hombres, todo sentimiento de aristocracia, lo que es considerado por
Nietzsche como conditio sine qua non de toda posible
elevación y crecimiento de la cultura.
Nietzsche
efectúa una contraposición entre la moral aristocrática y la moral
del chandala que, según el filósofo de Röcken, es una moral
nacida del instinto de venganza y del resentimiento. Este instinto
vengativo y este resentimiento pueden observarse en la siguiente
epístola de Pablo:
«¿No
ha hecho Dios de la sabiduría de este mundo una tontería?
Puesto que el mundo con su sabiduría no reconoció a Dios en su
sabiduría, Dios se complació en hacer bienaventurados a los
creyentes mediante una predicación necia. No muchos sabios
según
la carne,
no muchos poderosos,
no muchos nobles
son llamados. Sino lo que es necio
ante el mundo lo ha elegido Dios para deshonrar a los sabios; y lo
que es débil
ante el mundo lo ha elegido Dios para deshonrar a lo
fuerte.
Y lo innoble
ante el mundo y lo despreciado lo ha elegido Dios, y lo que es nada,
para aniquilar
a lo que es algo.
Para que ninguna carne
se gloríe delante de él.»41
Aquí
tenemos entera la psicología de Pablo y la misma psicoteología del
cristianismo. Pablo vive en el Espíritu, en la Verdad
y todo saber de este mundo carece del menor valor. Su moral de
chandala le hace despreciar todo lo que es poderoso y noble.
Los nobles no entraran en el Reino de los Cielos. Todo lo noble y
fuerte, todo lo que es aristocrático constituye el enemigo natural
de Pablo.
No
entra en su psicología religiosa considerar la vida, la fuerza, la
nobleza, la aristocracia del espíritu, sino que lo innoble,
lo bajo y abyecto es lo que ha sido elegido por Dios. Dios como
muleta de los pobres, los afligidos, los enfermos, los
miserables, los parias de la sociedad, los cansados, los decadentes,
los débiles, los locos. Lo que es nada ha sido elegido por
Dios para aniquilar a lo que es algo.
Lo
que es apreciado es solamente la vida del ‘más allá’, el ‘Reino
de los Cielos’, ‘Dios’. En Dios quiere Pablo conceptuar su
voluntad de poder nihilista,
una voluntad de poder basada en la nada
existencial.
La carne, la vida misma, no puede glorificarse ante Dios. La
psicología de Pablo es una psicología de la muerte,
un rechazo a la vida en todas sus manifestaciones. Paulus
war der größte aller Apostel der Rache…42
(«Pablo ha sido el más grande de todos los apóstoles de la
venganza…»).
La
concepción nietzscheana es una condición aristocratizantes del
mundo. Para él la aristocracia (Aristokratie)
es la condición de toda altura y elevación del espíritu, de todo
alejamiento del rebaño. La Aristokratie
supone
una elevación y una nobleza de espíritu que no se deja arrastrar
por la psicología religiosa resentida del sacerdote: «con el
resentimiento de las masas ha forjado [el cristianismo] su arma
capital
contra nosotros,
contra los seres aristocráticos […] La “inmortalidad”,
concedida a todo Pedro y a todo Pablo, han sido hasta ahora el
atentado máximo contra la humanidad aristocrática,
el atentado más maligno.»43
Se impidió lo que Nietzsche llama el «pathos
de la distancia». Esencialmente, a Nietzsche lo que le importa es el
aristocratismo de los sentimientos, id
est,
de las valoraciones que el hombre aristocrático hace sobre el mundo.
Esa
creencia en los privilegios de los más ha hecho y hará, según
Nietzsche, revoluciones
como consecuencia precisamente de esa igualdad de las almas que es el
presupuesto inicial del cristianismo: «¡son los juicios cristianos
de valor los que toda revolución no hace más que traducir en sangre
y crímenes! El cristianismo es una rebelión de todo lo que
se-arrastra-por-el-suelo contra lo que tiene altura:
el evangelio de los “viles” envilece…»44
El cristianismo en cuanto arte de mentir santamente. El cristianismo
es la mentira en sí; para Nietzsche es el judío duplicado. El
sacerdote miente; su arte consiste en la mentira
santa
repetida hasta la saciedad cada día: «pequeños engendros de
santurrones y mentirosos comenzaron a reivindicar para sí los
conceptos “Dios”, “verdad”, “luz”, “espíritu”,
“amor”, “sabiduría”, “vida”, como sinónimos de ellos
mismos.»45
La
idea, el concepto sacerdotal de juicio
final
supone una escatología del final
de los tiempos46
consecuencia del no
cumplimiento
del Reino de Dios en la tierra. De este modo el Reino de Dios se
suspende ad
gloriam del
Creador hacia un tiempo indefinido, hacia la eternidad (æternitas)
del otro mundo: aeterna
Christis munera47.
En esta interpretación religiosa del mundo, es el sacerdote el que
juzga
pero él no quiere ser juzgado. Nada debe oponerse a su teoría
del más
allá.
Todo el que contraviene esta teoría es estigmatizado y condenado en
juicio sumarísimo: «No juzguéis, para que no seáis juzgados.
Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la
medida con que midáis se os medirá.»48
Dado que los creyentes acatan
la voluntad del sacerdote, el enemigo natural del mismo es el no
creyente, el ateo, el incrédulo, el agnóstico, el àristokratikós,
el que posee la àristínden;
contra ellos dirige el sacerdos
sus ataques más virulentos.
La
lógica religiosa ascética
de los creyentes, sacerdotes, santos, místicos, mártires, eremitas
supone un rebajamiento
de la vida, una humillación ante ésta, una decadencia de las
fuerzas vitales, de todo lo que ensalza la existencia, de la alegría,
de la jovialidad, del deseo, del placer, de la aristocracia
del espíritu.
El hombre fuerte del que habla Nietzsche, los hombres superiores, el
Übermensch,
no tienen cabida en esta lógica del cristianismo. En palabras del
Nazareno: «Porque todo el que se ensalza
será humillado,
y el que se humilla
será ensalzado.»49
Lo que de verdad desea el sacerdote es que el hombre se ponga de
rodillas antes él. El mismo Jesús desea esto en la medida en que es
un profeta;
quiere que se le obedezca y se le respete: «Si alguno acude a mí, y
no me prefiere
a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y
a sus hermanas, e
incluso a su propia vida,
no puede ser mi discípulo.»50
Todo
lo que aparece en el NT es la inversión de los instintos elevados.
Moral:
jedes Word im Munde eines »resten Christen« ist eine Lüge, jede
Handlung, die er tut, eine Instinkt-Falsehheit — alle seine Werte,
alle Ziele sind schädlich, aber wen
er haßt, was
et haßt, das
bat Wer…
Der Christ, der Priester-Christ insonderheit, ist ein Kriterium
für Werte—.51
(«Moraleja:
toda palabra en boca de un “primer cristiano” es una mentira,
toda acción que él realice, una falsedad instintiva, — todos sus
valores, todas sus metas son perjudiciales, pero aquel
a quien él odia, aquello
que él odia, tiene
valor…
El cristiano, en especial el cristiano sacerdote, es un criterio
de valores»).
Todo
en el sacerdote es mentira, ‘mentira santa’, inversión de
los valores auténticos que elevan al hombre por encima de la plebe,
de la moral del chandala; son instintos malos, peligrosos para
la humanidad; encierran una lógica de lo imposible. Es por tanto el
mayor pecado contra la verdad, el verdadero pecado contra la vida que
ha de ser superable (überwindbar) por la superabundancia
(Überfülle) del Übermensch como agente de la
realización de un mundo si Dios. El Übermensch, a
través de la epojé axiológica de los valores cristianos,
trasciende (Übersinnlichkeit) la mentira santa en un acto
filosófico, constructo de un determinado estado de conciencia de
aquél.
En
contraposición a la figura de Jesús, el aristocratismo romano,
personificado en la figura de Pilatos, siente el desprecio por todo
aquello que viene del mundo judío52.
La palabra ‘verdad’ es mancillada en labios de Jesús. La actitud
de Pilatos a la pretensión de Jesús («Yo soy el Camino, la Verdad
y la Vida»53)
tiene cumplida e irónica respuesta en la frase de aquél: «¡qué
es la verdad!».
Si la Verdad es Dios, y Dios es la Vida, ésta queda negada por ser
Dios la Nada.
Ante esta negación de la vida, Nietzsche arguye: «aquello que ha
sido venerado como Dios [es] un crimen
contra la vida…
Nosotros negamos a Dios en cuanto Dios […] Dicho en una fórmula:
deus,
qualen Paulus creativid, dei negatio.»54
El
abismo (Agrund) que separa a los hombres superiores, a los
hombres aristocráticos, de los hombres inferiores se manifiesta en
la naturaleza pero también en la historicidad humana. El
cristianismo es «un crimen contra la vida» en la medida que aleja
de ésta, que la suprime, que la violenta, que la odia,
que la trasciende. Por eso Nietzsche niega a Dios en cuanto
Dios. La religión cristiana, que no tiene el menor punto de contacto
con la realidad, ha de ser enemiga de lo que Nietzsche llama la
«sabiduría del mundo» (Weisheit der Welt). Por ello,
la ciencia ha sido la mayor enemiga del cristianismo. El comienzo de
la Biblia encierra la angustia de Dios frente al conocimiento. El
peligro que Dios siente como máximo peligro es el que siente
el sacerdote ante la realidad. La solución de Dios como defensa ante
la ciencia es la expulsión del Paraíso pues la ociosidad, la
felicidad, conduce al pensamiento y el pensamiento es malo y
los hombres no deben pensar:
«Y
el “sacerdote en sí” inventa la indigencia […] toda especie de
miseria, vejez, fatiga, sobre todo la enfermedad
[…]
Y, ¡pese a todo!, ¡algo espantoso! La obra del conocimiento se alza
cual una torre, asaltando el cielo, trayendo el crepúsculo de los
dioses, — ¡qué hacer! — El viejo Dios inventa la guerra,
separa los pueblos, hace que los hombres se aniquilen mutuamente (los
sacerdotes han tenido siempre necesidad de la guerra…).»55
El
cristianismo ha utilizado a lo largo de su historia todos los medios
necesarios «con que puedan quedar envenenadas, calumniadas,
desacreditadas
la disciplina de espíritu56,
[…] la aristocrática frialdad y libertad de espíritu. La “fe”
como imperativo es el velo
de la ciencia, — in
praxi,
la mentira a cualquier precio… »57.
La fe
es la mentira
con respecto a la realidad (Wirklichkit,
Realität)
en cuanto existencia real y efectiva de algo y como verdad
(Wahrheit),
lo que ocurre
verdaderamente o, también, lo que es efectivo o tiene valor
práctico, en contraposición con lo fantástico
e ilusorio
propio
de la religión. La fe como necesidad
es el concepto para la dominación sobre los espíritus.
El
concepto de causa (aitía)
y efecto (effectus)
natural,
de
causalidad (Kausalität)
es desconocido para el cristianismo. En conformidad con la lógica
sacerdotal, el hierus
crea el concepto de ‘pecado’, y con ello, el concepto de ‘culpa’
y de ‘castigo’, la totalidad del orden moral del mundo: «entonces
se ha cometido el máximo crimen contra la humanidad.
— El pecado, digámoslo otra vez, esa forma par
excellence
de autodeshonra del hombre, ha sido inventado para hacer imposible la
ciencia, la cultura, toda elevación y aristocracia del hombre; el
sacerdote domina
merced al invento del pecado.»58
La
culpa es la desobediencia al sacerdos y el castigo la
imputación que éste asigna al creyente por haberlo desobedecido;
por poner en duda su palabra. La moral tiene un ordenamiento y
unas reglas fijas que no pueden ser trasgredidas. Esta moral surge de
la inversión de la moral aristocrática y con ello la moral
cristiana ha llegado a ser la moral por antonomasia.
La moral se opone al mundo de la naturaleza, a lo físico; se opone a
lo inmoral y a lo amoral siendo lo moral lo que es sometido a un
valor. Hegel diferenció entre la moralidad como moralidad
subjetiva (Moralität) y como moralidad objetiva
(Sittlichkeit). La Moralität es el cumplimiento de un
deber a través de un acto volitivo; la Sittlichkeit es
la obediencia a la ley moral. El Bien, lo conveniente, lo
adecuado, lo justo no son sino términos que usa el hierus
para la construcción de la conciencia moral. A través de la
Sittlichkeit hegeliana, como reminiscencia dieciochesca de la
moral cristiana, el creyente obedece a la moral
sacerdotal: Dieu et mon droit.
Todo
avance de la verdad ha tenido que ser conquistado
con un gran esfuerzo, «para ello se requiere grandeza de alma59:
el servicio a la verdad es el más duro de los servicios»60
pues la mentira
es lo que ha prevalecido en la historicidad del hombre. Se trata de
la honestidad,
de la que habla Nietzsche, en materia del espíritu; del desprecio de
los bellos sentimientos propios del hombre de fe: «la fe hace
bienaventurados a los hombres: por
consiguiente,
miente…»61
La mayor de las locuras es, cabalmente, la postulación
de la existencia de Dios y de todos los predicados que acerca de él
formula el teólogo: la hipótesis
Dios.
Como
apunta Nietzsche: «uno no se “convierte” al cristianismo, —
hay que estar suficientemente enfermo para ello…»62
En
un momento de la historicidad del cristianismo primitivo se produjo
el dominio de los valores inferiores sobre los valores
aristocráticos:
«Voy
a recordar —escribe Nietzsche— una vez más la inapreciable frase
de Pablo. “Lo que es débil
ante el mundo, lo que es necio
ante el mundo, lo innoble
y despreciado
ante el mundo lo ha elegido Dios”: esa
fue la fórmula, in
hoc signo
venció la décadence.
— Dios
en la cruz
— ¿es que no se entiende todavía el terrible pensamiento que está
detrás de ese símbolo? — Todo lo que sufre, todo lo que pende de
la cruz, es divino […] El cristianismo fue una victoria, por causa
suya pereció una mentalidad más
aristocrática
— el cristianismo ha sido hasta ahora la máxima desgracia de la
humanidad.»63
Bajo
este discurso, la lógica paulina, una lógica de la decadencia, se
enfrenta al espíritu aristocrático de las clases altas del Imperio
romano con el símbolo (symbolon) de la cruz y del Hijo de
Dios, Jesús el Cristo que es consustancial al Padre crucificado
en la cruz. La hipóstasis ‘Hijo’ del Dios-Padre
pendiente del madero; el mismo Dios crucificado. El sufrimiento
inherente a la crucifixión es un signo de que todo lo sufriente
es constitutivamente divino. La díada sufrimiento-divinidad
queda explícita en el símbolo del Dios que sufre en la cruz.
De
esta forma, el cristianismo se manifiesta como antítesis de toda
óptima constitución espiritual.
La razón, la lógica perversa del cristiano, toma partido por todo
lo malogrado profiriendo sus maldiciones contra el espíritu
tal y como lo concibe Nietzsche, contra la superbia,
contra ese espíritu sano del que habla el filósofo de Röcken. La
conciencia, el estado de ánimo característico del cristiano, la fe
ha de ser una singular forma de enfermedad por la cual «todos los
caminos derechos, honestos, científicos del conocimiento tienen
que
ser rechazados […] como caminos prohibidos.
Ya la duda es un pecado […] “Fe” significa no-querer-saber
lo que es verdadero.»64
Al teólogo le falta, según Nietzsche, el sentido filológico, la
ephexis
o indecisión en la interpretación cuando busca la salvación
del alma
y el
dedo de Dios
como finalismo de su exégesis de los textos en los que busca la
gracia,
la providencia,
las experiencias de salvación. A todo esto lo llama Nietzsche la
«prestidigitación divina».
La
idea popular en grado sumo de que los mártires
probarían la verdad de su fe precisamente con el martirio es uno de
esos trucos de ‘prestidigitación divina’ del que se ha valido el
cristianismo para confirmar la verdad
de sus predicamentos. El mártir es un criterio
de verdad que es rechazado absolutamente por Nietzsche cuando dice:
«yo negaría que mártir alguno haya tenido nunca algo que ver con
la verdad.»65
Esta
conclusión de que los mártires demuestran la verdad de sus
creencias «sacada por todos los idiotas […] de que una causa por
la cual alguien se entrega a la muerte (o que incluso produce, como
el cristianismo primitivo, epidemias de ansias de morir)»66
demuestra cuan lejos se está de entender el verdadero sentido de la
vida y del mundo y el alejamiento de toda realidad inmanente.
Los
mártires han sido dañinos para la verdad, pues su ‘verdad’ se
ha contrapuesto a la auténtica verdad;
aquélla es la antítesis de ésta, su inversión incluso, su
involución con respecto a la concepción griega de la verdad. Un
error, una falsedad, una mentira, una no-verdad que se vuelve
honorable
por el sacrificio del mártir-penitente se torna atractivo para las
masas ilógicas: «¿Es,
pues, la cruz un argumento?»67
Y Nietzsche, en su crítica a la lógica de la sangre y del martirio
como criterio de verdad, añade: «Signos de sangre han escrito en
el camino de ellos recorrieron, y su tontería enseñaba que con
sangre se demuestra la verdad.»68
El
creyente no se pertenecería a sí mismo por lo que estaría
constitutivamente alienado
(Hegel) o enajenado. El hombre de fe «tiene que ser consumido,
tiene necesidad de alguien que lo consuma. Toda especie de fe es en
sí una expresión de des-simismación, de extrañamiento de sí
mismo…»69
El determinismo enfermizo de la Weltanschauung
religiosa del creyente convierte al fideista en un fanático
potencial o actual.70
El prosélito cristiano representa el tipo antitético del espíritu
fuerte, del Übermensch,
el cual ha llegado a ser libre,
id
est,
incondicionado,
indeterminado.
Libertad y fuerza son los dos polos de un mismo continuum.
La libertad hace fluir la fuerza psíquica
y ésta supera el límite (überschreiten)
de la opresión reglamentada impuesta por el sistema creódico y
fideista conduciendo a la libertad frente a los epilépticos
del concepto.
«“La
verdad existe”: esto significa, en cualquier lugar en que se lo
oiga, el
sacerdote miente…»71.
A la postre, lo que es verdaderamente importante es la finalidad con
que se miente. Los medios por los cuales el sacerdote cristiano
accede al poder conducen a finalidades malas:
«envenenamiento, calumnia, negación de la vida, desprecio del
cuerpo, degradación y autodeshonra del hombre por el concepto de
pecado»72.
Corresponde al Übermensch,
en cuanto hombre plenamente espiritual73,
acceder a las realidades antipódicas con respecto a las que son
concebidas por la religión cristiana: la belleza —pulchrum
est paucorum hominum—
y la bondad como no debilidad de las fuerzas sino como un summum
de energía que derrocha la clemencia
hacia los seres inferiores. Solo en el Übermensch
no representa la bondad, debilidad: «El
mundo es perfecto
— así habla el instinto de los más espirituales74,
el instinto que dice sí […] el debajo-de-nosotros
de toda especie, la distancia, el pathos75
de
la distancia.»76
El
instinto de los más espirituales es afirmativo, dice sí
y este decir sí es una afirmación de la vida y de todo lo que esta
conlleva; es el
sentido de la tierra
nietzscheano, el apego a la existencia vital, rica, exuberante,
plena, maximizada por el optimismo y no el pesimismo (A.
Schopenhauer), la alegría de vivir, los placeres. Todo lo demás se
encuentra por
debajo
del Übermensch.
Los afirmativos, los hombres espirituales
y aristocráticos, son los más fuertes. Se trata de una aristocracia
del espíritu
y por tanto de un optimum
de las fuerzas psíquicas que rompe toda barrera, todo entramado,
toda red conceptual religiosa, toda maraña de términos, actitudes,
actividades, ritos, proposiciones, discursos, propios del hombre
sacerdotal. El factum
de la existencia de los hombres superiores, de los tipos humano
supremos,
supone la desigualdad
de derechos pues un derecho es un privilegio
y sólo los privilegiados pueden tener derechos y el asumir la
responsabilidad (die
Verantwortung für etwas übernehmen):
«La vida que aspira a lo alto
se vuelve cada vez más dura, — aumenta el frío, aumenta la
responsabilidad.»77
La
percepción de Nietzsche de lo que es ‘malo’ pasa por su
consideración del tipo humano del que procede toda debilidad,
toda envidia, toda venganza; id est, del
hombre-tipo cristiano, del acólito (akoloythos), del creyente
cristiano (christiānus) y de los individuos e instituciones
que se han ocupado de cristianizar (christianizāre), en
cuanto dogmatización cristiana, en el espíritu propio de esta
religión, constituyendo lo que se ha llamado la Cristiandad
(Christianītas). Ese ser ‘malo’ nietzscheano es el
cristianismo como venganza (Rache) de los ‘demasiados’
contra los fuertes; una actitud de envidia (Neid, Mißgünst)
hacia los aristócratas del espíritu; una debilidad (Schwäche)
que surge de la enfermedad, de todo lo caído, de lo miserable, del
chandala, de lo que contiene en sí la ruina, de lo decadente
(deckadent), de todo lo que se arrastra por el suelo, de lo
deformado, de lo estropeado e inservible en el hombre, de lo
maltratado y desgastado, de lo descompuesto, de lo impuro, de lo
deteriorado y marchito, de lo desfigurado, de lo malogrado, de lo
degenerado, de lo inútil para la vida.
Se
trata, en definitiva, de la décadence,
concepto fundamental en el pensamiento de Nietzsche que se expresa
como venganza, envidia, debilidad: «¿Qué es malo?
Pero si ya lo he dicho: todo lo que procede de la debilidad, de la
envidia, de la venganza.»78
La
pregunta que hace Nietzsche sobre la finalidad
con que se miente desemboca en si la
mentira santa
es conservativa o destructiva. El cristiano posee un instinto
cuya finalidad tiende a la destrucción.
La admiración de Nietzsche por el imperium
romanum
—según el filósofo la expresión más grandiosa de organización
en condiciones extremadamente difíciles alcanzada— contrasta con
la crítica demoledora que hace al cristianismo: «el destruir “el
mundo”, es
decir,
el imperium
romanum,
hasta que no quedó piedra sobre piedra, — hasta que incluso los
germanos y otros rufianes pudieron hacerse dueño de él…»79
El cristiano sería un décadent.
Produciría el efecto de disolución, envenenamiento, marchitación,
‘chupar sangre’, el «odio
mortal
a todo lo que está en pie, a lo que se yergue con grandeza, a lo que
tiene duración, a lo que promete un futuro a la vida…»80
El Imperio romano se construyó para la eternidad (sub
specie aeterni)
y sin embargo no fue lo suficientemente firme para soportar el
advenimiento del cristianismo:
«contra
la especie más
corrompida
de corrupción, contra el cristiano…
Ese gusano escondido […] esa banda cobarde, femenina y dulzona le
fue enajenando paso a paso a esa enorme construcción las “almas”,
— aquellas naturalezas valiosas, aquellas naturalezas virilmente
aristocráticas que sentían la causa de Roma como su propia causa,
como su propia seriedad, como su propio orgullo.
»81.
Todavía
tenemos nosotros, los hombres del mundo moderno, en nuestras cabezas
los instintos malos, los instintos cristianos frente a la
aristocracia del espíritu, al gran sí
a todas las cosas, «¡deshonrado por vampiros astutos, sigilosos,
invisibles, anémicos! No vencido, — ¡sólo chupado!... ¡El ansia
oculta de venganza, la pequeña envidia, convertidas en señor!
Todo lo miserable, lo que sufre de sí mismo, lo atormentado por
malos sentimientos, el entero mundo-ghetto
del alma, ¡de un golpe encumbrado!»82
El
cristianismo usurpó los logros de la cultura antigua83
introduciendo una valoración nueva del mundo y de la cultura, una
nueva Weltanschauung
religiosa emparentada con las religiones mistéricas y subterráneas
del mundo grecorromano. Más tarde, el Renacimiento supuso un ataque
frontal al lugar decisivo, en la sede misma del cristianismo, en
Roma. Se pretendió encumbrar la cosmovisión aristocrática del
mundo, introducir lo valores aristocráticos en el seno de los
deseos, de las necesidades, de los instintos de los hombres
renacentistas:
«César
Borgia papa84…
¿Se me entiende?...Bien, esa
habría sido la victoria a la que hoy sólo yo
aspiro, —: ¡con ella quedaba suprimido
el cristianismo! […] el enorme acontecimiento que había tenido
lugar, la superación del cristianismo en su propia sede
[…] ¡En la silla del papa no
estaban ya sentados la vieja corrupción, el peccatum
originale,
el cristianismo! ¡Sino el triunfo de la vida! ¡Sino el gran sí a
todas las cosas elevadas, bellas, temerarias!... Y Lutero restauró
de nuevo la Iglesia:
la atacó… El Renacimiento — ¡un acontecimiento sin sentido, un
gran en-vano!»85
El
cristianismo ha hecho de un no-valor
todo valor, de toda verdad, una grandiosa mentira, de la honestidad,
un abajamiento del espíritu. Necesitó y creó todo tipo de
calamidades con la finalidad de eternizarse a sí mismo. La religión
cristiana ha envilecido al hombre con la noción calamitosa de
‘pecado’; ha falseado la realidad con su concepto de la ‘igualdad
de las almas ante Dios’, ese pretexto del rencor de los hombres de
sentimientos viles. Ha extraído de la hūmānitās86
un arte de la autodeshonra, una voluntad de falsedad, una
autocontradicción, un despreciar a todos los instintos honestos y
buenos:
«la
cruz como signo de reconocimiento para la más subterránea conjura
habida nunca
[…]
Yo llamo al cristianismo la única
gran maldición, la única
grande intimísima corrupción, el único
gran instinto de venganza, para el cual ningún medio es bastante
venenoso, sigiloso, subterráneo, pequeño,
— yo lo llamo la única
inmortal mancha deshonrosa de la humanidad…»87
El
vencedor de Dios es el Übermensch que siente el tedium
vitae ante esa realidad construida por el cristianismo que se ha
hecho dueño de la cultura y de la misma civilización occidental. El
último hombre cristiano dará paso al Übermensch. Este
último hombre se abisma en su propio ocaso; es el hombre que ha de
perecer; es el nihilista cristiano que tiene como referente último
la Nada-Dios pues Dios es una Nada ontológica,
un abismo (F. W. J. Shelling) sin fondo, una no-realidad.
Frente a la imposibilidad de que Dios sea un ente objetivo, el
cristianismo lo ha imaginado como un ente espiritual absoluto.
Con ello, seguimos sin saber qué es Dios como arbitrium, qué
es el Espíritu Santo (der Heilige Geist), en
qué consiste el espíritu y qué significa espiritual.
La no existencia de Dios supone la no existencia de esos otros entes
dado que Dios es presentado como la culminación de la
jerarquía de los espíritus celestiales que el cristianismo
tiene como cultura animi.
La
tendencia del cristianismo a convertir en objetivo
todo lo que atañe a lo espiritual,
sólo definido lingüísticamente,
es sospechosa de una cierta tendencialidad objetivante que intenta
convertir lo que es meramente un conjunto ideativo en hechos
objetivos, id
est,
en realidades objetivas independientes de las concepciones mentales
que los cristianos tienen acerca de estas entidades; cum
finis est licitus, etiam media sunt licita88.
Evidentemente, esta tendencialidad hacia la objetivación de los
entes espirituales determina, cum
privilegio,
el logro de ese fin al que hace referencia Busenbaum. Finalmente se
hace verídica la frase de Nietzsche «humano, demasiado humano» y
esos fines
que señala Busenbaum quizás sean más terrenales de lo que cabría
suponer.
Si
entendemos al Übermensch
como hombre
dionisiaco89
entonces debemos considerar el aspecto afirmativo, el decir sí,
que constituye una de las características de ese hombre dionisiaco.
Éste, niega el trasmundo espiritual pero afirma las condiciones por
las cuales la vida se hace posible como eternidad
y dinámica transfiguradora del devenir continuo de esa vida. Es el
hombre
bueno
del ideal cristiano quien asume la moral propia de su creencia
interiorizando los valores caracterizadores del cristianismo; valores
establecidos, en su aspiración metafísica hacia lo verdadero,
lo bueno,
lo bello
(la triada platónica de Verdad, Bondad, Belleza). El hombre
dionisiaco niega lo supramundano pero afirma
en cuanto es creador
y afirmar no es soportar, asumir, llevar una carga, sino un acto
de creación.
Por el contrario, el hombre resignado incapaz de transformar el
mundo, de crear nuevos valores, es el idealista
cristiano.
Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en FilosofíaDirector de Revista Observaciones Filosóficas
Eastern Mediterranean University
Multiversidad Mundo Real Edgar Morin
Valparaíso, Chile
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Academia.edu: emui.academia.edu/AdolfoVasquezRocca
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Eastern Mediterranean University - Academia.edu
Multiversidad Mundo Real Edgar Morin
Académico Investigador Postgrado Multiversidad Mundo Real Edgar Morin – Programa de Doctorado Internacional en Pensamiento Complejo – Centro Mundial de Altos Estudios para la transformación social desde las Ciencias de la Complejidad, la Transdisciplina y el Pensamiento Complejo, 2015.
Tutor Doctoral: Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Líneas de Investigación
Universidad Complutense de Madrid
Escuela Matríztica
Multiversidad Mundo Real Edgar Morin
Eastern Mediterranean University - Academia.edu
Multiversidad Mundo Real Edgar Morin
Académico Investigador Postgrado Multiversidad Mundo Real Edgar Morin – Programa de Doctorado Internacional en Pensamiento Complejo – Centro Mundial de Altos Estudios para la transformación social desde las Ciencias de la Complejidad, la Transdisciplina y el Pensamiento Complejo, 2015.
Líneas de Investigación
Trayectoria Académica
Doctor
en
Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento
de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo.
Áreas de Especialización Antropología y Estética. Miembro de la Sociedad Española de Estética y Teoría de las Artes.
Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y
Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad
Andrés Bello UNAB. Profesor Adjunto Escuela
de
Psicología y de la Facultad de Arquitectura UNAB. Miembro de la
Cartera de Árbitros de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma
del Estado de México UAEM (Revista “El ornitorrinco tachado” - Archivos
Universitarios de Investigación Artística)
En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México.
Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de 'Konvergencias', Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Consejo Editorial Internacional de Revista Praxis. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional UNA, Costa Rica. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil y del Cuerpo Editorial de Sophia –Revista de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador–. –Secretario Ejecutivo de Revista Philosophica PUCV.
Asesor Consultivo de Enfocarte –Revista de Arte y Literatura– Cataluña / Gijón, Asturias, España. –Miembro del Consejo Editorial Internacional de 'Reflexiones Marginales' –Revista de la Facultad de Filosofía y Letras UNAM. –Editor Asociado de Societarts, Revista de artes y humanidades, adscrita a la Universidad Autónoma de Baja California. –Miembro del Comité Editorial de International Journal of Safety and Security in Tourism and Hospitality, publicación científica de la Universidad de Palermo. –Miembro Titular del Consejo Editorial Internacional de Errancia, Revista de Psicoanálisis, Teoría Crítica y Cultura –UNAM– Universidad Nacional Autónoma de México. –Miembro del Consejo Editorial de Revista “Campos en Ciencias Sociales”, Universidad Santo Tomás © , Bogotá, Colombia. Miembro del Consejo Editorial de Ludus Complexus: revista multiversitaria de complejidad, publicación científica del Doctorado Internacional en Pensamiento Complejo - Multiversidad Edgar Morin. Integrante del Comité científico de Revista Trama Interdisciplinar -Revista do Programa de Pós-Graduação Interdisciplinar em Educação, Arte e História da Cultura, Universidade Presbiteriana Mackenzie, São Paulo - SP, 01302-907, Brasil.
Miembro Cartera de árbitros -dictaminador internacional- de El Ornitorrinco Tachado Revista de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de México UAEM.
Miembro de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF) con sede en Bruselas, Bélgica. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. – Profesor visitante Florida Christian University USA y Profesor Asociado al Grupo Theoria – Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado –UCM. Eastern Mediterranean University - Academia.edu. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Consultor Experto del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC)– Artista conceptual. Crítico de Arte. Ha publicado el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008. Invitado especial a la International Conference de la Trienal de Arquitectura de Lisboa | Lisbon Architecture Triennale 2011. Traducido al Francés - Publicado en la sección Architecture de la Anthologie: Le Néant Dans la Pensée Contemporaine . Publications du Centre Français d'Iconologie Comparée CFIC, Bès Editions , París, © 2012. Profesor de Postgrado, Magister en Biología-Cultural, Escuela Matríztica de Santiago y Universidad Mayor 2013.
Profesor de Postgrado, Magíster en Biología-Cultural, Escuela Matríztica de Santiago y Universidad Mayor 2013–2014 –Investigador Asociado y Profesor adjunto de la Escuela Matríztica de Santiago, Área 'Filosofía fundamental' –dirigida por el Dr. Humberto Maturana.
Académico Investigador de Postgrado Multiversidad Mundo Real Edgar Morin; Programa de Doctorado Internacional en Pensamiento Complejo dictado por el Centro Mundial de Altos Estudios para la transformación social desde las Ciencias de la Complejidad, la Transdisciplina y el Pensamiento Complejo, 2015. – Catedrático Pensamiento Contemporáneo UFM, Seminario “Peter Sloterdijk: Del mundo interior del capital al útero social”, IV° Trimestre de 2016, en la M.A. Maestría en Filosofía de la Escuela de Posgrado UFM Universidad Francisco Marroquín, Guatemala.
En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México.
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Asesor Consultivo de Enfocarte –Revista de Arte y Literatura– Cataluña / Gijón, Asturias, España. –Miembro del Consejo Editorial Internacional de 'Reflexiones Marginales' –Revista de la Facultad de Filosofía y Letras UNAM. –Editor Asociado de Societarts, Revista de artes y humanidades, adscrita a la Universidad Autónoma de Baja California. –Miembro del Comité Editorial de International Journal of Safety and Security in Tourism and Hospitality, publicación científica de la Universidad de Palermo. –Miembro Titular del Consejo Editorial Internacional de Errancia, Revista de Psicoanálisis, Teoría Crítica y Cultura –UNAM– Universidad Nacional Autónoma de México. –Miembro del Consejo Editorial de Revista “Campos en Ciencias Sociales”, Universidad Santo Tomás © , Bogotá, Colombia. Miembro del Consejo Editorial de Ludus Complexus: revista multiversitaria de complejidad, publicación científica del Doctorado Internacional en Pensamiento Complejo - Multiversidad Edgar Morin. Integrante del Comité científico de Revista Trama Interdisciplinar -Revista do Programa de Pós-Graduação Interdisciplinar em Educação, Arte e História da Cultura, Universidade Presbiteriana Mackenzie, São Paulo - SP, 01302-907, Brasil.
Miembro Cartera de árbitros -dictaminador internacional- de El Ornitorrinco Tachado Revista de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de México UAEM.
Miembro de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF) con sede en Bruselas, Bélgica. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. – Profesor visitante Florida Christian University USA y Profesor Asociado al Grupo Theoria – Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado –UCM. Eastern Mediterranean University - Academia.edu. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Consultor Experto del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC)– Artista conceptual. Crítico de Arte. Ha publicado el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008. Invitado especial a la International Conference de la Trienal de Arquitectura de Lisboa | Lisbon Architecture Triennale 2011. Traducido al Francés - Publicado en la sección Architecture de la Anthologie: Le Néant Dans la Pensée Contemporaine . Publications du Centre Français d'Iconologie Comparée CFIC, Bès Editions , París, © 2012. Profesor de Postgrado, Magister en Biología-Cultural, Escuela Matríztica de Santiago y Universidad Mayor 2013.
Profesor de Postgrado, Magíster en Biología-Cultural, Escuela Matríztica de Santiago y Universidad Mayor 2013–2014 –Investigador Asociado y Profesor adjunto de la Escuela Matríztica de Santiago, Área 'Filosofía fundamental' –dirigida por el Dr. Humberto Maturana.
Académico Investigador de Postgrado Multiversidad Mundo Real Edgar Morin; Programa de Doctorado Internacional en Pensamiento Complejo dictado por el Centro Mundial de Altos Estudios para la transformación social desde las Ciencias de la Complejidad, la Transdisciplina y el Pensamiento Complejo, 2015. – Catedrático Pensamiento Contemporáneo UFM, Seminario “Peter Sloterdijk: Del mundo interior del capital al útero social”, IV° Trimestre de 2016, en la M.A. Maestría en Filosofía de la Escuela de Posgrado UFM Universidad Francisco Marroquín, Guatemala.
1
La palabra ‘Dios’ es el genitivo de Zeus (Diós). Nominativo:
Zeús; vocativo: Zeu; acusativo: Día; genitivo: Diós; dativo Dií.
2
EH, tr.
A. S. Pascual, Madrid: Alianza, 1979, p. 59.
3
GM, tr. A. S. Pascual, Madrid: Alianza, 2005, pp. 123-124.
4
AC, tr. A. S. Pascual, Madrid: Alianza, 1978, p. 27.
5
Ibid., p. 28.
6
Ibid., pp. 28-29.
7
Mt 15, 21-28.
8
Nietzsche, op. cit., p. 29.
9
Ibid., p. 31.
10
Ibid., p. 33.
11
Jn 8, 32
12
Nietzsche, op. cit., p. 34.
13
Hegel estudió en el Tübinger
Stift junto con
Höderlin y Shellling.
14
Nietzsche, op. cit., p. 34.
15
Ibid., p. 47.
16
Ibid., pp. 39-40.
17
Cf. Nietzsche, F., HH, tr. E.
González y E. Castellón, Madrid: M. E. Editores, 1993.
18
Nietzsche, op. cit., p. 42.
19
Ibid., p. 42.
20
Ibid., p. 43.
21
Jesús, el ‘Redentor’: «la salvación viene de los judíos».
Jn 4, 22: «Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos
lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.»
22
Nietzsche, op. cit., p. 50.
23
Ibid., p. 52.
24
Ibid., p. 53.
25
Ibid., p. 55.
26
Éx 19,5s.
27
Cf. Lamaire, A., El
mundo de la Biblia,
tr. J. Ortiz, Madrid: Editorial Complutense, 2000; Finkelstein, I. y
Silberman, N., La
Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo
Israel y de los orígenes de sus textos sagrados,
tr. J. Arista, Madrid: Siglo Veintiuno, 2003; Liberan, M., Más
allá de la Biblia. Historia Antigua de Israel,
tr. T. de Lozoya, Barcelona: Crítica, 2005; Lacocque, A. y Ricoeur,
P., Pensar la Biblia.
Estudios exegéticos y hermenéuticos,
tr. A. Riu, Barcelona: Herder, 2001.
28
Nietzsche, op. cit., p. 55.
29
Cf. Renan, E., Vida de
Jesús, tr. A.
Tirado, Madrid: EDAF, 1985.
30
Nietzsche, op. cit., p. 58.
31
Cf. Jaeger, W., La
teología de los primeros filósofos griegos,
tr. J. Gaos, México: FCE, 2000.
32
Lc 17,21.
33
Nietzsche, op. cit., p. 59.
34
Cf. Sotomayor, M. y Ubiña, J.; Historia
del cristianismo, 4
vols., Madrid: Trotta/Universidad de Granada, 2003ss; Küng, H., El
cristianismo. Esencia e historia,
tr. V. de Lapera, Madrid: Trotta, 2001; Forte, B., La
esencia del cristianismo,
tr. J. Carda, Salamanca: Sígueme, 2002; Rops, D. escribió una
Historia de la Iglesia
en 9 vols. con un título concreto para cada volumen. El primer
volumen lleva el título de La
Iglesia de los Apóstoles y de los mártires,
tr. L. Liria, Barcelona: Luis de Caralt Editor, 1955 ss.
35
Para las posibles relaciones de hombre aristocrático con el ‘héroe’
véase la obra de Carlyle, T., Los
Héroes. El culto de los héroes y lo heroico en la historia,
2 vols., Barcelona: F. Granada y C.ª, 1906.
36
Nietzsche, op. cit., p. 67.
37
Las interpretaciones de la figura de Jesús han sido múltiples a lo
largo de dos siglos. Se ha contrapuesto el ‘Jesús de la historia’
al ‘Jesús de la fe’. Entre los millares de libros dedicados a
la figura de Jesús citaremos unos cuantos como referencia esencial:
Sanders, E., La figura
histórica de Jesús,
tr. J. Abadía, Estella (Navarra): Verbo Divino, 2000;
Schillebeeckx, E., Jesús.
La historia de un viviente,
tr. A. Aramayona, Madrid: Trotta, 2002; Vermes, G., Jesús
el judío. Los Evangelios leídos por un historiador,
tr. J. Florez y A Pérez, Barcelona: Muchnik Editores, 1977; Ehrman,
B. D., Jesús, el
profeta judío apocalíptico,
tr. M. Moreno, Barcelona: Paidós, 2001; Theissen, G. y Merz, A., El
Jesús histórico,
tr. M. Olasagasti, Salamanca: Ediciones Sígueme, 2000; Crossan, J.
D. y Reed, J. L., Jesús
desenterrado, tr. T.
de Lozoya, Barcelona: Crítica, 2003; Schonfield, H. J., El
complot de Pascua. Jesús y la profecía mesiánica,
tr. J. Apfelbäume, Barcelona: Martínez Roca, 1987; Fromm, E.: El
dogma de Cristo, tr.
G. Steenks, Barcelona: Paidós, 2002; Ojea, G. P., El
mito de Cristo,
Madrid: Siglo Veintiuno, 2000; Ojea, G. P., El
Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de la historia,
Madrid: Siglo Veintiuno, 1992. Sanders, E. P., Jesús
y el judaísmo, tr.
J. Escobar, Madrid: Trotta, 2004; Meier, J. P., Un
judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico,
4 vols., tr. S. Martínez, Estella (Navarra): Verbo Divino, 2004.
38
Nietzsche, op. cit., 71.
39
Ibid., p. 73.
40
Ibid., p. 74.
41
Pablo, 1 Cor 1,20 ss. Cursivas
mías.
42
Nietzsche, F., Werke
in drei Bänden,
ed. Karl
Schlechta, Hanser, München, vol. II, § 45, p. 1210.
43
Nietzsche, op. cit., p. 75.
44
Ibid., p. 75.
45
Ibid., p. 77.
46
Cf. la magnífica obra de Cohn, N., El
cosmos, el caos y el mundo venidero.
Las antiguas raíces
de la fe apocalíptica,
tr. B. Blanch, Barcelona: Crítica, 1995.
47
«Eternos regalos de Cristo». Se trata del título y comienzo de un
conocido himno de la Edad Media en honor de los Apóstoles de Jesús
atribuido a San Ambrosio.
48
Mt 7, 1-5.
49
Q 14, 11-18: 14B. Cursivas mías.
50
Q 14, 26-27; 17,33. Cursivas
mías.
51
Nietzsche, F., Werke
in drei Bänden,
ed. Karl
Schlechta, Hanser, München, vol. II, § 46, p. 1211.
52
En general Roma despreciaba todo lo que provenía de los judíos.
53
Jn 14,6.
54
Nietzsche, op. cit., p. 82.
55
Ibid., p. 84.
56
Nietzsche utiliza en toda su obra el concepto ‘espíritu’ de
manera diametralmente opuesta a como es utilizado por la religión
cristiana.
57
Nietzsche, op. cit., p. 82.
58
Ibid., pp. 85-86.
59
Al igual que el concepto de ‘espíritu’, el concepto de ‘alma’
tiene en Nietzsche un significado completamente distinto del que
tiene en la religión cristiana.
60
Nietzsche, op. cit., p. 87.
61
Ibid., p. 87.
62
Ibid., p. 88.
63
Ibid., p. 89.
64
Ibid., p. 90.
65
Ibid., p. 91.
66
Ibid., p. 92.
67
Ibid., p. 92
68
Za, tr. A. S. Pascual, Madrid: Alianza, 1978, p. 141 («De los
sacerdotes»).
69
Nietzsche, op. cit., pp. 93-94.
70
Cf. Armstrong, K., Los
orígenes del fundamentalismo en el judaísmo, el cristianismo y el
islam, tr. F.
Villegas, Barcelona: Círculo de Lectores, 2004.
71
Nietzsche, op. cit., p. 96.
72
Ibid., p. 96.
73
Aquí empleamos el concepto de ‘espiritual’ en un sentido
completamente antagónico a como es utilizado en el cristianismo o
en el judaísmo.
74
Nietzsche utiliza el término ‘espiritual’ en el sentido de
‘aristocrático’.
75
Pathema atos to,
todo lo que uno experimenta o siente, prueba, experiencia; suceso,
coyuntura; castigo, sufrimiento, desgracia, infortunio, triste
suerte, desastre; enfermedad, muerte; estado del alma [piedad,
placer, amor, tristeza, cólera, aflicción, pena]; cambio,
fenómeno; afecto, pasión; pathema
ha significado también la Pasión de Jesucristo.
76
Nietzsche, op. cit., p. 100.
77
Ibid., p. 100.
78
Ibid., p. 101.
79
Ibid., p. 102.
80
Ibid., p. 102.
81
Ibid., p. 103.
82
Ibid., p. 105.
83
Cf. Burckhardt, J., Historia
de la cultura griega,
3 vols., tr. E. Imaz, Barcelona: RBA, 2005. Burckhardt fue amigo
personal de Nietzsche.
84
Cf. Ranke L. v., Historia
de los Papas en la época moderna,
México: FCE, 2001.
85
Nietzsche, op. cit., pp. 107-108.
86
Humanidad, naturaleza humana, cualidad de ser humano (id
quod est humanitatis tuœ,
lo que corresponde a la humanidad de tus sentimientos, es decir, lo
que es propio de tu humanidad); humanitatis
est, es propio de la
naturaleza humana.
87
Nietzsche, op. cit., p. 109.
88
Esta frase del jesuita Busenbaum ha servido a los adversarios de la
Compañía de Jesús para indicar que, según la moral de los
jesuitas, el fin justifica los medios.
89
Cf. Kart Kerényi, K., Dionisios.
Raíz de la
vida indestructible,
tr. A. Kovacksics, Barcelona: Herder, 1998 y Daraki, María,
Dioniso y la diosa
Tierra, tr. B. Gala y
F. Guerrero, Madrid: Abada Editores, 2006.
Publicaciones
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(2016)
"Heidegger y Sloterdijk: Provocación de la técnica, claroscuro de la verdad y domesticación del Ser (más allá de la matriz bucólica de la pastoral heideggeriana) ", En Revista Observaciones Filosóficas Nº 22, 2016.
“Derrida: Deconstrucción, 'différence' y diseminación. Una historia de parásitos, huellas y espectros”, En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, Universidad Complutense de Madrid.
“Sloterdijk: De los Pastores del ser al Capitalismo cárnico contemporáneo. Posthumanismo, inmunología general y giro antropotécnico”, Rosebud - Dublin, Irlanda, 2016.
“Peter Sloterdijk: Cleptocracia Estatal, Economía filantrópico-capitalista y Genealogía del orgullo (Thymos). Debate en torno a la fundamentación democrática de los impuestos”, En EIKASIA N.º 71, Revista de Filosofía, Oviedo, España.
“El claroscuro de la verdad: Sloterdijk y Heidegger; observaciones aporéticas en torno a los conceptos de mundo, técnica y verdad”, Reflexiones Marginales, Revista de Filosofía UNAM
“La Filosofía, suplantada por los libros de autoayuda y el Coaching ontológico”, En Revista Almiar - Margen Cero
- Madrid, ISSN: 1696-4807, III Época Nº 86 - 2016.
“Referencias a Nietzsche en la Biografía de Freud por Ernest Jones”, Revista Actas Psicoanalíticas Nº 15 – 2015
“Aproximación estético-psicótica al Teatro de Marius von Mayenburg: Una relectura desde las nociones de lo siniestro y el modelo atmoterrorista”, En Reflexiones Marginales, UNAM
“Itinerarios de lo humano al interior de la Filosofía: Entre el Parque humano y las comunidades espaciales ‘aladas’”, Eldiario.com.ar Edición Impresa. Mayo de 2016. Redacción: Buenos Aires
“Romanticismo oscuro: De la Literatura Gótica a los Poetas malditos”, En Actas del Seminario –Literatura y Filosofía Contemporánea XVI – 2016 Universidad de Cantabria
“Byung-Chul Han: Psicopolítica, inconsciente digital y diferencia post–inmunológica”, Reflexiones Marginales, Revista de Filosofía UNAM
“Ludwig Wittgenstein: Notas sobre Estética, Psicoanálisis y Ética” (Mística, Filosofía y Silencio), Revista Margen Cero, Madrid
“Sloterdijk y Heidegger; Metáfora de la navegación, Hiperpolítica y Crítica del imaginario filoagrario” (Versión ampliada), Revista OBSERVACIONES FILOSÓFICAS
“Arthur C. Danto: Simulacros y Posthistoria”, En HOMINES –Revista de Arte y Cultura, marzo de 2016 – MA-739-2004, Málaga
“Wittgenstein: Mística, Filosofía y silencio; Notas sobre Estética, Psicoanálisis y Ética”. Seminario: 'Estudios Antropológicos Acerca de lo Divino', LOGOI Ministries – Cursos FLET
“Sloterdijk y Heidegger; Metáfora de la navegación, Hiperpolítica y Crítica del imaginario filoagrario”, Redazione Rosebud –Critica, Scrittura, Giornalismo– DUBLIN, Ireland.
“Arthur C. Danto, Después del fin del arte, cuando todo es arte y nada es arte” II, en Revista Almiar, Margen Cero, Madrid – III Época Nº 84 – enero-febrero de 2016.
(2015)
“El
elusivo sujeto: de las tecnologías del yo a la
transformación biopolítica de la subjetividad”, En
EIKASIA, Oviedo, España.
“Byung-Chul Han: del viral-immunològic a neuronal-estressant”, Diàlegs revista d'estudis polítics i socials, Vol. 18, Nº. 69, 2015, pp. 15-34, Institut d'Estudis Humanístics, Catalunya. ISSN: 1138-9850.
“Sloterdijk y Freud: Observaciones sobre el Cristianismo y el Psicoanálisis como sistemas rivales de cura”, En ERRANCIA, La Palabra Inconclusa, UNAM.
“Byung-Chul Han: La Sociedad de la Transparencia, Cansancio elocuente y Psicopolítica: De lo viral-inmunológico a lo neuronal-estresante“, En Revista Observaciones Filosóficas ISSN 0718-3712, Sección Filosofía Contemporánea.
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“Baudrillard y Danto: simulacros y políticas del signo después del fin del arte”, en AdVersuS, Revista de Semiótica, Buenos Aires – año XII | Nº 28 – 2015, Instituto Ítalo-Argentino di Ricerca Sociale
“Peter Handke y Wim Wenders: el lento regreso del sujeto escindido”, en Reflexiones Marginales, Revista de Filosofía UNAM, Universidad Nacional Autónoma de México
“El Cine de Raúl Ruiz: Políticas estéticas, ontología de lo fantástico y polisemia visual”, En Noimagen –Centro de Estudios Visuales–, 2015. Santiago [Reedición – Publicado originalmente en Revista Aisthesis 48]
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"El pulso de la Filosofía Contemporánea", en Revista Almiar, Margen Cero, Nº 81 - 2015, Madrid.
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“La cuestión del sujeto: neuroplasticidad y transformación. Biopolítica de la subjetividad, hacia un yo neuroquímico”, En Revista NÓMADAS Nº 42 - 2015, IESCO - Universidad Central, Colombia. SCIELO Citation Index (Thomson Reuters) ISI (En Prensa).
“La Función Terapéutica de la Filosofía y la noción de problema en Wittgenstein” – (Ludwig Wittgenstein Society), En Redazione Rosebud - Anno V, DUBLIN, Ireland.
“Raúl Ruiz: La recta provincia y la invención de Chile”, En Revista Almiar, MARGEN CERO, Madrid,
“Carl Gustav Jung: Arquetipos, Mística e Inconsciente Colectivo”, (Jung Society - Dublin), En Redazione Rosebud –Critica, Scrittura, Giornalismo– Anno V, DUBLIN, Ireland.
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“La Función Terapéutica de la Filosofía y la noción de problema en Wittgenstein” – (Ludwig Wittgenstein Society), En Redazione Rosebud - Anno V, DUBLIN, Ireland.
“Raúl Ruiz: La recta provincia y la invención de Chile”, En Revista Almiar, MARGEN CERO, Madrid,
“Carl Gustav Jung: Arquetipos, Mística e Inconsciente Colectivo”, (Jung Society - Dublin), En Redazione Rosebud –Critica, Scrittura, Giornalismo– Anno V, DUBLIN, Ireland.
(2014)
“La influencia de la Escuela de Frankfurt
en Zygmunt Bauman y Richard Rorty: De la Teoría Crítica a la
Modernidad líquida y el Pragmatismo norteamericano”, En
EIKASIA, Revista de Filosofía, SAF Sociedad Asturiana de
Filosofía, Oviedo, Nº 60.
“Psicopolítica, sociedad sitiada y Movimiento de los Indignados: La modernidad líquida y sus parias. Zygmunt Bauman y Edward Snowden”, En Revista Almiar - III Época Nº 76 - 2014, ISSN: 1696-4807, MARGEN CERO.
“Derrida: Deconstrucción, différance y diseminación; una historia de parásitos, huellas y espectros”. En Revista Observaciones Filosóficas - Nº 19 / 2014 – ISSN 0718-3712.
“William S. Burroughs y Jacques Derrida; Literatura parasitaria y Cultura replicante: Del virus del lenguaje a la psicotopografía del texto”, En ERRANCIA, La palabra Inconclusa, Nº 9 - 2014.
"Lógica paraconsistente, paradojas y lecturas parasitarias: Del virus del lenguaje a las lógicas difusas, (Lewis Carroll, B. Russell, K. Gödel y W. S. Burroughs)", En EIKASIA, Revista de Filosofía, Nº 58 – 2014, Sociedad Asturiana de Filosofía SAF, Oviedo, España.
“Nietzsche y Freud, negociación, culpa y crueldad: las pulsiones y sus destinos, eros y thanatos (agresividad y destructividad)”, En EIKASIA Nº 57, 2014, Revista de Filosofía, Oviedo, SAF.
"Sloterdijk: el retorno de la religión, la lucha de los monoteísmos históricos y el asedio a jerusalén; Psicopolítica de los bancos de ira, apocalipsis y relatos escatológicos; del fundamentalismo islámico a los espectros de Marx". En Revista Almiar - III Época Nº 75 - 2014, ISSN: 1696-4807, MARGEN CERO.
“Freud y Kafka: Criminales por sentimiento de culpabilidad: En torno a la crueldad, el sabotaje y la auto-destructividad humana”, En EIKASIA, Revista de la Sociedad Asturiana de Filosofía SAF, Nº 55 – marzo, 2014 - ISSN 1885-5679 – Oviedo, España.
“Psicopolítica, sociedad sitiada y Movimiento de los Indignados: La modernidad líquida y sus parias. Zygmunt Bauman y Edward Snowden”, En Revista Almiar - III Época Nº 76 - 2014, ISSN: 1696-4807, MARGEN CERO.
“Derrida: Deconstrucción, différance y diseminación; una historia de parásitos, huellas y espectros”. En Revista Observaciones Filosóficas - Nº 19 / 2014 – ISSN 0718-3712.
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"Sloterdijk: el retorno de la religión, la lucha de los monoteísmos históricos y el asedio a jerusalén; Psicopolítica de los bancos de ira, apocalipsis y relatos escatológicos; del fundamentalismo islámico a los espectros de Marx". En Revista Almiar - III Época Nº 75 - 2014, ISSN: 1696-4807, MARGEN CERO.
“Freud y Kafka: Criminales por sentimiento de culpabilidad: En torno a la crueldad, el sabotaje y la auto-destructividad humana”, En EIKASIA, Revista de la Sociedad Asturiana de Filosofía SAF, Nº 55 – marzo, 2014 - ISSN 1885-5679 – Oviedo, España.
Libros
Libro: Peter
Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de
climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial
de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia,
España 2008.
Libro: Rorty: el Giro narrativo de la Ética o la Filosofía como género literario [Compilación de Conferencias en México D.F.] Editorial Hombre y Mundo, México 2009.
Capítulos de Libros
Miradas Éticas a la Sociedad Contemporánea, Universidad Autónoma de Tlaxcala - Cap. “Zygmunt Bauman: Modernidad líquida, movimiento de los indignados y fragilidad de los vínculos humanos”.
Le Néant Dans La Pensée Contemporaine, Publications du Centre Français d'Iconologie Comparée CFIC , Bès Editions , París, 2012.
VV.AA., VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Antologado y Traducido al Francés - Publicado en la sección Architecture de la Anthologie: Le Néant Dans la Pensée Contemporaine. Publications du Centre Français d'Iconologie Comparé, Bès Editions, París 2012.
Libro: Rorty: el Giro narrativo de la Ética o la Filosofía como género literario [Compilación de Conferencias en México D.F.] Editorial Hombre y Mundo, México 2009.
Capítulos de Libros
Miradas Éticas a la Sociedad Contemporánea, Universidad Autónoma de Tlaxcala - Cap. “Zygmunt Bauman: Modernidad líquida, movimiento de los indignados y fragilidad de los vínculos humanos”.
Le Néant Dans La Pensée Contemporaine, Publications du Centre Français d'Iconologie Comparée CFIC , Bès Editions , París, 2012.
VV.AA., VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Antologado y Traducido al Francés - Publicado en la sección Architecture de la Anthologie: Le Néant Dans la Pensée Contemporaine. Publications du Centre Français d'Iconologie Comparé, Bès Editions, París 2012.
Vásquez Rocca, Adolfo, “Nietzsche
y Derrida: De la voluntad de ilusión a la Mitología blanca” En
CUENTA Y RAZÓN DEL PENSAMIENTO ACTUAL (FUNDES) - Revista de la Fundación
de Estudios Sociológicos de MADRID. Nº 145 – 2007, pp. 45 a
64 - ISSN : 0211-1381 Sumario Consorci de BIBLIOTEQUES
UNIVERSITÀRIES DE CATALUNY: http://www.cuentayrazon.org/revista/pdf/145/Num145_006.pdf
Vásquez Rocca, Adolfo, "Nietzsche:
La
ficción del sujeto y las seducciones de la gramática", en A PARTE
REI, Sociedad de Estudios Filosóficos, Nº 49, enero 2007, MADRID.
http://serbal.pntic.mec.es/%7Ecmunoz11/vasquez49.pdf
Vásquez Rocca, Adolfo, "Sloterdijk,
Agamben y Nietzsche: Biopolítica, posthumanismo y Biopoder" En Revista
Observaciones Filosóficas - / 2009 - ISSN 0718-3712
http://www.observacionesfilosoficas.net/sloterdijkagambenynietzsche.htm
Vásquez Rocca, Adolfo, “Nietzsche
y Sloterdijk; depauperación del nihilismo, posthumanismo y complejidad
extrahumana”, En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y
Jurídicas - Universidad Complutense de Madrid, NÓMADAS. 25 |
Enero-Junio.2010 (I), pp. 439-451. http://www.ucm.es/info/nomadas/25/avrocca.pdf
DOAJ → Directory of Open Access Journals
DIALNET → Directorio de Publicaciones Científicas Hispanoamericanas
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Biblioteca Universia → Unesco - CSIC
Biblioteca UCM → Universidad Complutense de Madrid
Biblioteca de la Universidad de Oviedo → Repositorio institucional.
Biblioteca Asociación Filosófica UI →
Eastern Mediterranean University - Academia.edu
Publicaciones Indexadas en Revista Nómadas
1
La palabra ‘Dios’ es el genitivo de Zeus (Diós). Nominativo:
Zeús; vocativo: Zeu; acusativo: Día; genitivo: Diós; dativo Dií.
2
EH, tr.
A. S. Pascual, Madrid: Alianza, 1979, p. 59.
3
GM, tr. A. S. Pascual, Madrid: Alianza, 2005, pp. 123-124.
4
AC, tr. A. S. Pascual, Madrid: Alianza, 1978, p. 27.
5
Ibid., p. 28.
6
Ibid., pp. 28-29.
7
Mt 15, 21-28.
8
Nietzsche, op. cit., p. 29.
9
Ibid., p. 31.
10
Ibid., p. 33.
11
Jn 8, 32
12
Nietzsche, op. cit., p. 34.
13
Hegel estudió en el Tübinger
Stift junto con
Höderlin y Shellling.
14
Nietzsche, op. cit., p. 34.
15
Ibid., p. 47.
16
Ibid., pp. 39-40.
17
Cf. Nietzsche, F., HH, tr. E.
González y E. Castellón, Madrid: M. E. Editores, 1993.
18
Nietzsche, op. cit., p. 42.
19
Ibid., p. 42.
20
Ibid., p. 43.
21
Jesús, el ‘Redentor’: «la salvación viene de los judíos».
Jn 4, 22: «Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos
lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.»
22
Nietzsche, op. cit., p. 50.
23
Ibid., p. 52.
24
Ibid., p. 53.
25
Ibid., p. 55.
26
Éx 19,5s.
27
Cf. Lamaire, A., El
mundo de la Biblia,
tr. J. Ortiz, Madrid: Editorial Complutense, 2000; Finkelstein, I. y
Silberman, N., La
Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo
Israel y de los orígenes de sus textos sagrados,
tr. J. Arista, Madrid: Siglo Veintiuno, 2003; Liberan, M., Más
allá de la Biblia. Historia Antigua de Israel,
tr. T. de Lozoya, Barcelona: Crítica, 2005; Lacocque, A. y Ricoeur,
P., Pensar la Biblia.
Estudios exegéticos y hermenéuticos,
tr. A. Riu, Barcelona: Herder, 2001.
28
Nietzsche, op. cit., p. 55.
29
Cf. Renan, E., Vida de
Jesús, tr. A.
Tirado, Madrid: EDAF, 1985.
30
Nietzsche, op. cit., p. 58.
31
Cf. Jaeger, W., La
teología de los primeros filósofos griegos,
tr. J. Gaos, México: FCE, 2000.
32
Lc 17,21.
33
Nietzsche, op. cit., p. 59.
34
Cf. Sotomayor, M. y Ubiña, J.; Historia
del cristianismo, 4
vols., Madrid: Trotta/Universidad de Granada, 2003ss; Küng, H., El
cristianismo. Esencia e historia,
tr. V. de Lapera, Madrid: Trotta, 2001; Forte, B., La
esencia del cristianismo,
tr. J. Carda, Salamanca: Sígueme, 2002; Rops, D. escribió una
Historia de la Iglesia
en 9 vols. con un título concreto para cada volumen. El primer
volumen lleva el título de La
Iglesia de los Apóstoles y de los mártires,
tr. L. Liria, Barcelona: Luis de Caralt Editor, 1955 ss.
35
Para las posibles relaciones de hombre aristocrático con el ‘héroe’
véase la obra de Carlyle, T., Los
Héroes. El culto de los héroes y lo heroico en la historia,
2 vols., Barcelona: F. Granada y C.ª, 1906.
36
Nietzsche, op. cit., p. 67.
37
Las interpretaciones de la figura de Jesús han sido múltiples a lo
largo de dos siglos. Se ha contrapuesto el ‘Jesús de la historia’
al ‘Jesús de la fe’. Entre los millares de libros dedicados a
la figura de Jesús citaremos unos cuantos como referencia esencial:
Sanders, E., La figura
histórica de Jesús,
tr. J. Abadía, Estella (Navarra): Verbo Divino, 2000;
Schillebeeckx, E., Jesús.
La historia de un viviente,
tr. A. Aramayona, Madrid: Trotta, 2002; Vermes, G., Jesús
el judío. Los Evangelios leídos por un historiador,
tr. J. Florez y A Pérez, Barcelona: Muchnik Editores, 1977; Ehrman,
B. D., Jesús, el
profeta judío apocalíptico,
tr. M. Moreno, Barcelona: Paidós, 2001; Theissen, G. y Merz, A., El
Jesús histórico,
tr. M. Olasagasti, Salamanca: Ediciones Sígueme, 2000; Crossan, J.
D. y Reed, J. L., Jesús
desenterrado, tr. T.
de Lozoya, Barcelona: Crítica, 2003; Schonfield, H. J., El
complot de Pascua. Jesús y la profecía mesiánica,
tr. J. Apfelbäume, Barcelona: Martínez Roca, 1987; Fromm, E.: El
dogma de Cristo, tr.
G. Steenks, Barcelona: Paidós, 2002; Ojea, G. P., El
mito de Cristo,
Madrid: Siglo Veintiuno, 2000; Ojea, G. P., El
Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de la historia,
Madrid: Siglo Veintiuno, 1992. Sanders, E. P., Jesús
y el judaísmo, tr.
J. Escobar, Madrid: Trotta, 2004; Meier, J. P., Un
judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico,
4 vols., tr. S. Martínez, Estella (Navarra): Verbo Divino, 2004.
38
Nietzsche, op. cit., 71.
39
Ibid., p. 73.
40
Ibid., p. 74.
41
Pablo, 1 Cor 1,20 ss. Cursivas
mías.
42
Nietzsche, F., Werke
in drei Bänden,
ed. Karl
Schlechta, Hanser, München, vol. II, § 45, p. 1210.
43
Nietzsche, op. cit., p. 75.
44
Ibid., p. 75.
45
Ibid., p. 77.
46
Cf. la magnífica obra de Cohn, N., El
cosmos, el caos y el mundo venidero.
Las antiguas raíces
de la fe apocalíptica,
tr. B. Blanch, Barcelona: Crítica, 1995.
47
«Eternos regalos de Cristo». Se trata del título y comienzo de un
conocido himno de la Edad Media en honor de los Apóstoles de Jesús
atribuido a San Ambrosio.
48
Mt 7, 1-5.
49
Q 14, 11-18: 14B. Cursivas mías.
50
Q 14, 26-27; 17,33. Cursivas
mías.
51
Nietzsche, F., Werke
in drei Bänden,
ed. Karl
Schlechta, Hanser, München, vol. II, § 46, p. 1211.
52
En general Roma despreciaba todo lo que provenía de los judíos.
53
Jn 14,6.
54
Nietzsche, op. cit., p. 82.
55
Ibid., p. 84.
56
Nietzsche utiliza en toda su obra el concepto ‘espíritu’ de
manera diametralmente opuesta a como es utilizado por la religión
cristiana.
57
Nietzsche, op. cit., p. 82.
58
Ibid., pp. 85-86.
59
Al igual que el concepto de ‘espíritu’, el concepto de ‘alma’
tiene en Nietzsche un significado completamente distinto del que
tiene en la religión cristiana.
60
Nietzsche, op. cit., p. 87.
61
Ibid., p. 87.
62
Ibid., p. 88.
63
Ibid., p. 89.
64
Ibid., p. 90.
65
Ibid., p. 91.
66
Ibid., p. 92.
67
Ibid., p. 92
68
Za, tr. A. S. Pascual, Madrid: Alianza, 1978, p. 141 («De los
sacerdotes»).
69
Nietzsche, op. cit., pp. 93-94.
70
Cf. Armstrong, K., Los
orígenes del fundamentalismo en el judaísmo, el cristianismo y el
islam, tr. F.
Villegas, Barcelona: Círculo de Lectores, 2004.
71
Nietzsche, op. cit., p. 96.
72
Ibid., p. 96.
73
Aquí empleamos el concepto de ‘espiritual’ en un sentido
completamente antagónico a como es utilizado en el cristianismo o
en el judaísmo.
74
Nietzsche utiliza el término ‘espiritual’ en el sentido de
‘aristocrático’.
75
Pathema atos to,
todo lo que uno experimenta o siente, prueba, experiencia; suceso,
coyuntura; castigo, sufrimiento, desgracia, infortunio, triste
suerte, desastre; enfermedad, muerte; estado del alma [piedad,
placer, amor, tristeza, cólera, aflicción, pena]; cambio,
fenómeno; afecto, pasión; pathema
ha significado también la Pasión de Jesucristo.
76
Nietzsche, op. cit., p. 100.
77
Ibid., p. 100.
78
Ibid., p. 101.
79
Ibid., p. 102.
80
Ibid., p. 102.
81
Ibid., p. 103.
82
Ibid., p. 105.
83
Cf. Burckhardt, J., Historia
de la cultura griega,
3 vols., tr. E. Imaz, Barcelona: RBA, 2005. Burckhardt fue amigo
personal de Nietzsche.
84
Cf. Ranke L. v., Historia
de los Papas en la época moderna,
México: FCE, 2001.
85
Nietzsche, op. cit., pp. 107-108.
86
Humanidad, naturaleza humana, cualidad de ser humano (id
quod est humanitatis tuœ,
lo que corresponde a la humanidad de tus sentimientos, es decir, lo
que es propio de tu humanidad); humanitatis
est, es propio de la
naturaleza humana.
87
Nietzsche, op. cit., p. 109.
88
Esta frase del jesuita Busenbaum ha servido a los adversarios de la
Compañía de Jesús para indicar que, según la moral de los
jesuitas, el fin justifica los medios.
89
Cf. Kart Kerényi, K., Dionisios.
Raíz de la
vida indestructible,
tr. A. Kovacksics, Barcelona: Herder, 1998 y Daraki, María,
Dioniso y la diosa
Tierra, tr. B. Gala y
F. Guerrero, Madrid: Abada Editores, 2006.
La
visión ontológica del mundo de Friedrich Wilhelm Nietzsche está
centrada en el ente hombre, enmarcado en una Weltanschauung
del ente como totalidad que para el propio Nietzsche consiste en la
vida. El hombre cristiano, fruto de una cultura de más de dos mil
años, es un ser que se ha de trascender (transcendieren), en
un ‘ir más allá’ (die Grenzen überschreiten). Este ‘ir
más allá’ es el ideal del Übermensch que Nietzsche
concibe como el ‘sentido de la tierra’. Para ello es necesaria la
‘muerte de Dios’ y la extinción del ‘último hombre’
cristiano. En este punto alcanza Nietzsche una metamorfosis que pasa
de la mera moral o eticidad a una interpretación ontológica del ser
existencial hombre.
La
libertad es ser indeterminado. Nietzsche combate contra la
determinación moral religiosa cristiana de la conciencia alienada
por el concepto de ‘fe’ que representa una colonización
heterónoma de la conciencia realizada por la doctrina
religioso-cristiana. El Übermensch es la sustitución
del ideal religioso habido hasta el presente. Este ideal ha de ser
sustituido por otro ideal inmanente al mundo, a lo-que-es: el
Übermensch. La debilidad del supramundo ha de ser cambiada
por la fortaleza del mundo (Welt). La ‘Ley’ (Gesetz)
del mundo es el Übermensch, el ser no de una ontología
trascendente (transzendent) sino de una ontología inmanente
(immanent) al mundo-vida (Welt-Leben). El ser del mundo
es el Übermensch, máxima expresión (Ausdruck)
lograda del ser humano.
Para
alcanzarse el Übermensch
ha de perecer el cristianismo con el ‘último hombre’ (el limen,
el eschatón
de la historicidad). El cristianismo se hunde en el ‘ocaso de los
dioses’ (Götterdämmerung)
para alumbrar (beleuchten)
la nueva aurora (Morgenröte)
del Übermensch.
La ‘mentira santa’ da paso a la ‘verdad profana’ y lo llamado
‘profano’ es ya la ‘sacralidad’ del Übermensch
que es la sacralidad sustancial de la vida, pues el Übermensch
es
la vida, no la suplantación
de la vida en forma de ‘Vida Eterna’ en el ‘Más Allá’
sobrenatural
(übernatürlich),
en el ideal-Dios1,
aniquilación de la fuerza vital que contiene en sí la vida. En este
sentido, Dios es concebido por Nietzsche como el mayor atentado
posible contra la vida.
El
Übermensch ha de emerger (auftauchen) de la vida misma
como su más plena realización, como su más alto logro, pues él es
la vida que se muta a sí misma. El Übermensch es la
exuberancia (Üppigkeit) de la vida y como la vida en el
anthropos es vida-razón, en el Übermensch se alcanza
la más alta forma de inteligencia acaecida hasta el presente. El
Übermensch es el ‘Espíritu de la Vida’, el ‘sentido de
la vida’ (der Sinn des Lebens) frente al ‘espíritu de la
muerte’.
El
‘mundo verdadero’ del cristianismo no es sino una fábula, un
relato mitomaniaco que ha suplantado el mundo de la vida por ese
‘mundo verdadero’ que no es más que quimera y locura y cuya
moral representa una contranaturaleza con respecto a la
auténtica existencia y al hombre mismo, por lo cual la moral
cristiana se convierte en una moral de la décadence.
Nietzsche
dará el título definitivo a su obra cumbre sobre la esencia del
cristianismo: El
Anticristo. Maldición sobre el cristianismo (Der
Antichrist.
Fluch
auf das Chritenhhum).
En el hablar de Nietzsche acerca del Anticristo
podemos leer un fragmento del filósofo que supone la antítesis que
hace Nietzsche de sí mismo con respecto a la figura de Jesucristo:
«Yo soy el antiasno
par excellence,
y, por tanto, un monstruo en la historia universal; yo soy dicho en
griego, y no sólo en griego, el Anticristo…»2
Cuando
Nietzsche escribe sobre el Übermensch
deja
claro lo siguiente: «Ese
hombre del futuro, que nos liberará del ideal existente hasta ahora
y asimismo de
lo que tuvo que nacer de él,
de la gran náusea, de la voluntad de la nada, del nihilismo, ese
toque de campana del mediodía y de la gran decisión, que de nuevo
libera la voluntad, que devuelve a la tierra su meta y al hombre su
esperanza, ese anticristo y antinihilista, ese vencedor de Dios y de
la nada — alguna
vez tiene que llegar...»3.
El Anticristo es el toque de campana del mediodía y de la gran
decisión que metamorfoseará el mundo. Sólo el Übermensch
puede
tomar la ‘gran decisión’ de la
transvaloración de todos los valores.
Se
trata de la redención del ideal existente hasta ahora, id est,
de la redención de lo que ese ideal esconde en su seno: la nada y la
nihilidad a través del vencimiento de Dios por medio de la
realización del Anticristo y del antinihilista que no
se rinden ante la negación mundanal liberando nuevamente la voluntad
de existencia y de realidad pues es necesario devolver a la tierra su
meta y al hombre su esperanza, la esperanza de la tierra; la vuelta
al seno materno del suelo nutricio que alimenta la planta hombre.
Nietzsche
es un Minotauro en el laberinto de la cultura cristiana. Dos mil años
de esta cultura ha convertido a la sociedad cristiana en una
arborescente planta que asfixia todo atisbo de libertad.
Considerándose un hiperbóreo
dice: «Nosotros somos hiperbóreos, […] Nosotros hemos descubierto
el camino, nosotros encontramos la salida de milenios enteros de
laberinto.»4
El hombre moderno está perdido en ese laberinto cuyo trazado tan
bien conoce Nietzsche hasta el punto que es capaz de salir de él. El
filósofo ha explorado todos los rincones y recovecos de ese
laberinto donde está encerrado el hombre de nuestro tiempo. Ese
laberinto tiene un nombre, se llama cristianismo.
Mentes
temibles trazaron el mapa de ese laberinto donde se encerró a los
hombres.
En
esa visión ontológica del mundo, Nietzsche considera a éste como
‘voluntad de poder’: «¿Qué es bueno? — Todo lo que eleva el
sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el
hombre. ¿Qué es más dañoso que cualquier vicio? — La compasión
activa con todos los malogrados y débiles — el cristianismo…»5
La
pretensión de Nietzsche de crear un nuevo tipo humano tal y como
aparece ya en su obra Así
habló Zaratustra se
mantiene en El
Anticristo
como maduración de su visión antitética con respecto al hombre
cristiano. El hombre cristiano es un final y se ha de querer un
hombre nuevo: «qué tipo de hombre se debe criar,
se debe querer,
como tipo más valioso, más digno de vivir […] y por temor se
quiso, se crió, se alcanzó
el tipo opuesto: el animal doméstico, el animal de rebaño, el
animal enfermo hombre, — el cristiano»6.
Ha
sido el temor a los hombres
superiores
lo que ha hecho que surgiera esa moral del rebaño pastoreada por el
Galileo («No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la
casa de Israel.»7).
El miedo hacia el hombre temido del que nos habla Nietzsche ha hecho
que se crease el hombre débil, el animal hombre de rebaño. El tipo
superior de hombre nietzscheano enlaza con el Übermensch:
«un
logro continuo de casos singulares, con los cuales un tipo
superior
hace de hecho la presentación de sí mismo: algo que, en relación
con la humanidad en su conjunto, es una especie de superhombre.»8
Es
el cristianismo el que ha hecho la guerra a muerte al tipo superior
de hombre. Aquél ha proscrito los instintos esenciales a ese tipo
superior, ha destilado al hombre malvado. El hombre fuerte ha sido
considerado como hombre reprobable; sobre él se ha lanzado una
maldición y una calumnia que lo ha extirpado y lo ha relegado a la
nada existencial. El instinto de venganza de los hombres inferiores
ha mancillado la nobleza de espíritu de los fuertes y enérgicos.
La
vida para Nietzsche es un instinto de crecimiento y de duración
donde se acumulan las fuerzas; la vida como un instinto de poder.
El Übermensch es el hombre con voluntad de poder dirigida
contra la decadencia que representa el cristianismo. Se trata de
contraponer la voluntad de poder nietzscheana a la voluntad de poder
de los representantes de la religión cristiana que es una voluntad
de poder mancillada, envilecida, apartada de la vida y del mundo,
alejada del cuerpo y de la sensualidad, colocada en el trasmundo
creado por la propia mente del profeta, del santo, del Mesías, del
sacerdote (hierus,
sacerdos).
Los ‘valores supremos’ son los valores metafísicos propios del
cristianismo; valores de la decadencia y nihilistas que
ejercen su dominio sobre el hombre.
El
compadecer (Mitleiden)
cristiano rebaja las fuerzas vitales del hombre y le somete a la
depresión; a un rebajamiento de la energía psíquica. A esa
compasión se le ha llamado piedad
como
virtud
según los criterios de la moral cristiana. Para la moral
aristocrática la compasión es una debilidad. Esta virtud de la
compasión es la virtud esencial de todas las demás virtudes en el
seno de una teología
que es nihilista al inscribirse como negación de la vida: «la
compasión es la praxis
del nihilismo»9.
La compasión conserva todo aquello que es miserable y ello
intensifica la décadence.
Ésta es una entrega a la nada, al nihilismo, al vacío absoluto. El
director espiritual no emplea la palabra ‘nada’; en su lugar
coloca los conceptos de ‘más allá’, ‘Dios’, ‘vida
verdadera’, ‘bienaventuranza’, ‘redención’, nacidos de la
concepción moral-religiosa cristiana. Estos conceptos suponen una
hostilidad a la vida en cuanto alejan del ‘mundo aparente’ y
acercan al ‘mundo verdadero’.
El
idealista teólogo, al igual que el sacerdote, portan en sus cabezas
todos los grandes conceptos que se contraponen al entendimiento, a la
buena vida, a los honores, a los sentidos, a la ciencia. Estos
conceptos existen en el teólogo y en el sacerdote como fuerzas
seductoras y dañinas; sobre ellas planea el espíritu de una
paraseidad (Fürsichheit). El clérigo ha sublimado
(aufgehoben) su voluntad de vida terrenal para situar todos
sus instintos en el reino suprasensible y con ello ha llevado a la
vacuidad toda existencia; ha arrastrado a la vida misma a la
nihilidad de la Nada como Espíritu o Dios.
Para
Nietzsche, el espíritu puro es la mentira pura. Esa mentira crea una
interpretación moral del mundo donde la castidad, la humildad, la
pobreza, id
est,
todo aquello que constituye al santo y la santidad, ha causado un
daño indescriptible a la vida: «…Mientras el sacerdote, ese
negador, calumniador, envenenador profesional
de la vida, siga siendo considerado como una especie superior
de hombre, no habrá respuesta a la pregunta: ¿qué es
la verdad?»10.
Se ha invertido
la verdad y se le ha colocado en las antípodas de la auténtica
verdad. Es al instinto del teólogo, en su formulación de la fe y de
la creencia, al que Nietzsche se enfrenta. Lo que éste llama pathos
del teólogo es justamente el concepto de fe.
La ‘verdad’ sacerdotal («y conoceréis la verdad y la verdad os
hará libres»11)
ha dominado y ha prevalecido sobre la auténtica verdad-de-lo-real y
sobre el hecho de que no existe Dios.
La
buena conciencia tiene los nombres de ‘Redención’, ‘Eternidad’,
‘Dios’; es la conciencia propia del teólogo y del sacerdote como
falsedad subterránea. Aquello que un teólogo siente como verdad es
propiamente falso. El teólogo emite su juicio de valor invertido con
respecto a la realidad. Lo que es dañino para la vida es llamado
verdadero, «lo que la alza, intensifica, afirma, justifica y hace
triunfar, es llamado “falso”…»12.
El idealismo alemán de J. G. Ficthe, F. W. J. Shelling y G. W. F.
Hegel13,
entre otros, es deudor del pensamiento propio de la teología
alemana. Como apunta Nietzsche «El párroco protestante es el abuelo
de la filosofía alemana, el protestantismo mismo, su peccatum
originale»14.
El protestantismo es la hemiplejia del cristianismo y de la propia
razón.
Es
en el Übermensch donde la razón discursiva inmanente a la
lógica interior de la mente, y esencializada lingüísticamente,
alcanza su más alta manifestación como superación (Überwindung)
de esos dos conceptos que según Nietzsche son los más malignos que
existen: ‘mundo verdadero’ y ‘moral’.
Tal
y como es entendida la moral asimilada a ese Dios del cristianismo
es, en efecto, una destilación de la concepción meramente
psicológica de Dios. En el Übermensch, no existe
ninguna moral sino que lo que tiene existencia es la destrucción de
toda moral y la identificación absoluta con la vida tal y como ésta
se manifiesta en la naturaleza: como a-moral.
La
acción del Übermensch
está
basada en una necesidad interna personal que ha sido elegida;
que se le ha impuesto a él y lo ha elegido;
algo
que brota de sí mismo, de su necesidad, de su vida misma y no
de ningún imperativo
categórico
o de algún tipo de deber que constriña la libertad. Como escribe
Nietzsche: «Cristiano es el odio al espíritu,
al orgullo, al valor, a la libertad, al libertinage
del espíritu»15.
Frente al espíritu
libre
del Übermensch,
el espíritu del rencor y de la venganza contra la vida se alza
vencedor en la historia y en la cultura.
Los
negadores de la vida son los creadores de la verdad, de esa
verdad que está puesta cabeza abajo. La moral, esa insuperable
exigencia del ‘tú debes’, se ha impuesto imperativamente en la
historia como el orden supremo en la conciencia moral del creyente.
Los débiles y enfermos han dominado a través de la moral, del
concepto de ‘pecado’ y del ‘tú debes’. Han arrojado sobre el
mundo sus imperativos categóricos, su tela de araña construida de
conceptos.
De
lo que Nietzsche es enemigo es de la idea
de Dios. Nietzsche quieres redimir
a los hombres de esa idea que tiene aprisionada sus conciencias. Lo
trascendental
no existe; no existe el dualismo
ontológico
sólo existe un mundo y éste es inmanente. La concepción de Dios
como ente trascendental es solamente una idea de los hombres, un
pensamiento desiderativo, un sentimiento de ilimitación en infinitud
frente a la finitud de la vida. En el cristianismo la moral y la
religión se alejan de cualquier contacto con la realidad mundanal:
«¿Quién es el único que tiene motivos para evadirse,
mediante una mentira,
de la realidad? El que sufre
de ella. Pero sufrir de la realidad significa ser una realidad
fracasada»16.
Nietzsche
caracteriza a la creación del pensamiento cristiano y a sus
atributos como frutos de la proyección absolutizada de los atributos
morales del hombre como «humanos, demasiado humanos»17.
No son sino conceptos
límites
propios de la psicología humana que son proyectados y hechos
absolutos
por el pensamiento desiderativo del hombre. La realidad fracasada del
hombre se debe a la preponderancia del dolor, de los sentimientos de
displacer
frente a los de placer. La vida ascendente,
«todo
lo fuerte, valiente, señorial, orgulloso»18
se ve rebajada por el concepto de Dios que se ha convertido en el NT
en el Dios-de-las-pobres-gentes que necesitan ser salvados y
redimidos.
Dios
se ha convertido en el gran cosmopolita atrayendo a su favor el gran
número; es el Dios demócrata, el demócrata entre los dioses que
siguió siendo judío, «siguió siendo el Dios de los rincones, el
Dios de todas las esquinas y lugares oscuros, de todos los barrios
insalubres del mundo entero»19.
Dios se convierte en metaphysicus,
transformándose en un ideal —también en una ideología— y en un
espíritu puro metamorfoseándose en un absolutum,
en cosa
en sí.
El
Dios cristiano es el Dios de los enfermos, el Dios araña,
el Dios espíritu.
Aquí se ha alcanzado la más alta corrupción del concepto de Dios,
el dios más decadente entre todos los dioses: «¡Dios, degenerado a
ser la contradicción
de la vida,
en lugar de ser su eterno si!»20.
En el concepto ‘Dios’ el sacerdote declara su hostilidad hacia la
vida y a su voluntad. Dios es la fórmula de toda falsificación
sobre el más
acá
y de toda mentira del más
allá.
Es el Dios de la nada; en el se diviniza la voluntad nihilista.
El
cristianismo representa todo odio a muerte contra los señores
de la tierra,
es decir, contra los aristócratas.
A las tres virtudes cristianas —fe, amor, esperanza— las llama
Nietzsche las «tres listezas
cristianas». El cristianismo es la consecuencia inmediata del
instinto judío21.
Es la última consecuencia lógica del judaísmo. Nietzsche ejecuta
la contraposición del concepto de moral aristocrática con la de la
moral del reseentiment
—moral judeocristiana— que emana de la negación de la primera:
«el instinto convertido en genio, del resentimiento tuvo que
inventar aquí otro
mundo, desde el cual aquella afirmación
de la vida
aparecía como el mal, como lo reprobable en sí.»22
La moral judía y la moral cristiana es «el azar, privado de su
inocencia; la infelicidad, manchada con el concepto “pecado”; el
bienestar, considerado como peligro, como “tentación”; el
malestar fisiológico, envenenado por el gusano de la conciencia…»23
El
orden moral sempiterno significa que hay una voluntad eterna y
absoluta de Dios que dicta las acciones o no acciones del hombre;
desde aquí, la valoración de un pueblo consiste en la mayor o menor
obediencia a su Dios. La voluntad
de Dios se manifiesta en su poder como dominación
y castigo o premio a través de la figura del hierus:
«una especie parasitaria de hombre que sólo prospera a consta de
todas las formas sanas de vida, el sacerdote,
abusa del nombre de Dios: a un estado de cosas en que el sacerdote es
quien determina el valor de las cosas lo llama “el reino de Dios”;
a los medios con que se alcanza o se mantiene en pie ese estado los
llama “la voluntad de Dios”.»24
El
sacerdote define con total precisión cual es la voluntad de Dios, id
est, cual es el poder y autoridad
que él quiere alcanzar. Con ello queda definidos todos los aspectos
de la existencia donde él es indispensable, desnaturalizando los
componentes naturales de la vida; el sacerdote los ‘santifica’ y
toda exigencia inspirada por el instinto de la vida es trasmutado por
el sacerdote —según el orden
moral del mundo— en algo que es un
contravalor
con respecto a los valores naturales.
En
el terreno social y cultural del judaísmo creció y se desarrolló
el cristianismo, «una forma de enemistad mortal, hasta ahora no
superada, a la realidad»25.
La nación santa, el reino sacerdotal26
de Israel era un pueblo cuyos valores máximos estaban impuestos por
el poder sacerdotal. Éste rechazaba como no
santo,
como pecado,
como mundo
los demás poderes que cohabitaban civilizatoriamente27
con el poder sacerdotal israelita. El pueblo
santo
llegó a negar, more
christianus,
incluso la forma final de realidad social del pueblo judío, el
pueblo
elegido:
«el pequeño movimiento rebelde bautizado con el nombre de Jesús de
Nazaret es el instinto judío una
vez más»28.
Jesús,
ese anarquista santo
que se dirigía al bajo pueblo, a todos los excluidos de la sociedad
de Palestina, a los pecadores, a los chandalas
judíos, al contradecir el sistema ordenado de dominación se
convirtió en un «criminal político». Según Nietzsche esto fue lo
que le condujo a la cruz y «murió por su
culpa», Iesus Nazarenus Rex
Iodaeorum.
La
cuestión que le preocupa a Nietzsche no es propiamente la verdad de
lo que Jesús hizo y dijo o de la forma como en realidad murió sino
si el tipo Jesús es imaginable, si estaba transmitido.
En este sentido, Nietzsche critica el libro de Renan29
en cuanto Renan introdujo dos conceptos claves de la psicología del
Redentor: el concepto de ‘genio’ y el de ‘héroe’ (héros).
El concepto ‘héroe’ es antitético a los Evangelios: «Cabalmente
la antítesis de toda pugna, de todo sentirse-a-sí-mismo-en-lucha se
ha vuelto aquí instinto: la incapacidad de oponer resistencia se
convierte aquí en una moral […] la bienaventuranza en la paz, en
la afabilidad, en el no-poder-ser-enemigo.»30
La
lógica de Jesús es un desprecio a toda realidad, como fuga a lo
inconcebible e inaprensible.
Jesús vive en un mundo fuera de la realidad, en un mundo sólo
interior, mental o psicológico al que Nietzsche llama «mundo
verdadero», el mundo sobrenatural tal y como el pensamiento de
milenios lo ha formulado, incluido el pensamiento griego31.
La
fórmula del crucificado, «el Reino de Dios está dentro de
vosotros»32,
da la medida de la psicología del Salvador; se trata de un mundo
interior, anímico, puramente mental que no tiene punto de contacto
con la realidad natural. Ya no hay oposición contra nadie, ni a la
propia desgracia ni al propio mal; se busca la buenaventura.
De estas realidades ha surgido la doctrina de la redención,
una forma de hedonismo enfermizo: «El miedo al dolor, incluso a lo
infinitamente pequeño en el dolor — no puede
acabar de otro modo que en una religión
del amor…»33
tal y como la profesa Jesús. Éste es la última consecuencia judía,
el resultado tardío de sufrimiento del pueblo de Israel.
El
espíritu
libre
del Übermensch
lucha contra la mentira
santa
en que consiste el ideario del cristianismo: la antítesis
del evangelio de Jesús. El proceso histórico del cristianismo34
condujo a que su fe
se volviese enferma, vulgar y baja: «— Los valores cristianos —
los valores aristocráticos35:
¡sólo nosotros, nosotros los espíritus que
hemos llegado a ser libres,
hemos restablecido esa antítesis de valores, la más grande que
existe!»36
Nietzsche
literalmente no soporta que en boca del sacerdote se emplee la
palabra verdad.
Cada proposición, cada frase que pronuncia un papa, un teólogo o un
sacerdote es una frase errada y no sólo errada sino una mentira.
No se miente por ignorancia o inocencia; el sacerdote sabe que ya no
existe un Dios ni un Redentor ni el pecado y sin embargo sigue con su
mentira santa:
el orden moral del mundo,
la voluntad libre
son mentiras.
En
opinión de Nietzsche, la misma palabra ‘cristianismo’ es una
tergiversación de la historia. Sólo ha habido un cristiano,
Jesús, y murió en una cruz; el evangelio, la buena nueva de
Jesús murió en la cruz. Todo cualquier otro evangelio es una
impostura, la antítesis de lo que Jesús había vivido, una
mala nueva, un disangelio.
Nietzsche
reconoce en el odio instintivo a toda realidad el elemento nuclear,
el motor que impulsa la esencia del cristianismo tal y como fue
desarrollado por Pablo de Tarso en las primeras comunidades
cristianas y, posteriormente, en toda la historia del cristianismo.
El auténtico evangelio, el evangelio de Jesús, quedó pendiente de
la cruz con la muerte ignominiosa del rabbí,
muerte destinada a la canaille.
La paradoja de esta muerte colocó a sus Apóstoles ante el dilema de
quién fue y qué fue Jesús37.
La
pequeña comunidad no había entendido el punto principal de la
predicación de Jesús: «lo ejemplar de ese modo de morir, la
libertad, la superioridad sobre
todo sentimiento de ressentiment»38.
Al
evangelio de Jesús le sucedió la mala
nueva,
Pablo de Tarso: «En Pablo cobra cuerpo el tipo antitético del «buen
mensajero», el genio en el odio, en la visión del odio, en la
implacable lógica del odio. ¡Cuántas
cosas
ha sacrificado al odio este disevangelista! Ante todo, el redentor;
lo clavó a la cruz suya.»39
Pablo
es el que dio el definitivo impulso a la mentira
del
Jesús resucitado.
Hizo otro
uso
de la vida de Jesús; necesitó la muerte en la cruz de éste pero
también la invención
de su resurrección con lo cual el Redentor seguiría viviendo: «Lo
que él mismo no creía, creyéronlo los idiotas entre los cuales
arrojó su
doctrina. — Su
necesidad era el poder;
con Pablo, una vez más quiso el sacerdote alcanzar el poder»40.
Conceptos
tales como ‘salvación del alma’ o ‘idénticos derechos para
todos’, han sido difundidos por el cristianismo; éste ha combatido
a muerte a todo sentimiento de distancia y de respeto entre los
hombres, todo sentimiento de aristocracia, lo que es considerado por
Nietzsche como conditio sine qua non de toda posible
elevación y crecimiento de la cultura.
Nietzsche
efectúa una contraposición entre la moral aristocrática y la moral
del chandala que, según el filósofo de Röcken, es una moral
nacida del instinto de venganza y del resentimiento. Este instinto
vengativo y este resentimiento pueden observarse en la siguiente
epístola de Pablo:
«¿No
ha hecho Dios de la sabiduría de este mundo una tontería?
Puesto que el mundo con su sabiduría no reconoció a Dios en su
sabiduría, Dios se complació en hacer bienaventurados a los
creyentes mediante una predicación necia. No muchos sabios
según
la carne,
no muchos poderosos,
no muchos nobles
son llamados. Sino lo que es necio
ante el mundo lo ha elegido Dios para deshonrar a los sabios; y lo
que es débil
ante el mundo lo ha elegido Dios para deshonrar a lo
fuerte.
Y lo innoble
ante el mundo y lo despreciado lo ha elegido Dios, y lo que es nada,
para aniquilar
a lo que es algo.
Para que ninguna carne
se gloríe delante de él.»41
Aquí
tenemos entera la psicología de Pablo y la misma psicoteología del
cristianismo. Pablo vive en el Espíritu, en la Verdad
y todo saber de este mundo carece del menor valor. Su moral de
chandala le hace despreciar todo lo que es poderoso y noble.
Los nobles no entraran en el Reino de los Cielos. Todo lo noble y
fuerte, todo lo que es aristocrático constituye el enemigo natural
de Pablo.
No
entra en su psicología religiosa considerar la vida, la fuerza, la
nobleza, la aristocracia del espíritu, sino que lo innoble,
lo bajo y abyecto es lo que ha sido elegido por Dios. Dios como
muleta de los pobres, los afligidos, los enfermos, los
miserables, los parias de la sociedad, los cansados, los decadentes,
los débiles, los locos. Lo que es nada ha sido elegido por
Dios para aniquilar a lo que es algo.
Lo
que es apreciado es solamente la vida del ‘más allá’, el ‘Reino
de los Cielos’, ‘Dios’. En Dios quiere Pablo conceptuar su
voluntad de poder nihilista,
una voluntad de poder basada en la nada
existencial.
La carne, la vida misma, no puede glorificarse ante Dios. La
psicología de Pablo es una psicología de la muerte,
un rechazo a la vida en todas sus manifestaciones. Paulus
war der größte aller Apostel der Rache…42
(«Pablo ha sido el más grande de todos los apóstoles de la
venganza…»).
La
concepción nietzscheana es una condición aristocratizantes del
mundo. Para él la aristocracia (Aristokratie)
es la condición de toda altura y elevación del espíritu, de todo
alejamiento del rebaño. La Aristokratie
supone
una elevación y una nobleza de espíritu que no se deja arrastrar
por la psicología religiosa resentida del sacerdote: «con el
resentimiento de las masas ha forjado [el cristianismo] su arma
capital
contra nosotros,
contra los seres aristocráticos […] La “inmortalidad”,
concedida a todo Pedro y a todo Pablo, han sido hasta ahora el
atentado máximo contra la humanidad aristocrática,
el atentado más maligno.»43
Se impidió lo que Nietzsche llama el «pathos
de la distancia». Esencialmente, a Nietzsche lo que le importa es el
aristocratismo de los sentimientos, id
est,
de las valoraciones que el hombre aristocrático hace sobre el mundo.
Esa
creencia en los privilegios de los más ha hecho y hará, según
Nietzsche, revoluciones
como consecuencia precisamente de esa igualdad de las almas que es el
presupuesto inicial del cristianismo: «¡son los juicios cristianos
de valor los que toda revolución no hace más que traducir en sangre
y crímenes! El cristianismo es una rebelión de todo lo que
se-arrastra-por-el-suelo contra lo que tiene altura:
el evangelio de los “viles” envilece…»44
El cristianismo en cuanto arte de mentir santamente. El cristianismo
es la mentira en sí; para Nietzsche es el judío duplicado. El
sacerdote miente; su arte consiste en la mentira
santa
repetida hasta la saciedad cada día: «pequeños engendros de
santurrones y mentirosos comenzaron a reivindicar para sí los
conceptos “Dios”, “verdad”, “luz”, “espíritu”,
“amor”, “sabiduría”, “vida”, como sinónimos de ellos
mismos.»45
La
idea, el concepto sacerdotal de juicio
final
supone una escatología del final
de los tiempos46
consecuencia del no
cumplimiento
del Reino de Dios en la tierra. De este modo el Reino de Dios se
suspende ad
gloriam del
Creador hacia un tiempo indefinido, hacia la eternidad (æternitas)
del otro mundo: aeterna
Christis munera47.
En esta interpretación religiosa del mundo, es el sacerdote el que
juzga
pero él no quiere ser juzgado. Nada debe oponerse a su teoría
del más
allá.
Todo el que contraviene esta teoría es estigmatizado y condenado en
juicio sumarísimo: «No juzguéis, para que no seáis juzgados.
Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la
medida con que midáis se os medirá.»48
Dado que los creyentes acatan
la voluntad del sacerdote, el enemigo natural del mismo es el no
creyente, el ateo, el incrédulo, el agnóstico, el àristokratikós,
el que posee la àristínden;
contra ellos dirige el sacerdos
sus ataques más virulentos.
La
lógica religiosa ascética
de los creyentes, sacerdotes, santos, místicos, mártires, eremitas
supone un rebajamiento
de la vida, una humillación ante ésta, una decadencia de las
fuerzas vitales, de todo lo que ensalza la existencia, de la alegría,
de la jovialidad, del deseo, del placer, de la aristocracia
del espíritu.
El hombre fuerte del que habla Nietzsche, los hombres superiores, el
Übermensch,
no tienen cabida en esta lógica del cristianismo. En palabras del
Nazareno: «Porque todo el que se ensalza
será humillado,
y el que se humilla
será ensalzado.»49
Lo que de verdad desea el sacerdote es que el hombre se ponga de
rodillas antes él. El mismo Jesús desea esto en la medida en que es
un profeta;
quiere que se le obedezca y se le respete: «Si alguno acude a mí, y
no me prefiere
a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y
a sus hermanas, e
incluso a su propia vida,
no puede ser mi discípulo.»50
Todo
lo que aparece en el NT es la inversión de los instintos elevados.
Moral:
jedes Word im Munde eines »resten Christen« ist eine Lüge, jede
Handlung, die er tut, eine Instinkt-Falsehheit — alle seine Werte,
alle Ziele sind schädlich, aber wen
er haßt, was
et haßt, das
bat Wer…
Der Christ, der Priester-Christ insonderheit, ist ein Kriterium
für Werte—.51
(«Moraleja:
toda palabra en boca de un “primer cristiano” es una mentira,
toda acción que él realice, una falsedad instintiva, — todos sus
valores, todas sus metas son perjudiciales, pero aquel
a quien él odia, aquello
que él odia, tiene
valor…
El cristiano, en especial el cristiano sacerdote, es un criterio
de valores»).
Todo
en el sacerdote es mentira, ‘mentira santa’, inversión de
los valores auténticos que elevan al hombre por encima de la plebe,
de la moral del chandala; son instintos malos, peligrosos para
la humanidad; encierran una lógica de lo imposible. Es por tanto el
mayor pecado contra la verdad, el verdadero pecado contra la vida que
ha de ser superable (überwindbar) por la superabundancia
(Überfülle) del Übermensch como agente de la
realización de un mundo si Dios. El Übermensch, a
través de la epojé axiológica de los valores cristianos,
trasciende (Übersinnlichkeit) la mentira santa en un acto
filosófico, constructo de un determinado estado de conciencia de
aquél.
En
contraposición a la figura de Jesús, el aristocratismo romano,
personificado en la figura de Pilatos, siente el desprecio por todo
aquello que viene del mundo judío52.
La palabra ‘verdad’ es mancillada en labios de Jesús. La actitud
de Pilatos a la pretensión de Jesús («Yo soy el Camino, la Verdad
y la Vida»53)
tiene cumplida e irónica respuesta en la frase de aquél: «¡qué
es la verdad!».
Si la Verdad es Dios, y Dios es la Vida, ésta queda negada por ser
Dios la Nada.
Ante esta negación de la vida, Nietzsche arguye: «aquello que ha
sido venerado como Dios [es] un crimen
contra la vida…
Nosotros negamos a Dios en cuanto Dios […] Dicho en una fórmula:
deus,
qualen Paulus creativid, dei negatio.»54
El
abismo (Agrund) que separa a los hombres superiores, a los
hombres aristocráticos, de los hombres inferiores se manifiesta en
la naturaleza pero también en la historicidad humana. El
cristianismo es «un crimen contra la vida» en la medida que aleja
de ésta, que la suprime, que la violenta, que la odia,
que la trasciende. Por eso Nietzsche niega a Dios en cuanto
Dios. La religión cristiana, que no tiene el menor punto de contacto
con la realidad, ha de ser enemiga de lo que Nietzsche llama la
«sabiduría del mundo» (Weisheit der Welt). Por ello,
la ciencia ha sido la mayor enemiga del cristianismo. El comienzo de
la Biblia encierra la angustia de Dios frente al conocimiento. El
peligro que Dios siente como máximo peligro es el que siente
el sacerdote ante la realidad. La solución de Dios como defensa ante
la ciencia es la expulsión del Paraíso pues la ociosidad, la
felicidad, conduce al pensamiento y el pensamiento es malo y
los hombres no deben pensar:
«Y
el “sacerdote en sí” inventa la indigencia […] toda especie de
miseria, vejez, fatiga, sobre todo la enfermedad
[…]
Y, ¡pese a todo!, ¡algo espantoso! La obra del conocimiento se alza
cual una torre, asaltando el cielo, trayendo el crepúsculo de los
dioses, — ¡qué hacer! — El viejo Dios inventa la guerra,
separa los pueblos, hace que los hombres se aniquilen mutuamente (los
sacerdotes han tenido siempre necesidad de la guerra…).»55
El
cristianismo ha utilizado a lo largo de su historia todos los medios
necesarios «con que puedan quedar envenenadas, calumniadas,
desacreditadas
la disciplina de espíritu56,
[…] la aristocrática frialdad y libertad de espíritu. La “fe”
como imperativo es el velo
de la ciencia, — in
praxi,
la mentira a cualquier precio… »57.
La fe
es la mentira
con respecto a la realidad (Wirklichkit,
Realität)
en cuanto existencia real y efectiva de algo y como verdad
(Wahrheit),
lo que ocurre
verdaderamente o, también, lo que es efectivo o tiene valor
práctico, en contraposición con lo fantástico
e ilusorio
propio
de la religión. La fe como necesidad
es el concepto para la dominación sobre los espíritus.
El
concepto de causa (aitía)
y efecto (effectus)
natural,
de
causalidad (Kausalität)
es desconocido para el cristianismo. En conformidad con la lógica
sacerdotal, el hierus
crea el concepto de ‘pecado’, y con ello, el concepto de ‘culpa’
y de ‘castigo’, la totalidad del orden moral del mundo: «entonces
se ha cometido el máximo crimen contra la humanidad.
— El pecado, digámoslo otra vez, esa forma par
excellence
de autodeshonra del hombre, ha sido inventado para hacer imposible la
ciencia, la cultura, toda elevación y aristocracia del hombre; el
sacerdote domina
merced al invento del pecado.»58
La
culpa es la desobediencia al sacerdos y el castigo la
imputación que éste asigna al creyente por haberlo desobedecido;
por poner en duda su palabra. La moral tiene un ordenamiento y
unas reglas fijas que no pueden ser trasgredidas. Esta moral surge de
la inversión de la moral aristocrática y con ello la moral
cristiana ha llegado a ser la moral por antonomasia.
La moral se opone al mundo de la naturaleza, a lo físico; se opone a
lo inmoral y a lo amoral siendo lo moral lo que es sometido a un
valor. Hegel diferenció entre la moralidad como moralidad
subjetiva (Moralität) y como moralidad objetiva
(Sittlichkeit). La Moralität es el cumplimiento de un
deber a través de un acto volitivo; la Sittlichkeit es
la obediencia a la ley moral. El Bien, lo conveniente, lo
adecuado, lo justo no son sino términos que usa el hierus
para la construcción de la conciencia moral. A través de la
Sittlichkeit hegeliana, como reminiscencia dieciochesca de la
moral cristiana, el creyente obedece a la moral
sacerdotal: Dieu et mon droit.
Todo
avance de la verdad ha tenido que ser conquistado
con un gran esfuerzo, «para ello se requiere grandeza de alma59:
el servicio a la verdad es el más duro de los servicios»60
pues la mentira
es lo que ha prevalecido en la historicidad del hombre. Se trata de
la honestidad,
de la que habla Nietzsche, en materia del espíritu; del desprecio de
los bellos sentimientos propios del hombre de fe: «la fe hace
bienaventurados a los hombres: por
consiguiente,
miente…»61
La mayor de las locuras es, cabalmente, la postulación
de la existencia de Dios y de todos los predicados que acerca de él
formula el teólogo: la hipótesis
Dios.
Como
apunta Nietzsche: «uno no se “convierte” al cristianismo, —
hay que estar suficientemente enfermo para ello…»62
En
un momento de la historicidad del cristianismo primitivo se produjo
el dominio de los valores inferiores sobre los valores
aristocráticos:
«Voy
a recordar —escribe Nietzsche— una vez más la inapreciable frase
de Pablo. “Lo que es débil
ante el mundo, lo que es necio
ante el mundo, lo innoble
y despreciado
ante el mundo lo ha elegido Dios”: esa
fue la fórmula, in
hoc signo
venció la décadence.
— Dios
en la cruz
— ¿es que no se entiende todavía el terrible pensamiento que está
detrás de ese símbolo? — Todo lo que sufre, todo lo que pende de
la cruz, es divino […] El cristianismo fue una victoria, por causa
suya pereció una mentalidad más
aristocrática
— el cristianismo ha sido hasta ahora la máxima desgracia de la
humanidad.»63
Bajo
este discurso, la lógica paulina, una lógica de la decadencia, se
enfrenta al espíritu aristocrático de las clases altas del Imperio
romano con el símbolo (symbolon) de la cruz y del Hijo de
Dios, Jesús el Cristo que es consustancial al Padre crucificado
en la cruz. La hipóstasis ‘Hijo’ del Dios-Padre
pendiente del madero; el mismo Dios crucificado. El sufrimiento
inherente a la crucifixión es un signo de que todo lo sufriente
es constitutivamente divino. La díada sufrimiento-divinidad
queda explícita en el símbolo del Dios que sufre en la cruz.
De
esta forma, el cristianismo se manifiesta como antítesis de toda
óptima constitución espiritual.
La razón, la lógica perversa del cristiano, toma partido por todo
lo malogrado profiriendo sus maldiciones contra el espíritu
tal y como lo concibe Nietzsche, contra la superbia,
contra ese espíritu sano del que habla el filósofo de Röcken. La
conciencia, el estado de ánimo característico del cristiano, la fe
ha de ser una singular forma de enfermedad por la cual «todos los
caminos derechos, honestos, científicos del conocimiento tienen
que
ser rechazados […] como caminos prohibidos.
Ya la duda es un pecado […] “Fe” significa no-querer-saber
lo que es verdadero.»64
Al teólogo le falta, según Nietzsche, el sentido filológico, la
ephexis
o indecisión en la interpretación cuando busca la salvación
del alma
y el
dedo de Dios
como finalismo de su exégesis de los textos en los que busca la
gracia,
la providencia,
las experiencias de salvación. A todo esto lo llama Nietzsche la
«prestidigitación divina».
La
idea popular en grado sumo de que los mártires
probarían la verdad de su fe precisamente con el martirio es uno de
esos trucos de ‘prestidigitación divina’ del que se ha valido el
cristianismo para confirmar la verdad
de sus predicamentos. El mártir es un criterio
de verdad que es rechazado absolutamente por Nietzsche cuando dice:
«yo negaría que mártir alguno haya tenido nunca algo que ver con
la verdad.»65
Esta
conclusión de que los mártires demuestran la verdad de sus
creencias «sacada por todos los idiotas […] de que una causa por
la cual alguien se entrega a la muerte (o que incluso produce, como
el cristianismo primitivo, epidemias de ansias de morir)»66
demuestra cuan lejos se está de entender el verdadero sentido de la
vida y del mundo y el alejamiento de toda realidad inmanente.
Los
mártires han sido dañinos para la verdad, pues su ‘verdad’ se
ha contrapuesto a la auténtica verdad;
aquélla es la antítesis de ésta, su inversión incluso, su
involución con respecto a la concepción griega de la verdad. Un
error, una falsedad, una mentira, una no-verdad que se vuelve
honorable
por el sacrificio del mártir-penitente se torna atractivo para las
masas ilógicas: «¿Es,
pues, la cruz un argumento?»67
Y Nietzsche, en su crítica a la lógica de la sangre y del martirio
como criterio de verdad, añade: «Signos de sangre han escrito en
el camino de ellos recorrieron, y su tontería enseñaba que con
sangre se demuestra la verdad.»68
El
creyente no se pertenecería a sí mismo por lo que estaría
constitutivamente alienado
(Hegel) o enajenado. El hombre de fe «tiene que ser consumido,
tiene necesidad de alguien que lo consuma. Toda especie de fe es en
sí una expresión de des-simismación, de extrañamiento de sí
mismo…»69
El determinismo enfermizo de la Weltanschauung
religiosa del creyente convierte al fideista en un fanático
potencial o actual.70
El prosélito cristiano representa el tipo antitético del espíritu
fuerte, del Übermensch,
el cual ha llegado a ser libre,
id
est,
incondicionado,
indeterminado.
Libertad y fuerza son los dos polos de un mismo continuum.
La libertad hace fluir la fuerza psíquica
y ésta supera el límite (überschreiten)
de la opresión reglamentada impuesta por el sistema creódico y
fideista conduciendo a la libertad frente a los epilépticos
del concepto.
«“La
verdad existe”: esto significa, en cualquier lugar en que se lo
oiga, el
sacerdote miente…»71.
A la postre, lo que es verdaderamente importante es la finalidad con
que se miente. Los medios por los cuales el sacerdote cristiano
accede al poder conducen a finalidades malas:
«envenenamiento, calumnia, negación de la vida, desprecio del
cuerpo, degradación y autodeshonra del hombre por el concepto de
pecado»72.
Corresponde al Übermensch,
en cuanto hombre plenamente espiritual73,
acceder a las realidades antipódicas con respecto a las que son
concebidas por la religión cristiana: la belleza —pulchrum
est paucorum hominum—
y la bondad como no debilidad de las fuerzas sino como un summum
de energía que derrocha la clemencia
hacia los seres inferiores. Solo en el Übermensch
no representa la bondad, debilidad: «El
mundo es perfecto
— así habla el instinto de los más espirituales74,
el instinto que dice sí […] el debajo-de-nosotros
de toda especie, la distancia, el pathos75
de
la distancia.»76
El
instinto de los más espirituales es afirmativo, dice sí
y este decir sí es una afirmación de la vida y de todo lo que esta
conlleva; es el
sentido de la tierra
nietzscheano, el apego a la existencia vital, rica, exuberante,
plena, maximizada por el optimismo y no el pesimismo (A.
Schopenhauer), la alegría de vivir, los placeres. Todo lo demás se
encuentra por
debajo
del Übermensch.
Los afirmativos, los hombres espirituales
y aristocráticos, son los más fuertes. Se trata de una aristocracia
del espíritu
y por tanto de un optimum
de las fuerzas psíquicas que rompe toda barrera, todo entramado,
toda red conceptual religiosa, toda maraña de términos, actitudes,
actividades, ritos, proposiciones, discursos, propios del hombre
sacerdotal. El factum
de la existencia de los hombres superiores, de los tipos humano
supremos,
supone la desigualdad
de derechos pues un derecho es un privilegio
y sólo los privilegiados pueden tener derechos y el asumir la
responsabilidad (die
Verantwortung für etwas übernehmen):
«La vida que aspira a lo alto
se vuelve cada vez más dura, — aumenta el frío, aumenta la
responsabilidad.»77
La
percepción de Nietzsche de lo que es ‘malo’ pasa por su
consideración del tipo humano del que procede toda debilidad,
toda envidia, toda venganza; id est, del
hombre-tipo cristiano, del acólito (akoloythos), del creyente
cristiano (christiānus) y de los individuos e instituciones
que se han ocupado de cristianizar (christianizāre), en
cuanto dogmatización cristiana, en el espíritu propio de esta
religión, constituyendo lo que se ha llamado la Cristiandad
(Christianītas). Ese ser ‘malo’ nietzscheano es el
cristianismo como venganza (Rache) de los ‘demasiados’
contra los fuertes; una actitud de envidia (Neid, Mißgünst)
hacia los aristócratas del espíritu; una debilidad (Schwäche)
que surge de la enfermedad, de todo lo caído, de lo miserable, del
chandala, de lo que contiene en sí la ruina, de lo decadente
(deckadent), de todo lo que se arrastra por el suelo, de lo
deformado, de lo estropeado e inservible en el hombre, de lo
maltratado y desgastado, de lo descompuesto, de lo impuro, de lo
deteriorado y marchito, de lo desfigurado, de lo malogrado, de lo
degenerado, de lo inútil para la vida.
Se
trata, en definitiva, de la décadence,
concepto fundamental en el pensamiento de Nietzsche que se expresa
como venganza, envidia, debilidad: «¿Qué es malo?
Pero si ya lo he dicho: todo lo que procede de la debilidad, de la
envidia, de la venganza.»78
La
pregunta que hace Nietzsche sobre la finalidad
con que se miente desemboca en si la
mentira santa
es conservativa o destructiva. El cristiano posee un instinto
cuya finalidad tiende a la destrucción.
La admiración de Nietzsche por el imperium
romanum
—según el filósofo la expresión más grandiosa de organización
en condiciones extremadamente difíciles alcanzada— contrasta con
la crítica demoledora que hace al cristianismo: «el destruir “el
mundo”, es
decir,
el imperium
romanum,
hasta que no quedó piedra sobre piedra, — hasta que incluso los
germanos y otros rufianes pudieron hacerse dueño de él…»79
El cristiano sería un décadent.
Produciría el efecto de disolución, envenenamiento, marchitación,
‘chupar sangre’, el «odio
mortal
a todo lo que está en pie, a lo que se yergue con grandeza, a lo que
tiene duración, a lo que promete un futuro a la vida…»80
El Imperio romano se construyó para la eternidad (sub
specie aeterni)
y sin embargo no fue lo suficientemente firme para soportar el
advenimiento del cristianismo:
«contra
la especie más
corrompida
de corrupción, contra el cristiano…
Ese gusano escondido […] esa banda cobarde, femenina y dulzona le
fue enajenando paso a paso a esa enorme construcción las “almas”,
— aquellas naturalezas valiosas, aquellas naturalezas virilmente
aristocráticas que sentían la causa de Roma como su propia causa,
como su propia seriedad, como su propio orgullo.
»81.
Todavía
tenemos nosotros, los hombres del mundo moderno, en nuestras cabezas
los instintos malos, los instintos cristianos frente a la
aristocracia del espíritu, al gran sí
a todas las cosas, «¡deshonrado por vampiros astutos, sigilosos,
invisibles, anémicos! No vencido, — ¡sólo chupado!... ¡El ansia
oculta de venganza, la pequeña envidia, convertidas en señor!
Todo lo miserable, lo que sufre de sí mismo, lo atormentado por
malos sentimientos, el entero mundo-ghetto
del alma, ¡de un golpe encumbrado!»82
El
cristianismo usurpó los logros de la cultura antigua83
introduciendo una valoración nueva del mundo y de la cultura, una
nueva Weltanschauung
religiosa emparentada con las religiones mistéricas y subterráneas
del mundo grecorromano. Más tarde, el Renacimiento supuso un ataque
frontal al lugar decisivo, en la sede misma del cristianismo, en
Roma. Se pretendió encumbrar la cosmovisión aristocrática del
mundo, introducir lo valores aristocráticos en el seno de los
deseos, de las necesidades, de los instintos de los hombres
renacentistas:
«César
Borgia papa84…
¿Se me entiende?...Bien, esa
habría sido la victoria a la que hoy sólo yo
aspiro, —: ¡con ella quedaba suprimido
el cristianismo! […] el enorme acontecimiento que había tenido
lugar, la superación del cristianismo en su propia sede
[…] ¡En la silla del papa no
estaban ya sentados la vieja corrupción, el peccatum
originale,
el cristianismo! ¡Sino el triunfo de la vida! ¡Sino el gran sí a
todas las cosas elevadas, bellas, temerarias!... Y Lutero restauró
de nuevo la Iglesia:
la atacó… El Renacimiento — ¡un acontecimiento sin sentido, un
gran en-vano!»85
El
cristianismo ha hecho de un no-valor
todo valor, de toda verdad, una grandiosa mentira, de la honestidad,
un abajamiento del espíritu. Necesitó y creó todo tipo de
calamidades con la finalidad de eternizarse a sí mismo. La religión
cristiana ha envilecido al hombre con la noción calamitosa de
‘pecado’; ha falseado la realidad con su concepto de la ‘igualdad
de las almas ante Dios’, ese pretexto del rencor de los hombres de
sentimientos viles. Ha extraído de la hūmānitās86
un arte de la autodeshonra, una voluntad de falsedad, una
autocontradicción, un despreciar a todos los instintos honestos y
buenos:
«la
cruz como signo de reconocimiento para la más subterránea conjura
habida nunca
[…]
Yo llamo al cristianismo la única
gran maldición, la única
grande intimísima corrupción, el único
gran instinto de venganza, para el cual ningún medio es bastante
venenoso, sigiloso, subterráneo, pequeño,
— yo lo llamo la única
inmortal mancha deshonrosa de la humanidad…»87
El
vencedor de Dios es el Übermensch que siente el tedium
vitae ante esa realidad construida por el cristianismo que se ha
hecho dueño de la cultura y de la misma civilización occidental. El
último hombre cristiano dará paso al Übermensch. Este
último hombre se abisma en su propio ocaso; es el hombre que ha de
perecer; es el nihilista cristiano que tiene como referente último
la Nada-Dios pues Dios es una Nada ontológica,
un abismo (F. W. J. Shelling) sin fondo, una no-realidad.
Frente a la imposibilidad de que Dios sea un ente objetivo, el
cristianismo lo ha imaginado como un ente espiritual absoluto.
Con ello, seguimos sin saber qué es Dios como arbitrium, qué
es el Espíritu Santo (der Heilige Geist), en
qué consiste el espíritu y qué significa espiritual.
La no existencia de Dios supone la no existencia de esos otros entes
dado que Dios es presentado como la culminación de la
jerarquía de los espíritus celestiales que el cristianismo
tiene como cultura animi.
La
tendencia del cristianismo a convertir en objetivo
todo lo que atañe a lo espiritual,
sólo definido lingüísticamente,
es sospechosa de una cierta tendencialidad objetivante que intenta
convertir lo que es meramente un conjunto ideativo en hechos
objetivos, id
est,
en realidades objetivas independientes de las concepciones mentales
que los cristianos tienen acerca de estas entidades; cum
finis est licitus, etiam media sunt licita88.
Evidentemente, esta tendencialidad hacia la objetivación de los
entes espirituales determina, cum
privilegio,
el logro de ese fin al que hace referencia Busenbaum. Finalmente se
hace verídica la frase de Nietzsche «humano, demasiado humano» y
esos fines
que señala Busenbaum quizás sean más terrenales de lo que cabría
suponer.
Si
entendemos al Übermensch
como hombre
dionisiaco89
entonces debemos considerar el aspecto afirmativo, el decir sí,
que constituye una de las características de ese hombre dionisiaco.
Éste, niega el trasmundo espiritual pero afirma las condiciones por
las cuales la vida se hace posible como eternidad
y dinámica transfiguradora del devenir continuo de esa vida. Es el
hombre
bueno
del ideal cristiano quien asume la moral propia de su creencia
interiorizando los valores caracterizadores del cristianismo; valores
establecidos, en su aspiración metafísica hacia lo verdadero,
lo bueno,
lo bello
(la triada platónica de Verdad, Bondad, Belleza). El hombre
dionisiaco niega lo supramundano pero afirma
en cuanto es creador
y afirmar no es soportar, asumir, llevar una carga, sino un acto
de creación.
Por el contrario, el hombre resignado incapaz de transformar el
mundo, de crear nuevos valores, es el idealista
cristiano.
1
La palabra ‘Dios’ es el genitivo de Zeus (Diós). Nominativo:
Zeús; vocativo: Zeu; acusativo: Día; genitivo: Diós; dativo Dií.
2
EH, tr.
A. S. Pascual, Madrid: Alianza, 1979, p. 59.
3
GM, tr. A. S. Pascual, Madrid: Alianza, 2005, pp. 123-124.
4
AC, tr. A. S. Pascual, Madrid: Alianza, 1978, p. 27.
5
Ibid., p. 28.
6
Ibid., pp. 28-29.
7
Mt 15, 21-28.
8
Nietzsche, op. cit., p. 29.
9
Ibid., p. 31.
10
Ibid., p. 33.
11
Jn 8, 32
12
Nietzsche, op. cit., p. 34.
13
Hegel estudió en el Tübinger
Stift junto con
Höderlin y Shellling.
14
Nietzsche, op. cit., p. 34.
15
Ibid., p. 47.
16
Ibid., pp. 39-40.
17
Cf. Nietzsche, F., HH, tr. E.
González y E. Castellón, Madrid: M. E. Editores, 1993.
18
Nietzsche, op. cit., p. 42.
19
Ibid., p. 42.
20
Ibid., p. 43.
21
Jesús, el ‘Redentor’: «la salvación viene de los judíos».
Jn 4, 22: «Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos
lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.»
22
Nietzsche, op. cit., p. 50.
23
Ibid., p. 52.
24
Ibid., p. 53.
25
Ibid., p. 55.
26
Éx 19,5s.
27
Cf. Lamaire, A., El
mundo de la Biblia,
tr. J. Ortiz, Madrid: Editorial Complutense, 2000; Finkelstein, I. y
Silberman, N., La
Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo
Israel y de los orígenes de sus textos sagrados,
tr. J. Arista, Madrid: Siglo Veintiuno, 2003; Liberan, M., Más
allá de la Biblia. Historia Antigua de Israel,
tr. T. de Lozoya, Barcelona: Crítica, 2005; Lacocque, A. y Ricoeur,
P., Pensar la Biblia.
Estudios exegéticos y hermenéuticos,
tr. A. Riu, Barcelona: Herder, 2001.
28
Nietzsche, op. cit., p. 55.
29
Cf. Renan, E., Vida de
Jesús, tr. A.
Tirado, Madrid: EDAF, 1985.
30
Nietzsche, op. cit., p. 58.
31
Cf. Jaeger, W., La
teología de los primeros filósofos griegos,
tr. J. Gaos, México: FCE, 2000.
32
Lc 17,21.
33
Nietzsche, op. cit., p. 59.
34
Cf. Sotomayor, M. y Ubiña, J.; Historia
del cristianismo, 4
vols., Madrid: Trotta/Universidad de Granada, 2003ss; Küng, H., El
cristianismo. Esencia e historia,
tr. V. de Lapera, Madrid: Trotta, 2001; Forte, B., La
esencia del cristianismo,
tr. J. Carda, Salamanca: Sígueme, 2002; Rops, D. escribió una
Historia de la Iglesia
en 9 vols. con un título concreto para cada volumen. El primer
volumen lleva el título de La
Iglesia de los Apóstoles y de los mártires,
tr. L. Liria, Barcelona: Luis de Caralt Editor, 1955 ss.
35
Para las posibles relaciones de hombre aristocrático con el ‘héroe’
véase la obra de Carlyle, T., Los
Héroes. El culto de los héroes y lo heroico en la historia,
2 vols., Barcelona: F. Granada y C.ª, 1906.
36
Nietzsche, op. cit., p. 67.
37
Las interpretaciones de la figura de Jesús han sido múltiples a lo
largo de dos siglos. Se ha contrapuesto el ‘Jesús de la historia’
al ‘Jesús de la fe’. Entre los millares de libros dedicados a
la figura de Jesús citaremos unos cuantos como referencia esencial:
Sanders, E., La figura
histórica de Jesús,
tr. J. Abadía, Estella (Navarra): Verbo Divino, 2000;
Schillebeeckx, E., Jesús.
La historia de un viviente,
tr. A. Aramayona, Madrid: Trotta, 2002; Vermes, G., Jesús
el judío. Los Evangelios leídos por un historiador,
tr. J. Florez y A Pérez, Barcelona: Muchnik Editores, 1977; Ehrman,
B. D., Jesús, el
profeta judío apocalíptico,
tr. M. Moreno, Barcelona: Paidós, 2001; Theissen, G. y Merz, A., El
Jesús histórico,
tr. M. Olasagasti, Salamanca: Ediciones Sígueme, 2000; Crossan, J.
D. y Reed, J. L., Jesús
desenterrado, tr. T.
de Lozoya, Barcelona: Crítica, 2003; Schonfield, H. J., El
complot de Pascua. Jesús y la profecía mesiánica,
tr. J. Apfelbäume, Barcelona: Martínez Roca, 1987; Fromm, E.: El
dogma de Cristo, tr.
G. Steenks, Barcelona: Paidós, 2002; Ojea, G. P., El
mito de Cristo,
Madrid: Siglo Veintiuno, 2000; Ojea, G. P., El
Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de la historia,
Madrid: Siglo Veintiuno, 1992. Sanders, E. P., Jesús
y el judaísmo, tr.
J. Escobar, Madrid: Trotta, 2004; Meier, J. P., Un
judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico,
4 vols., tr. S. Martínez, Estella (Navarra): Verbo Divino, 2004.
38
Nietzsche, op. cit., 71.
39
Ibid., p. 73.
40
Ibid., p. 74.
41
Pablo, 1 Cor 1,20 ss. Cursivas
mías.
42
Nietzsche, F., Werke
in drei Bänden,
ed. Karl
Schlechta, Hanser, München, vol. II, § 45, p. 1210.
43
Nietzsche, op. cit., p. 75.
44
Ibid., p. 75.
45
Ibid., p. 77.
46
Cf. la magnífica obra de Cohn, N., El
cosmos, el caos y el mundo venidero.
Las antiguas raíces
de la fe apocalíptica,
tr. B. Blanch, Barcelona: Crítica, 1995.
47
«Eternos regalos de Cristo». Se trata del título y comienzo de un
conocido himno de la Edad Media en honor de los Apóstoles de Jesús
atribuido a San Ambrosio.
48
Mt 7, 1-5.
49
Q 14, 11-18: 14B. Cursivas mías.
50
Q 14, 26-27; 17,33. Cursivas
mías.
51
Nietzsche, F., Werke
in drei Bänden,
ed. Karl
Schlechta, Hanser, München, vol. II, § 46, p. 1211.
52
En general Roma despreciaba todo lo que provenía de los judíos.
53
Jn 14,6.
54
Nietzsche, op. cit., p. 82.
55
Ibid., p. 84.
56
Nietzsche utiliza en toda su obra el concepto ‘espíritu’ de
manera diametralmente opuesta a como es utilizado por la religión
cristiana.
57
Nietzsche, op. cit., p. 82.
58
Ibid., pp. 85-86.
59
Al igual que el concepto de ‘espíritu’, el concepto de ‘alma’
tiene en Nietzsche un significado completamente distinto del que
tiene en la religión cristiana.
60
Nietzsche, op. cit., p. 87.
61
Ibid., p. 87.
62
Ibid., p. 88.
63
Ibid., p. 89.
64
Ibid., p. 90.
65
Ibid., p. 91.
66
Ibid., p. 92.
67
Ibid., p. 92
68
Za, tr. A. S. Pascual, Madrid: Alianza, 1978, p. 141 («De los
sacerdotes»).
69
Nietzsche, op. cit., pp. 93-94.
70
Cf. Armstrong, K., Los
orígenes del fundamentalismo en el judaísmo, el cristianismo y el
islam, tr. F.
Villegas, Barcelona: Círculo de Lectores, 2004.
71
Nietzsche, op. cit., p. 96.
72
Ibid., p. 96.
73
Aquí empleamos el concepto de ‘espiritual’ en un sentido
completamente antagónico a como es utilizado en el cristianismo o
en el judaísmo.
74
Nietzsche utiliza el término ‘espiritual’ en el sentido de
‘aristocrático’.
75
Pathema atos to,
todo lo que uno experimenta o siente, prueba, experiencia; suceso,
coyuntura; castigo, sufrimiento, desgracia, infortunio, triste
suerte, desastre; enfermedad, muerte; estado del alma [piedad,
placer, amor, tristeza, cólera, aflicción, pena]; cambio,
fenómeno; afecto, pasión; pathema
ha significado también la Pasión de Jesucristo.
76
Nietzsche, op. cit., p. 100.
77
Ibid., p. 100.
78
Ibid., p. 101.
79
Ibid., p. 102.
80
Ibid., p. 102.
81
Ibid., p. 103.
82
Ibid., p. 105.
83
Cf. Burckhardt, J., Historia
de la cultura griega,
3 vols., tr. E. Imaz, Barcelona: RBA, 2005. Burckhardt fue amigo
personal de Nietzsche.
84
Cf. Ranke L. v., Historia
de los Papas en la época moderna,
México: FCE, 2001.
85
Nietzsche, op. cit., pp. 107-108.
86
Humanidad, naturaleza humana, cualidad de ser humano (id
quod est humanitatis tuœ,
lo que corresponde a la humanidad de tus sentimientos, es decir, lo
que es propio de tu humanidad); humanitatis
est, es propio de la
naturaleza humana.
87
Nietzsche, op. cit., p. 109.
88
Esta frase del jesuita Busenbaum ha servido a los adversarios de la
Compañía de Jesús para indicar que, según la moral de los
jesuitas, el fin justifica los medios.
89
Cf. Kart Kerényi, K., Dionisios.
Raíz de la
vida indestructible,
tr. A. Kovacksics, Barcelona: Herder, 1998 y Daraki, María,
Dioniso y la diosa
Tierra, tr. B. Gala y
F. Guerrero, Madrid: Abada Editores, 2006.
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